Pepa Gracia: «Más de la mitad del trabajo del actor depende del que tienes en frente»

Para Pepa Gracia las históricas piedras de Mérida son como la palma de su mano. Nacida en Badajoz y criada en Puebla de la Calzada a veinte kilómetros de la ciudad emeritense su bautismo de fuego fue con Edipo Rey en el famoso Teatro Romano. Desde entonces ha participado en proyectos muy variados con maestros como José Carlos Plaza, Juan Margallo, Fernando Sansegundo o Paco Carrillo. Con unas firmes convicciones, dice lo que piensa con gran seguridad y a nivel profesional se ha dejado también ver y notar en ficciones televisivas formando parte de una de las apuestas de la temporada que está al caer. Su profesionalidad le ha llevado también a poner voz a un personaje en una alabada y premiada película animada. De todo ello y mucho más habla para La Cultura está de Moda. Pasen y lean.

Foto: @carlosvillarejo

Alejandro Reche Selas: Forma parte del reparto de Alba una de las apuestas de ficción para la próxima temporada junto a Elena Rivera, Adriana Ozores, Tito Valverde y Álvaro Rico, entre otros ¿qué nos puede contar de este proyecto audiovisual?

Pepa Gracia: Es una serie de trece capítulos de cincuenta minutos cada uno para Atresmedia que se emitirá en Antena 3 y la historia que cuenta se ubica en la Costa Blanca, más concretamente a un pueblo que se llama Villajoyosa. Trata sobre una chica que sufre una agresión sexual por parte de una manada.

A.R.S.: Lo que tengo entendido es que es el remake de la serie turca Fatmagül, una de las primeras en tener éxito de la oleada de ficción de este país que son tendencia ahora mismo entre un sector importante de la población…

P.G.: Eso salió en prensa. Ambas tienen relación con respecto a la temática pero son muy localistas y, por lo tanto, las localizaciones, los personajes y lo les que ocurre será muy diferente por diferencias culturales fundamentalmente. Además Alba será una serie en prime time semanal y se diferencia por lo tanto de Fatmagül, que tiene más formato de telenovela. Al boom actual me recuerda al que hubo en los ochenta con las venezolanas, como Cristal, por ejemplo.

A.R.S.: Pasando a otro aspecto de su carrera, usted ha prestado su voz a la exitosa película de animación Buñuel en el Laberinto de las Tortugas ¿cómo ha sido su experiencia como dobladora?

P.G.: Pues ha sido mi primera experiencia en el doblaje. Me llamaron, creo, por una razón: Es una producción extremeña, yo lo soy, y buscaban actores nacidos allí para doblar a los personajes. Cuando me llamaron me aseguraron que no iba a ser un doblaje al uso. Al llegar para trabajar lo entendí y disfruté mucho. No tiene que ver con el doblaje tradicional en el sentido de que se suele hacer estático en un atril, leyendo las frases y procurando que encajen en el movimiento de la boca de los personajes. En este caso hicimos las escenas incluso a nivel físico. Yo llegué a una sala insonorizada y el director montó la escena con movimiento con dos personas más. Mi trabajo era más de actriz que de dobladora. Fue mucho más sencillo para mí porque yo me he doblado anteriormente para algún cortometraje por ejemplo y es un trabajo difícil de hacer, ya que se necesitan cuatro años de estudio para ser doblador. Yo ponía la voz a la madre de Buñuel, que es un director que me gusta mucho. Tal es así que su libro Mi último suspiro lo recomiendo mucho y cuando me llamaron me hizo mucha ilusión porque en el libro hablaba del rodaje de Las Hurdes y, al ser extremeña, me tocaba de cerca.

A.R.S.: También participó en la serie La Otra Mirada, una serie ambientada en Sevilla…

P.G.: Sí, pero la mayoría se rodó en plató en Madrid y algunas escenas de exteriores, pero lo que sí se rodó en Sevilla fueron las imágenes más emblemáticas de la serie porque la producción lo pedía y fue un acierto porque lo cambiaba todo. Favoreció que había muchas escenas interiores y por ello no teníamos que movernos de Madrid pero la luz que hay en Sevilla no se puede copiar de ningún modo, así como tampoco el enclave histórico. En Sevilla se rodó durante dos semanas en febrero y otras dos en mayo.

A.R.S.: Fue una serie muy apreciada por reivindicar la figura de la mujer en la época en la que estaba ambientada…

P.G.:  Así es. Me siento muy feliz de haber participado en ella. Cuando me llamaron me dijeron que se iba a hacer una serie de época ambientada en una escuela de señoritas donde todas las tramas van a partir de mujeres y no iban a primar las tramas amorosas. Las que se contaban venían motivadas por algo que iban más allá de ellas, como el derecho de los homosexuales, reflejado en mi personaje o el del patriarcado en el de otra protagonista, la cual quería casarse con un hombre al que amaba pero su padre la obligaba a casarse con otro que le convenía más.

Pepa Gracia con Cecilia Freire en «La Otra Mirada»

Se contaba la historia de la mujer, de la madre, de la hermana, de la hija. Eso afortunadamente está cambiando pero sabemos que en la historia del cine el papel de la mujer estaba sometido a una trama sustentada por un personaje masculino. Por otro lado las tramas que se iban a tratar me interesaban mucho. Aparte, cuando leíamos los guiones, nos percatábamos de que, a pesar de que habían pasado cien años, muchas cosas seguían igual. Hubo algo que me llamó mucho la atención: mientras rodábamos, con los guiones lógicamente ya escritos, se estaba produciendo el juicio a La Manada y los guionistas, que escribieron una trama similar pero tiempo antes, lo clavaron. En la serie se producía un juicio por un delito parecido y la pena impuesta era de risa y cien años después sucede lo de La Manada y pasa prácticamente lo mismo.

A.R.S.: En sus proyectos en el teatro y en el audiovisual se ha rodeado de compañeros maravillosos…

P.G.: Sinceramente me considero muy afortunada porque cualquier actor que me lea sabe es verdad si digo que más de la mitad de nuestro trabajo está en la persona que tienes en frente

A.R.S.: Precisamente el primer actor al que entrevisté, Félix Gómez, me habló de la interacción entre los actores como si fuese un partido de tenis en el que el que tienes al otro lado te tenía que devolver la pelota…

P.G.: Claro. Es que es muy importante. A veces se me ha malinterpretado porque, cada vez que me han llamado para un proyecto, yo pregunto quiénes son mis compañeros en él. En ocasiones se entiende mal, porque se piensa que lo pregunto por la mayor o menor repercusión que tengan las personas con las que voy a trabajar y la cosa no va por ahí. A mí no me importa la repercusión que tenga un compañero. Yo lo que necesito saber es si voy a poder trabajar con él o si es un proyecto que me interesa mucho pero ya sé que voy a trabajar “sola” porque me va a dar poco. Para mí es fundamental y es un factor que pesa muchísimo. Cada vez que paso más tiempo dedicada a mi profesión pesa más. Se puede tener un guión maravilloso pero si con el compañero no hay química te da igual trabajar sola. Tener a compañeros con los que te entiendas yo lo valoro cada vez más. Un ejemplo de compañero generoso es Jorge Torres, con el que he trabajado mucho al igual que con Zaira Montes y Montse Peidro. Precisamente Montse y yo hemos dicho varias veces: “Tener a Jorge en el escenario te da una tranquilidad”. Porque sabes que nada malo puede pasar. Ellos tres son mi familia en Madrid y mis compañeros. Son personas con las que me he formado entrenando durante muchos años con José Carlos Plaza y me siento muy orgullosa de tenerlos como compañeros en mi profesión y en mi vida.

A.R.S.: Centrándonos en el teatro, ha hecho muchas cosas pero la temática grecolatina y el Teatro Romano de Mérida les son bastante familiares…

P.G.: Así es. De hecho mi primer trabajo profesional fue en ese Teatro. Inicialmente yo estudiaba Turismo y mi padre tenía una compañía teatral, entonces yo en verano, desde que tenía catorce años, hacía bolos con él. Hacía cosas fáciles y así me ganaba algo de dinero para el invierno. Un verano me enteré de que iban a hacer unos talleres de teatro grecolatino en Mérida y de ahí saldría un casting para un montaje de Edipo Rey dirigido por Juan Margallo para representarlo allí y se abría a personas no profesionales. Yo soy muy inquieta y me fui para allá y el primero que me dio clases fue José Pedro Carrión, al igual que Alicia Hermida y otros  buenísimos profesionales y, de todos los que estábamos, había que escoger para cubrir cuatro plazas del coro y fui una de las elegidas. Trabajé con Juan Margallo al que adoro. Esto fue el año 2000. En Mérida he actuado creo que siete u ocho veces. Allí trabajo siempre muy a gusto. Es un espacio complejo para trabajar, porque la gente te ve en algunas zonas como si midieras diez centímetros. Es un lugar que o te traga el trabajo o te lo lanza al infinito.

La actriz en «Antígona de Mérida» una de las ocasiones en las que ha pisado el milenario Teatro Romano emeritense

Mis dos o tres primeros trabajos, hasta el 2004 eran sin usar micro, que es un Teatro pensado para que el actor proyecte la voz y se le oiga como se representaba en sus orígenes. Si se tiene técnica vocal y se sabe colocar la voz suena como cuando Nuria Espert hacía Medea.

A.R.S.: Ha trabajado con muchas personas en ese Teatro y yo en 2015 vi El cerco de Numancia dirigida por Paco Carrillo con quien usted hizo Los Gemelos

P.G.: Paco Carrillo maneja muy bien tanto la poética y la plástica que eran unos aspectos que más resaltaban en El cerco de Numancia, como la comedia más desvengonzada, que era lo que se mostraba en Los Gemelos. Nos pasamos muy bien montando esa obra. Tengo una anécdota que nunca olvidaré: Yo no soy buena espectadora de comedia, me cuesta reírme y la comedia fácil no me suele hacer mucha gracia. La característica que hace resaltar a Paco Carriillo es que usa personajes muy estereotipados pero eran tanto que yo lo vi de una manera muy evidente. Cuando los actores trabajamos comedia ocurre que, en los ensayos, nos reímos el primer día, pero se repite lo mismo cuarenta veces por decir un número elevado y al vigésimo día ya nadie se ríe. Pues resulta que todos en esa obra éramos amigos y había un ambiente muy divertido entre nosotros. A esto se suma que Paco no pone puertas al mar.

En un momento de «Los Gemelos» de Plauto. Foto: @jorgearmestar

En ese sentido fue muy gustoso trabajar porque él fue mi profesor, con los demás compañeros había trabajado mucho y nos transmitía mucha confianza. Yo reconozco que iba con mis reservas al estreno y arrancamos alrededor de veinte aplausos del público ese día. Yo, mientras estaba entre bastidores, observaba que cada cinco minutos había un aplauso y nos mirábamos y me decía: “No me lo puedo creer”. Yo dejé esa función hace cinco años tras estar tres representándola en gira haciendo muchos bolos y, hablando con Fernando Ramos, me confirmó que habían repetido en casi todos los lugares donde la habían hecho. Me reconcilié mucho con la comedia porque hacer algo que gusta tanto es una delicia para los actores, y ver a la gente disfrutar, en pie y con ganas de fiesta me alegra mucho haberlo vivido. Es de mis últimos trabajos con una compañía extremeña y Paco fue muy generoso con todos nosotros.

A.R.S.: En Mérida trabaja con José Carlos Plaza en Electra y en La Orestíada, obra que yo vi y en la que formaba parte de un coro nada habitual en un montaje impresionante…

P.G.: Trabajar un coro con José Carlos Plaza es muy peculiar porque te entrega una biblia de personaje de una página, no te da un personaje de coro en sí porque realmente no existen. Hay que interpretar a una persona aunque se esté hablando al unísono. Tanto en Electra, en la que era parte del coro de las esclavas de palacio, como en La Orestíada, era un personaje muy pensado por él. Recogía todas las esferas sociales que quería que estuviesen en el coro y les da una voz. En La Orestíada éramos una turba pero cada frase estaba meticulosamente escogida y yo tenía un hilo de pensamiento que atravesaba todo el personaje como mis compañeros de coro. Eso hacía que se viese una escena colectiva pero desde dentro se vive de una manera individual. Cuando trabajé por primera vez con Plaza en Chrónica de Fuente Ovejuna me puso un ejemplo muy significativo: me preguntó si sabía cuál era una de las escenas más difíciles del cine y me dijo que era la de Bailando con lobos de Kevin Costner en la que los indios hablaban todos a la vez bajo pero cada uno colocando su frase. El coro es muy gustoso de trabajar y desde fuera gusta mucho pero es difícil de hacer porque todos hemos de ir a una. En el momento en el que una persona falla el trabajo de veinte cae. Trabajando como parte de un coro es cuando he tenido más tensión porque tienes que estar con las pilas puestas y alerta todo el tiempo.En el escenario somos un equipo que cumplimos una función determinada cada uno.

Programa de mano de «La Orestíada» en la que Pepa Gracia formó parte del coro

A.R.S.: En los montajes que hemos hablado, además de José Carlos Plaza, también ha trabajado con Pedro Moreno, encargado del vestuario y con Juan Pedro Hernández, responsable del maquillaje y la caracterización ¿Qué opina usted estos grandes profesionales?

P.G.: El equipo que conforman los tres lo recuerdo especialmente cuando montamos La Noche de las Tríbadas por su grado de implicación. El trabajo de los tres siempre es buenísimo pero es que en esta obra demostraron cómo de la nada hacen oro, por eso son maestros. Jorge Torres fue a El Rastro con Pedro Moreno y además se sentó durante un ensayo con un cuaderno y los actores estábamos con ropa normal. Conforme nos veía hablar y movernos nos dibujaba diseños para cada uno. Eso ya lo viví en el primer montaje que hice con José Carlos Plaza, Chrónica de Fuente Ovejuna, que era muy metateatral, ya que era un grupo de personas intentando montar la obra de Lope de Vega. En la obra de Enquist el proceso fue alucinante porque le proporcionó a los personajes lo que necesitaban y logró el vestuario con muy poco presupuesto, al igual que Juan Pedro maquillándonos.

A.R.S.: Precisamente La Noche de las Tribadas pude verla en Málaga pero su personaje lo hacía Zaira Montes en esa ocasión ¿cómo fue meterse en la piel de un personaje masculinizado por dentro y por fuera?

P.G.: Yo soy una mujer con una energía muy masculina en algunos aspectos y cuando hice el personaje de esa obra, Marie, no me apoyé tanto en eso como en que el hecho de que dos personaje, Strindberg y Marie, se reconocían como iguales y, en otras circunstancias o si fuesen de otro género, hubiesen sido almas gemelas, ya que en la obra no se entienden por una cuestión de género, por culpa tanto de uno como de otro porque él era misógino, pero ella, por una historia relacionada con su padre y los hombres que conoció, tiene un problema con el género masculino y entonces se entendían ambos muy bien pero se odiaban al mismo tiempo. Si Marie no hubiera sido homosexual o si Strindberg hubiese sido una mujer, hubieran tenido una gran historia de amor probablemente. Se entendían muy bien pero no podían soportar la imagen del otro. El autor de la obra mostró unas complejas naturalezas de sentimientos. Ya no es amor u odio sino algo más profundo que se llega con maestros como José Carlos Plaza porque tiene una gran inteligencia analizando los textos. Fue una obra que se hizo con un equipo familiar y llegamos muy lejos. La base fue trabajar desde un plano en el que yo, como actriz, no estaba acostumbrada porque se tiende a simplificar mucho más las cosas. Será uno de los trabajos que siempre recordaré y hubiese querido hacerla más pero yo he crecido con este montaje mucho como actriz.

A.R.S.: El grado de intensidad y de profundidad de esa obra lo noté al no reconocer ni a Zaira Montes ni a Jorge Torres en el escenario…

P.G.: Le voy a contar una anécdota que tiene que ver con eso y con Zaira Montes, con quien alternaba el personaje. Somos las eternas sustitutas, la una de la otra. Tenemos muchas ganas de trabajar juntas en el escenario y no sucede. Pues con La Noche de las Tríbadas en Málaga la que no actuaba se iba a la cabina de control con el técnico. El primer día fui yo allí y él me explicó temas del sonido. Al día siguiente soy yo quien actuó y Zaira Montes la que va a la cabina y le empieza a preguntar cómo hacer las cosas. A la quinta pregunta el técnico dijo: “Como ayer” y Zaira le contestó: “Ya, pero ayer yo estaba abajo”. Se pensó que éramos la misma persona. Y Zaira, cuando actué yo me dijo: “Le has encantado a una amiga mía, y se ha creído que era yo todo el tiempo”.

La actriz con sus compañeros en «La Noche de las Tríbadas»

A.R.S.: También ha sido dirigida por el actor y dramaturgo Fernando Sansegundo en César, la cual era una original y honesta propuesta porque no era la obra de William Shakespeare lo que el público iba a ver…

P.G.: Claro. La situación que se planteaba era ¿Qué pasaría si todos los personajes de la obra fueran mujeres? Podía ser un gobierno de mujeres perfectamente. Esa obra fue un gran regalo porque yo, al personaje de Casio, no lo hubiese podido hacer en la vida y es una de las cosas que me pasa con el teatro clásico. Hace poco he hecho La viuda valenciana de Lope de Vega, con un personaje muy moderno pero como actriz yo me identifico más con los personajes masculinos más que los femeninos porque normalmente su historia tiene que ver con una trama amorosa vinculada al protagonista.

A.R.S.: También la ha dirigido en La Cumbre que tenía de base el encuentro entre Isabel I y María Estuardo…

P.G.: Ese texto, de entrada, es una maravilla. Esta obra, junto con La Noche de las Tríbadas, es la que me ha ayudado más en mi progresión como actriz. La Cumbre fue otro proceso largo de preparación, concretamente año y medio con Fernando Sansegundo y Noelia Benítez, al que luego se unió Carlos Romay. Fernando como dramaturgo es digno de verlo: escribe, reescribe, lo que considera que no vale lo quita…Con él yo me entiendo muy bien y me es fácil trabajar con él aunque luego te lleva a lugares nada cómodos como actriz y plantea cosas muy interesantes. Recuerdo que tomando algo con él y con Noelia nos planteamos hacer algo sobre María Estuardo de Schiller que trataba sobre los personajes que protagonizan La Cumbre, donde la trama traslada a la actualidad pensando en que, si en el siglo XVI lo que se heredaban eran los títulos y las coronas ahora lo que se hereda son las grandes empresas y los monopolios. Entonces, en lugar de ser dos reinas, seguían siendo reinas pero empresariales, un equivalente a las Koplowitz: eran dos números uno, pero, por ser mujeres, estaban condenadas a destrozarse la una a la otra porque no había sitio para las dos.

Me dieron el papel que no pensaba que iban a dar. Luego llegamos a la conclusión de que se tomó la mejor decisión posible en el reparto. Yo que soy muy de izquierdas y muy feminista me sorprendió que entendiese tan bien al personaje que hice. La Cumbre se aproxima mucho al tipo de teatro que yo quiero hacer porque, gracias a Fernando, Noelia (con la que tengo mucha química en el escenario) y yo conocíamos tan bien la estructura de la función, los personajes y lo que les ocurre que, salir a sorprenderte al escenario, como actor te da la vida. El arte de la repetición es maravilloso si estás repitiendo por primera vez cada vez si no, es aburridísimo, y si yo me aburro haciendo teatro seguro que el espectador también. Esa función me producía vértigo y me transmitía la sensación de equipo porque Fernando no faltó a ninguna representación y nosotras le necesitábamos porque, después de cada función, nos íbamos los tres para hablar sobre cómo se había desarrollado la función del día, y esa manera de hacer teatro me apasiona.

A.R.S.: Usted, como a su compañera Montse Peidro le dije en la entrevista de la semana pasada, con José Carlos Plaza, ha pisado tanto Mérida, como el Teatro de la Comedia, con El Auto de los Inocentes y el Teatro de la Zarzuela, con Los Amores de la Inés, un título que se ha representado muy poco…

P.G.: Así es. Los Amores de la Inés es una obra que no se hace mucho en zarzuela porque tiene mucho texto y por eso estaba yo interpretando a uno de los personajes principales, ya que hablaba más que cantar y era la antagonista de Inés

A.R.S.: Y El Auto de los Inocentes era apuesta a contracorriente porque metía los clásicos en una dura realidad social…

P.G.: Claro. En principio, por el título, lo importante debían ser los Autos Sacramentales pero nosotros contábamos una historia ubicada en un campo de refugiados y se usa el arte para sanar a las personas que están en él. Además, entre todos, intentábamos comprender los horrores del mundo, la razón de unos sí y otros no, el motivo por el que unas personas viven en la miseria y otras no y que todo sea tan raro y aleatorio. El mensaje de la obra era entender el mundo a través del arte: El Auto de los Locos, el Auto de La Vida es Sueño y El Auto de los Reyes Magos, que es el más conocido. Muchos miembros del elenco hacíamos más de un personaje. Yo hacía de la Directora del campo, otros eran cooperantes, otros refugiados y luego jugábamos a representar los citados Autos Sacramentales e interpretábamos a personajes de ellos.

A.R.S.: Para finalizar, cumpliendo con el patrón de las entrevistas culturales, ¿me podría definir su manera vestir en su vida diaria y en eventos?

P.G.: En mi día a día voy muy cómoda y me veo bien con unos vaqueros y unas deportivas. Si no estoy cómoda no me desenvuelvo, ni me comporto como soy sino que permanezco incómoda. Visto casual, no muy femenina, de colores muy básicos, no suelo llevar muchos accesorios, siempre que puedo voy con zapato plano. Cuando he ido a un evento especial y he buscado a un estilista mi idea ha sido siempre acabar con la idea de que las mujeres siempre sea primavera-verano y para los hombres otoño-invierno, si el evento es en febrero, ya que yo me quiero abrigar y conseguir que la mujer no tenga que siempre con tacones, con la espalda al aire o con falda corta. La que quiera ir así, es muy respetable, por supuesto, pero que no nos hagan sentir mal. Cuando fui a los Premios de la Unión de Actores fui muy cómoda. Tengo un punto macarrilla y punky, me gustan mucho las prendas de color negro ya que me crié con el grunge y algo me ha quedado. Me gustan los aros grandes, camisetas arremangadas, las chupas de cuero. Así me siento bien y cómoda.