Mélida Molina: «Cuando se interpreta a un personaje hay que entenderlo sin enjuiciarlo»

Es curioso cómo una persona desarrolla una vocación y la vida hace que se despierten otras. Mélida Molina es actriz. De su Alicante natal se fue a Madrid y allí estudió en la RESAD. Con una extensa trayectoria sobre los escenarios, que incluye trabajos con Miguel Narros, Mario Gas o Fernando Sansegundo, y en la televisión, su creatividad también la manifiesta en el diseño de tocados con una firma propia, Vanvara, y en la fotografía. La Cultura está de Moda ha hablado con ella durante los ensayos del montaje teatral Siempreviva a las órdenes de Salva Bolta que estrenará a finales de este mes en las Naves del Español. La polifacética intérprete ha evocado trabajos en el teatro y en series, reflexionando sobre su profesión, que incluyen una doble incursión en la figura y la obra de Benito Perez Galdós de manera muy distinta pero igual de fructífera, así como el inicio en sus otras dos pasiones y cómo ha dado resultados llenos de calidad. Pasen y lean.

Foto: @moifernandezphoto

La Cultura está de Moda: Se encuentra ensayando en estos momentos la obra Siempreviva que representará en las Naves del Español ¿Qué nos puede contar de este montaje?

Mélida Molina: Se trata de una obra de un autor americano, Don DeLillo. Habla de un tema que precisamente en España se ha legalizado, la eutanasia, por lo que se habla también de la muerte, algo que todo ser humano debe afrontar aunque intente no hacerlo inicialmente, y del dolor. Es una obra dura y necesaria. No hay un juicio sobre el tema porque es muy complejo con posturas muy diferentes, todas ellas respetables y creo que la función lanza preguntas al espectador, algunas de ellas sin respuesta. En la obra hay tres personajes que se enfrentan a esta decisión intentando hacer lo que creen que es mejor. Ellos deciden una cosa pero cualquiera de nosotros puede decidir otra en un momento dado y se muestra el respeto por las personas que deciden no continuar. Creo que en la sociedad actual cuesta afrontar la muerte. Esto ocurre sobre todo en Occidente porque en cuanto algo nos duele nos tomamos una pastilla y parece que cuando la muerte aparece arrasa con todo y todo se detiene. En los países orientales la afrontan de otra manera. Para todos los que estamos embarcados en esta obra está resultando un viaje muy potente y a cada uno nos resuena de una manera diferente. En mi caso de una forma demasiado real. La obra se estrena el 28 de enero.

L.C.E.D.M.: ¿Qué nos puede destacar de Salva Bolta, el director de la obra, de quien pudimos ver el montaje que dirigió de Rinconete y Cortadillo y la ópera Tosca en la que fue ayudante de dirección de Paco Azorín?

M.M.: Tiene una forma de expresión muy particular, bella y especial. Me gusta mucho cuando me encuentro a alguien así a la hora de crear. Lo conocía personalmente pero nunca había trabajado con él. Lo que he visto dirigido por él siempre me ha gustado mucho y esta experiencia fue una sorpresa, no me lo esperaba para nada. Recibí una llamada y me embarqué enseguida.

L.C.E.D.M.: También tiene unos compañeros estupendos como Felipe García Vélez al que vimos en Cuando deje de llover y en La Orestíada

M.M.: Yo lo adoro. Interpreto a su ex mujer y estoy con él durante todo el segundo acto. Es una gozada trabajar con él. Tiene algo muy auténtico y hemos conectado muy bien en el proceso que estamos llevando a cabo. La obra tiene ya la estructura pero aún tenemos tiempo para seguir ahondado en la oscuridad y en las partes vulnerables que todos tenemos.

L.C.E.D.M.: Precisamente con el Teatro Español y las Naves usted siempre ha tenido una vinculación especial…

M.M.: Adoro el Teatro Español. Ha estado ligado a mi vida personal y profesional durante muchos años. Conozco al equipo, como a Chema Noci, desde que trabajé con Miguel Narros y él se encargaba de la peluquería. Hay mucha historia para mí en ese teatro, donde me siento como en mi casa.

L.C.E.D.M.: En la sala principal del Teatro Español usted coincidió con una de nuestras entrevistadas, Carolina Rubio, en la obra Donde el bosque se espesa, dirigida por Laila Ripoll

M.M.:. Exacto. Es la primera vez que trabajo con su compañía, Micomicón, y tienen la característica de crear familia. Me llamó Mariano Llorente, coautor del texto junto a Laila Ripoll, y seguimos manteniendo el contacto porque somos amigos. La obra se estrenó hace tres años y luego hubo un parón pero volvimos a juntarnos e hicimos gira compartiendo muchas cosas. El teatro que hacen se ocupa mucho de la Memoria Histórica, que es muy importante porque sin ella no hay identidad.

Mélida Molina en un momento de «Donde el bosque se espesa». Foto: @javier_naval_stage_photo

L.C.E.D.M.: Laila Ripoll destaca por el compromiso que tiene en todos los montajes que hace…

M.M.: Absolutamente. Nosotros estuvimos en contacto con personas implicadas en la Memoria Histórica y fuimos al desenterramiento de fosas. Ella tiene un compromiso político importante. Su teatro también es político, de denuncia, que quiere remover conciencias y que las cosas no se olviden. Todo el mundo tiene derecho a hacer sus duelos, a recuperar a sus muertos, a que se conozca la Historia y a que las barbaridades no se repitan porque parece que no aprendemos. La obra está muy unida a la guerra de Los Balcanes. Tanto Laila como Mariano estaban muy informados del tema cuando comenzamos a preparar el montaje y nos enseñaron mucho. Lo más terrorífico es el conflicto entre vecinos. En los Balcanes la herida sigue abierta y descubrimos que las fronteras están en las cabezas de las personas. Todos los conflictos surgen de ahí y yo tengo la sensación de que puede surgir otra vez porque las heridas no se han curado.

La actriz alicantina en otro momento de la obra dirigida por Laila Ripoll. Foto: @javier_naval_stage_photo

L.C.E.D.M.: Continuando hilando temas el Teatro Español está muy ligado al escritor Benito Pérez Galdós y usted ha sido la narradora del documental El Siglo de Galdós ¿cómo ha sido la experiencia?

M.M.: Muy buena. Todo surgió porque el director del documental, Miguel Ángel Calvo Buttini, hizo un documental de Donde el bosque se espesa mientras ensayábamos la obra en el Teatro del Bosque antes de estrenar. Entonces Televisión Española le propuso hacer un documental para Imprescindibles, le gustó mi voz y me dijo que quería que narrase la vida de Galdós. Es la primera vez que yo lo hacía y me ha encantado. Me ha servido mucho para aprender más sobre Galdós puesto que, aparte de lo que sabía ya, he descubierto más al hombre, cosas que no suelen contar sobre él, porque tuvo, por ejemplo, muchas amantes.

L.C.E.D.M.: Además con la circunstancia de que su vida personal influyó mucho en su obra, un aspecto en el que ahonda el documental…

M.M.: Totalmente. Descubrí ese aspecto y otros como que este país sigue igual en muchas cosas, ya que se le negó el Premio Nobel y la parte más reaccionaria de los españoles escribió para que no se le concediera. Me genera mucha tristeza que se disfrute más con el triunfo de alguien de fuera que con el de alguien de aquí. Creo que este documental debería verse en institutos porque con los documentales se aprende mucho. Se muestra todo un panorama político, literario y con conflictos porque Galdós vivió en una época muy convulsa. El documental ha funcionado bien en bastantes cines y se ha presentado a los Goya. Veremos qué pasa.

L.C.E.D.M.: Además usted ha tenido otra experiencia relacionada con Galdós gracias a una lectura dramatizada…

M.M.: Sí. La ha dirigido Beatriz Argüello, que tiene esa inquietud por dirigir y sé que lo hará en el futuro. Tiene una gran sensibilidad y me encanta que mis amigos cumplan sus sueños. En este caso la lectura ha sido de una de las últimas obras de Galdós, El caballero encantado, que Pedro Víllora ha adaptado haciendo un gran trabajo porque, salvando las distancias, es un pequeño Quijote. La hemos disfrutado mucho. Yo he hecho bastantes lecturas dramatizadas, como el Torneo de Dramaturgia del Teatro Español con un ring y, por el confinamiento, se hizo de manera virtual sin público. Lo que ocurre con las lecturas es que hay de dos tipos: la manera tradicional, con un texto y un atril, y luego hay otras en las que se añaden otros elementos como luces y acciones por lo que son algo distintas.

L.C.E.D.M.: Siguiendo con el hilo conductor, en la lectura dramatizada ha trabajado con Pedro Víllora y en el documental aparece Ana Belén. Ambos han trabajado con Miguel Narros como usted y ella hizo el mismo personaje que usted en el montaje de Tío Vania que Narros estrenó en Sevilla en 2002 junto a Nuria Gallardo y Berta Riaza, entre otros…

M.M.: Sí. Tengo muy buenos recuerdos, como la prueba que hice en casa de Miguel Narros porque no encontraban a la actriz que interpretase a Elena Andreievna y le hablaron de mí. Pidió que fuese a su casa para la prueba, fui allí elegante y en su salón, con un perro pequeño que tenía, hice la prueba, le gustó y entré en el elenco. Miguel Narros tenía un gran sentido de lo estético. Todo lo que ideaba era bello, como le ocurría a Andrea D´Odorico. Ambos eran teatro puro. Recuerdo el estreno en Sevilla y en el Teatro Albéniz de Madrid. Fue el primer papel relevante que hice junto con el que me dio Gustavo Tambascio. Tío Vania se hizo en la época en la que se hacían giras yendo a muchos sitios y estando tiempo en ellos. Fue una maravilla de montaje.

L.C.E.D.M.: Con esa obra se metió de lleno en el universo de Chejov, un autor que tenía una profundidad importante y que le daba mucha impotancia a los sonidos externos porque uno de sus temas recurrentes era el del mundo que está en proceso de cambio…

M.M.: Así es. Y el ser humano aferrándose a que ese cambio no se produzca, prefiriendo quedarse encerrado en un sitio, con tristeza y melancolía.

L.C.E.D.M.: Y su personaje era el contrapunto del de Sonia, al que daba vida Nuria Gallardo…

M.M.: Sí. Es el personaje que genera el conflicto y la pasión pero Elena, además, es una indolente total.

L.C.E.D.M.: Con Miguel Narros volvió a trabajar dos veces más. Primero en Así es (si así os parece) de Luigi Pirandello, montaje por el que fue premiada…

M.M.: Recibí el Premio de la Unión de Actores a la Mejor Actriz Secundaria. También fueron premiados Jorge Calvo y Arantxa Aranguren. Ese montaje me posibilitó compartir escenario con Julieta Serrano, gran amiga a la que quiero y adoro. A veces pienso: «Con lo que yo he admirado a esta mujer, somos amigas y tomamos té en su casa». Ahora no lo hacemos por el confinamiento. A veces echo la vista atrás recordando cuando llegué a Madrid con diecinueve años y pienso: «Madre mía». Además Pirandello te mete en un mundo particular. Era una función muy inquietante. Se trataba también el miedo a lo desconocido, al otro, a la diferencia, al que no es igual que yo. Todo eso estaba en esa función.

L.C.E.D.M.: Y su tercer montaje con el maestro Narros fue Móvil de Sergi Belbel, con María Barranco, Raúl Prieto y Marina San José…

M.M.: Sí. En ese caso fue una sustitución. He hecho varias y en esa ocasión era una función con mucho texto. Me incorporé porque la función hizo gira y Nuria González no la podía hacer y me llamaron. Mi primera función fue en San Sebastián.

L.C.E.D.M.: Haciendo un balance se puede decir que Miguel Narros la llevó a tres mundos muy diferentes entre sí…

M.M.: Sí, porque Elena de Tío Vania tenía una actitud de querer ser diferente a como es y no se atreve mientras que Móvil era una función contemporánea y el personaje era muy diferente, mucho más agresivo.

La actriz en la piel de su personaje en «Móvil». Foto: @visapour

L.C.E.D.M.: Y de nuevo en las Naves del Español representó un gran montaje: Las Troyanas, dirigida por Mario Gas

M.M.: Era un montaje brutal y maravilloso. Mario Gas también tiene ese concepto de espectáculo total y contábamos con un texto impresionante de Eurípides. Me cogió en un momento en el que pensé que a veces las funciones vienen para curar heridas, para superar cosas y afrontarlas. Imagínese este montaje en Mérida. Fue impresionante. Cuando todas las troyanas subíamos al andamio, en ese lugar al aire libre con el cielo estrellado…todo era muy potente. Luego vinimos a la sala grande del Matadero porque era un espacio también potente con un aspecto industrial. Además cuando ensayábamos recuerdo que en una de las salas no había ni suelo sino tierra. Algunas naves no estaban ni construidas.

L.C.E.D.M.: Con el aliciente de ser un texto que, aunque hablaba de la Guerra de Troya, podía trasladarse a cualquier guerra…

M.M.: Eso es lo bueno que tienen textos clásicos y eternos como éste. Son universales al igual que los de William Shakespeare. Hablan del ser humano y de temas que pasan en la actualidad, como cuando hablan de política: las traiciones y el poder son cosas que están a la orden del día y ya Eurípides hablaba de ello. En la tragedia griega hay además algo que trasciende. Como actor te lleva a un lugar como la muerte, un lugar no cotidiano de belleza y dureza que otros textos no lo tienen.

L.C.E.D.M.: Y si hablamos de personajes potentes no se puede obviar el de Martha en ¿Quién teme a Virginia Woolf? que protagonizó a las órdenes de Fernando Sansegundo…

M.M.: Creo que es de los personajes más tremendos que he hecho. Cuando me llamaron notaba que todos confiaban mucho en mí y yo sentía muchas ganas de hacerlo a la vez que el deseo de salir corriendo porque era consciente de que era un reto importante. Es una función muy dura. El final es la vida. Fue una experiencia dura, bonita y buena, con una dificultad tremenda y un gran agotamiento físico. Martha es de los personajes que te exige que te lances de cabeza. Como no te metas en lo más oscuro no hay manera. Hay resistencias personales, como en la vida. Fernando hizo un gran trabajo dirigiendo. Aprendí mucho de él. Luego escribió unas cosas preciosas sobre mí y sobre Martha que me conmovieron mucho.

L.C.E.D.M.: En su carrera también destaca su faceta televisiva. Vamos a detenernos en una serie con una frase ¿qué le recuerda: «En Inglaterra no hay más reina que yo»?

M.M.: Un personaje al que adoro. Me encanta.

L.C.E.D.M.: ¿Qué supuso para usted participar en Carlos. Rey Emperador interpretando un personaje, Catalina de Aragón, que tuvo mucho peso en la historia de Inglaterra ya que era la tía del Emperador y el trato que recibió por parte de Enrique VIII (interpretado por Alex Brendemühl) fue decisivo en el devenir del país?

M.M.: Yo, a Oriol Ferrer, el director de la serie, le dije que jamás olvidaré la prueba que hice. Las pruebas no son sencilllas pero Oriol Ferrer y Juan León me hicieron una que, al terminarla, Oriol y yo acabamos abrazados. Hay veces en las que lees los diálogos de un personaje y sientes una cosa por dentro, como que tiene algo que te hace sentir que lo puedes hacer y te apatece mucho. Cuando llamaron para decirme que lo iba a interpretar disfruté tanto. Me encantan los personajes de época. Para preparame el personaje me leí una biografía que hablaba sobre todo de la mujer que fue, lo cual es lo que me interesaba, ya que lo histórico más o menos se conoce. Lo importante y lo interesante es saber cómo era la mujer que tuvo los conflictos con Enrique VIII. Era de las más preparadas de Europa, culta, y, al final, eran dos titanes enfrentándose porque ella tenía un fundamentalismo católico que la ayudaba a seguir hacia delante fuese como fuese. Eso hacía que Enrique VIII le tuviese mucho respeto porque además se encargó de una guerra contra Escocia en ausencia de él. Era una mujer preparada para gobernar. Descubrí que es un personaje muy querido en Inglaterra, algo que a Enrique VIII le sentaba fatal. Luego hacía otras cosas que hacen que, como actriz, a la hora de interpretar a un personaje, el primer paso que haya que dar sea el de entenderlo, se trate de un asesino o sea la persona que sea. Otra cosa es que comulgues con él y en tu vida normal tengas un juicio sobre él. Yo, por ejemplo, no soy monárquica, pero, si interpretas a un personaje, no puedes enjuiciarlo, hay que entenderlo y yo, al aproximarme a Catalina de Aragón, consideré que fue una mujer que sufrió mucho cuando marchó a Inglaterra. Ella se casó primero con el hermano de Enrique VIII y venía de un lugar como La Alhambra lleno de baños. En Inglaterra se encontró una ciudad con mal olor, llena de suciedad, sientiendo mucha soledad y sufriendo poblemas de alimentación entre otras cosas. Se enfrentó de tal manera a Enrique VIII que su única opción fue llevarla al castillo pero en ningún momento claudicó en su postura.

Mélida Molina y Alex Brendemühl caraterizados como Catalina de Aragón y Enrique VIII para la serie «Carlos. Rey Emperador»

L.C.E.D.M.: Esa serie se hizo para continuar el éxito de Isabel, por lo que cuenta con el mismo equipo, en el que está, encargado del vestuario, Pepe Reyes ¿qué destacaría de su trabajo?

M.M.: Yo adoro a Pepe Reyes porque ese vestuario era maravilloso. En mi vida me he puesto unos trajes así. Siempre hace trabajos delicados, con un estudio y un conocimiento profundo de la moda del momento. Recuerdo el la escena del juicio de mi personaje porque llevaba un traje con otra cosa encima y pesaba mucho por lo que, cuando me arrodillaba, pensaba: «Dios mío, ahora me tengo que poner de pie. Con dignidad, que soy la reina de Inglaterra». Pero era ponerse esa vestimenta y ya no tenías que hacer mucho más.

L.C.E.D.M.: Otra serie en la que participó fue en Amar en tiempos revueltos, concretamente en la sexta temporada junto a José Luis García-Pérez y Cristina Plazas ¿cómo fue para usted participar en una serie diaria con un personaje que ejemplificaba la falsedad de las clases sociales altas?

M.M.: Con ese personaje se criticaba esa falsedad con la ayuda a los pobres por ejemplo pero también tenía un punto cómico, porque a mí suelen darme personajes muy dramáticos. Soy graciosa pero conecto mucho con la tragedia. Mi personaje no era protagonista, que son los que conllevan el trabajo más duro. Los actores que los interpretan estudian muchísimo sabiendo que al final deben olvidarlo para el trabajo del día siguiente. Se hace un ejercicio de memorización que es agotador. Yo lo llevé mejor porque no era tan seguido. Lo que ocurre en estas series es que no hay mucha acción sino mucho diálogo porque se cuentan las cosas. Recuerdo que me sentaba en el sofá y hablaba continuamente. A la memorización se une el cansancio, que los actores protagonistas lo tienen. Lo que sí es cierto es que, con el tiempo, la memoria se va ejercitando y todo fluye mejor.

L.C.E.D.M.: Tiene una amplia experiencia en series semanales donde ha hecho muchos personajes episódicos ¿le ha enriquecido como actriz esa variedad?

M.M.: Sí. Por supuesto. Y te sirve para entrenarte en algo complejo como es tener la opción de poder grabar. Entrar en el cine es complicado pero también en la televisión. Mi intervención en Médico de familia fue lo primero que hice en televisión. Me llamó Luis San Narciso y tenía respeto porque era mucho texto en un medio nuevo para mí. En televisión te ejercitas como actor porque todo va más rápido y al mismo tiempo estás muy alerta. Es un tipo de concentración distinta a otro tipo de trabajo. Creo que de todo se aprende y forma parte de nuestro oficio, por lo que a mí me ha servido. Lo que ocurre es que, al ser personajes capitulares, cuando ya te has acostumbrado te tienes que ir porque el trabajo ha finalizado.

L.C.E.D.M.: Con el paso del tiempo la ficción española ha ido evolucionando…

M.M.: Sí. Yo pienso que hay que ser irreverente y tratar temas no sólo de adolescentes. Las personas con más edad tenemos experiencias y otra visión del sexo, de la política o de las relaciones. Matadero, por ejemplo, me encantaba porque tenía eso.

L.C.E.D.M.: Usted tiene otras facetas como es el caso de la elaboración de tocados con su marca Vanvara ¿cómo se introdujo en ese mundo?

M.M.: Dentro del mundo de la moda siempre me han gustado los sombreros y los tocados. Cuando yo era adolescente en Alicante llevaba sombreros y la gente me decía cosas por la calle pero yo seguía llevándolos porque considero que el vestuario es una expresión de identidad, de reivindicación, sobre todo en la adolescencia. Al instituto, por ejemplo, nunca iba en chándal. Allí precisamente, en un grupo de teatro que había, aunque no sabía coser, me invetaba sombreros. Siempre me ha gustado. Ocurrió una cosa muy tremenda en mi vida y de pronto empecé a hacer cosas con fieltro porque necesitaba evadirme y todo lo manual ha estado muy presente en mi vida: Mi hermana es escultora y mi padre orfebre. Ella está en un estudio que se llama Todomuta en la calle San Luis de Sevilla, dentro de un lugar llamado Rompemoldes. Empecé con el fieltro pegando cosas. Me gustan mucho todos los oficios, entrar en un taller y que se mantengan y que se mezclen con lo conteporáneo porque los considero necesarios. Contacté con Ana de la Guerra, que es una maestra maravillosa, y ella me enseñó lo básico de la sombrerería, aunque luego hay una parte importante de experimentación. No soy una diseñadora al uso. Sí me gusta, por ejemplo, la elegancia de los años treinta, la belleza, todo lo elegante, lo poco ostentoso, que haya armonía. Mi cuñado me ayudó a generar la marca y vi con el tiempo que iba aumentando todo, incluida mi creatividad, e hice una página web. Es una zona de libertad. Tanto mi hermana como yo hemos aprendido de mi padre la precisión y el cuidado que hay que tener para este trabajo. Me encanta el proceso de creación y hacer algo elegante que desees ponértelo. Cuando no he hecho teatro he sido muy feliz haciendo tocados. He colaborado en proyectos y me han comprado artículos para las series Acacias 38 y Víctor Ros. Hice como cinco sombreros de época. Para mí es un sueño compaginar mi faceta de actriz con ésta porque colaborar con diseñadores de vestuario me encanta.

L.C.E.D.M.: Una de esas colaboraciones ha sido con Guadalupe Valero en el vestuario de la obra de teatro En palabras de Jo…Mujercitas ¿cómo ha sido la experiencia?

M.M.: Ha sido maravillosa. Guadalupe y yo somos amigas y la admiro como diseñadora. Me ha dado la oportunidad de hacer algo que yo tenía ganas de que se cumpliese y lo he podido realizar. He descubierto que cuando uno se pone al final puede hacer más cosas de las que cree que es capaz por miedos o inseguridades. Hay algo innato en mí con respecto a la moda. Hemos conectado ambas al instante. A las dos nos encantan los trajes de época. Si le proponía algo ella lo aceptaba y si ella me decía algo que necesitaba yo captaba el concepto de lo que me pedía y viceversa. Guadalupe ha hecho un trabajo fantástico con la armonía de los colores. Ha sido fácil, soprendente y me he quedado con más ganas de seguir colaborando con ella y con otras personas que necesiten sombreros, tocados o un ayudante de vestuario.

Una escena de «En palabras de Jo…Mujercitas» con los coronas de Mélida Molina complementando el vestuario de Guadalupe Valero. Foto: @esmeraldamartinphoto

L.C.E.D.M.: Otra de sus facetas es la de fotógrafa…

M.M.: La fotografía me apasiona y nunca la había hecho antes. Surge, como muchas cosas en mi vida, por una pulsión interior, por algo que necesito expresar. Empecé haciendo autorretratos con mi móvil. Eran las dos de la madrugada y hasta que no salía lo que quería no me quedaba tranquila, porque sentía que, de otra manera, no podía expresarlo. Monté teatros para hacer fotos y entré en un lugar que no se puede explicar, como cada vez que se empieza a crear. Luego me apunté a un curso en la Escuela de Fotografìa Blanco y Negro porque, como en el caso de la sombrerería, quería aprender algo básico para después experimentar. Un amigo me dijo que tardaba en abrir una cuenta en Instagram. Lo hice y hago fotografías. Técnicamente me falta mucho pero muchas veces me gusta ver el mundo de otra manera.

L.C.E.D.M.: A la hora de fotografiar ¿es de las personas que ve algo por la calle y siente la necesidad de fotografiarlo al momento?

M.M.: Sí. A veces veo imágenes todo el tiempo. Yo misma me digo: «Mélida, para ya». Veo imégenes y simetrías. A veces las hago al momento o me quedo con la idea o lo preparo mucho pero por la calle voy observando constatemente y veo líneas, contrastes o imágenes en los ensayos que estoy haciendo ahora.

L.C.E.D.M.: Esto conecta con algo que nos han dicho compañeros de su profesión: una de las cosas que hacen los actores es observar por la calle para captar cosas, aunque sean mínimas, para incorporarlas a un personaje…

M.M.: Sí. Me gusta mucho el erotismo de la fotografía, en el sentido de lo que se percibe en un ojeto más que lo que enseña. Es más interesante intuir que mostrar. Ese misterio de las fotografías creo que es lo más interesante porque la forma que tiene cada persona de hacer una fotografía es su percepción personal del mundo. Es cierto que cada persona muestra atención a un detalle o una misma escena puede verla de manera diferente a otra. Depende también desde dónde mira la persona. Yo, por mi trabajo, estoy muy en contacto con las emociones. Recuerdo una ocasión en la que, con una amiga en una exposición contemporánea en Alicante, vi una fotografía de una fábrica abandonada con unas cocinas antiguas. Pues le dije a mi amiga: «Estoy viendo bajar a Lady Macbeth por aquí diciendo el monólogo» y ella admitió que no veía eso pero que se lo había explicado tan bien que le convencí.

Tres muestras de las fotografías realizadas por la actriz. Fotos: @melidafotografia

L.C.E.D.M.: Para acabar dos preguntas con las que solemos acabar las entrevistas: ¿podría decirnos aquel vestuario que ha llevado y le ha gustado especialmente?

M.M.: Serían dos: El de Carlos. Rey Emperador de Pepe Reyes y el de Tío Vania que hicieron Miguel Narros y Andrea D´Odorico. Era una preciosidad de una gran elegancia. Primero llevaba un traje de chaqueta, luego sacaba un quimono de seda natural y en la última escena sacaba un abrigo ruso con sombrero. Andrea D´Odorico tenía la elegancia del clasicismo y lo reflejaba tanto en las escenografías como en el vestuario. Era veneciano y tenía toda la cultura italiana en su ser. Sabía muchísimo de teatro.

Mélida Molina en «Tío Vania» con el vestuario diseñado por Miguel Narros y Andrea D´Odorico

L.C.E.D.M.: Para terminar ¿nos definiría su estilo a la hora de vestir?

M.M.: Me gusta mucho el glamour pero no exagerado. Tengo predilección por los complementos, sentir que llevo un vestido con unos zapatos especiales. Tiene que ser algo distinto, que llame la atención por su belleza y por su potencia. Me gusta llevar puestas prendas con aroma de antaño mezcladas con algo contemporáneo, como algo de cuero y unos zapatos de los años cincuenta, por ejemplo. Necesito que lo que lleve tenga algo rompedor. Siempre estamos expuestos a las tendencias pero normalmente llevo lo que me gusta. No me importa si la prenda se lleva ahora o es de hace mil años. Si a mí me gusta me la pongo. Tiene que tener alma, algo. No sigo a nadie. Para mí la ropa es importante porque expresa mucho. Cuando voy a un evento me cuesta encontrar ropa que yo considere que me identifico con ella, porque considero que es algo muy personal.

Foto: @moifernandezphoto