«Romeo y Julieta»: Amor maldito

Hay historias de amor trágicas desde que el mundo es mundo pero la escrita por William Shakespeare en Romeo y Julieta ha trascendido el paso de los siglos y ha calado en la cultura de una manera muy honda, como demuestran la literatura posterior a esta obra de teatro o el cine, que la ha adaptado desde la manera más clásica, como mostraron las películas dirigidas por George Cukor en 1936 con Leslie Howard y Norma Shearer y por Franco Zeffirelli en 1968 con Leonard Whiting y Olivia Hussey , galardonada con dos Oscar: al Mejor Vestuario y a la Mejor Fotografía, hasta de forma moderna como la versión dirigida por Baz Luhrmann en 1996 con Leonardo DiCaprio y Claire Danes. También la historia de los amantes de Verona ha servido de inspiración a películas premiadísimas como el musical West Side Story (Robert Wise y Jerome Robbins, 1961), con Natalie Wood, Richard Beymer y los premiados Rita Moreno y George Chakiris o de gran popularidad como Rebeldes (Francis Ford Coppola, 1983) basada en una novela de culto de S.E.Hinton con un reparto que incluían a unos jovencísimos Tom Cruise, Matt Dillon, Diane Lane, Patrick Swayze, Rob Lowe, Ralph Macchio, Emilio Estevez o C. Thomas Howell.

Yendo ya al montaje teatral que nos ocupa es de agradecer que esta obra de Shakespeare se vuelva a poner en pie. Primero la vimos, en lo que a España se refiere, en televisión en un estupendo Estudio 1 de 1972 dirigido por José Antonio Páramo encabezado por Ana Belén, Tony Isbert y Agustín González. La vimos en su momento representada en una producción de La Madeja Teatro, y Teatro Clásico de Sevilla (responsable del montaje del que vamos a hablar), la montó el año pasado para el disfrute del público, con el aliciente de esta temporada tan inusual de reponerla incluyéndola en un programa doble en el Teatro Lope de Vega de Sevilla junto con Luces de bohemia de Valle-Inclán para conmemorar sus quince años de existencia.

Lara Grados y Ángel Palacios, la pareja protagonista de «Romeo y Julieta». Foto: @luis_castilla_fotografo

No es la primera vez que la compañía liderada por Juan Motilla y Noelia Díez monta una obra de Shakespeare ya que hizo un maravilloso montaje de Hamlet hace cinco años. En esta ocasión, contando de nuevo con versión y dirección de Alfonso Zurro que tantas alegrías nos da a los espectadores gracias a su saber hacer y traslada la acción a la España de la Guerra Civil para incidir en el tema de los bandos enemigos, en cada uno de los cuales se encuentra uno de los miembros de la pareja que da nombre a la obra.

Zurro trabaja, en el aspecto técnico, con profesionales con los que demuestra una vez más que se compenetra a la perfección. Además de Verónica Rodríguez como ayudante de dirección, el montaje cuenta con la escenografía de Curt Allen Wilmer, la cual se centra en esta ocasión en un muro rotatorio manualmente que sirve de manera simbólica para incidir en el tema de la separación de la España de finales de los años treinta del siglo pasado, y física para transitar a los distintos escenarios donde transcurren las escenas.

Un potente momento de la obra. Foto: @luis_castilla_fotografo

La iluminación de Florencio Ortiz es de una gran potencia, creando climas y transmitiendo sensaciones y sentimientos mientras que el vestuario de Carmen y Flores de Giles tiene sus picos más altos de belleza en el vestido de Julieta al final de la obra, en los trajes del baile, en el traje del monje, al que no le falta detalle y en la vestimenta de Rebeca Torres, impecable como señora Capuleto y cuyo maquillaje y peluquería, a cargo de Manolo Cortés, le da un aire de sofisticación que le va como un guante al personaje, así como el ama interpretada por Amparo Marín tiene, gracias al vestuario y a su peinado, un aire más recatado. Todo lo dicho envuelto con la música de Jasio Velasco, con pinceladas de suspense.

El baile, un importante momento de la obra. Foto:@luis_castilla_fotografo

Con respecto a los actores hay que volver a incidir en la maestría con que Rebeca Torres y Amparo Marín componen sus personajes. La primera mencionada hace suya a la madre de Julieta y está impecable, mientras que Marín añade a ese recato exterior una picardía interior que da lugar a pensar que el deseo arde dentro de ella. Manuel Monteagudo compone perfectamente al fraile, por cierto, la primera vez que lo vemos sin su habitual barba y Antonio Campos hace con Torres un perfecto binomio como matrimonio que quiere lo mejor para su hija, aunque no tengan en cuenta su opinión.

Por su parte sorprende la naturalidad, frescura y espontaneidad en primer lugar por Ángel Palacios y Lara Grados como los jóvenes amantes. Dicen el texto de una manera natural con ausencia de exageración y eso acerca más el texto de Shakespeare al espectador. Hay un matiz personal que hemos apreciado: nos ha parecido que se ha querido reinicidir en la pureza de su amor, aunque el deseo sexual es normal que vaya unido a él, pero los personajes no se mueven por sus bajos instintos sino por la ilusión de un primer amor verdadero y eso tanto Palacios como Grados lo han sabido transmitir muy bien para que contraste aún más con el trágico final de su historia de amor por carambolas del caprichoso destino. Además Grados proporciona una de las imágenes más impactantes del montaje cuando deja caer su cuerpo al tomarse el brebaje que la hará parecer estar muerta.

Y el resto del reparto no se queda atrás: José Luis Bustillo, el inolvidable preso de Luces de bohemia que interpretó para esta misma compañía, se desdobla en dos enemigos de Romeo pero con matices distintos, a pesar de idéntico destino: el noble Paris que aspira a casarse con Julieta y Tobaldo, el capuleto irascible, cuyo primer enfrentamiento con Romeo y sus amigos significa el comienzo de la serie de trágicos acontecimientos que contiene la obra. Luis Alberto Domínguez como Benvolio y Santi Rivera como Mercucio aportan esa dosis de lealtad y de amistad que apoya a Romeo hasta el final, con bromas verbales y gestuales que dan cuenta de la complicidad de los tres personajes.

Santi Rivera, Luis Alberto Domínguez y Ángel Palacios, o Mercucio, Benvolio y Romeo. Foto: @manuel_israel_

Teatro Clásico de Sevilla sigue, con Romeo y Julieta, haciendo teatro con sentido y sensibilidad, como demuestra la utilización de las flores para ocultar la muerte, otro recurso más como si de una chistera de mago infinita se tratase.