Rocío Marín: «Para un actor el vestuario es como su propia piel»

Hay personas que ven cómo el esfuerzo paso a paso tiene su recompensa, como lo demuestra la actriz Rocío Marín. Nacida en Jerez de la Frontera se formó en el Laboratorio William Layton y ha desarrollado una prolífica carrera sobre los escenarios a lo que se suma las alegrías que el sector audiovisual le está dando recientemente. Inquieta, versátil y apasionada Marín ha concedido una entrevista a La Cultura está de Moda donde nos relata vivencias profesionales futuras, presentes y pasadas que nos llevan del Teatro Romano de Mérida a La Casa de la Portera pasando por el Teatro María Guerrero. Pasen y lean.

Foto: @mantrana

La Cultura está de Moda: El sector audiovisual le está dando muchas satisfacciones, prueba de ello son sus próximos proyectos…

Rocío Marín: Voy a rodar dos películas. Una se titulará El universo de Óliver que dirige el algecireño Alexis Morante. Estará ambientada en Algeciras en los años 80 y tiene mucha importancia el cometa Halley. El reparto lo encabezan Juan Diego, María León y Salva Reina. Está basada en la novela de Miguel Ángel González. El otro proyecto se trata de la nueva película de Juan Miguel del Castillo, el responsable de Techo y comida. Se titula La maniobra de la tortuga y es un filme policiaco, un género muy interesante para explorarlo como actriz, basada en la novela de Benito Olmo y de nuevo protagonizada por Natalia de Molina, como su anterior película. Se rodarán en primavera. Son papeles de reparto y estoy muy contenta porque me permite rodar en mi tierra, Andalucía, algo que me apetecía mucho.

L.C.E.D.M.: ¿Qué ha supuesto para usted la película Mi gran despedida dirigida por Antonio Álamo y Antonio Hens?

R.M.: Ha sido la primera gran oportunidad en este medio porque es un personaje con envergadura, que sostiene la trama de una película. Hacer un personaje protagónico es difícil. Milagri, la mujer a la que doy vida, me ha dado mucha alegría, aprendizaje y la sensación de haber puesto un pie en el audiovisual. Además me he rodeado de compañeras maravillosas como Carolina Rubio o Eloína Marcos entre otras. Me alegra que, a actrices que llevamos trabajando mucho tiempo, nos den la oportunidad de aparecer en la gran pantalla.

L.C.E.D.M.: Con Antonio Álamo había trabajado anteriormente…

R.M.: Sí. Trabajé en la compañía Chirigóticas durante un año sustituyendo a Teresa Quintero en Juanita Calamidad con la que hicimos gira y temporada en los Teatros Luchana de Madrid. Ahí conocí a Antonio Álamo y se creó entre nosotros una complicidad. Parecía que nos conocíamos de antes. Se creó un vínculo, me llamó para el casting de la película, pasé varias pruebas y finalmente me escogieron para el personaje.

L.C.E.D.M.: Está dando pasos firmes en el audiovisual pero tiene una importante carrera sobre los escenarios trabajando, por ejemplo, con Fernando Sansegundo, quien le ha dirigido y con quien ha compartido escenario…

R.M.: Con Fernando Sansegundo he tenido un vínculo muy fuerte. Fue el autor y director de Barrocamiento, una obra en verso que demuestra lo prodigioso que es. El texto se publicó y tengo la sensación de que se estudiará, porque lo que hizo, transmitiendo la voz de tres escritoras del Barroco, fue maravilloso. Luego la relación laboral se extiende a César, de la que es autor del texto, la dirige y actúa. Y se completa todo compartiendo con él escenario en Prometeo.

Rocío Marín caracterizada para «Barrocamiento»

L.C.E.D.M.: Con este último título mencionado debuta en Mérida de la mano de José Carlos Plaza ¿qué balance hace de esa experiencia ?

R.M.: Es una obra con un reparto maravillloso. Fue algo que no tiene nombre de lo impresionante que fue. Creo que un actor ya puede descansar en paz al pisar el escenario de Mérida. Considero que es una experiencia que hay que pasar en tu carrera actoral. Es como de otro planeta. Se tiene la sensación de estar en otra dimensión. Hay algo allí que tiene mucho poder: la vibración de las personas, el lugar, que te abraza y te impulsa. Me sentía volar.

L.C.E.D.M.: A eso ayudaba mucho el vestuario de Pedro Moreno…

R.M.: Es que era un sueño, un vestuario fantástico. Llevaba una cola de tres metros. Me preguntaba cómo me iba poder mover entre esas piedras. Sentí que me dio una sensación de tener súper poderes. Recuerdo que sostenía además una tea larguísima y entre el viento, la noche y el color rojo de mi vestuario encarnando a la Libertad se produjo algo impresionante. No tengo palabras para describir esa experiencia. Es un regalo que me ha dado la vida.

La actriz jerezana encarnando a La Libertad en «Prometeo». Foto: Jesús Casillas

L.C.E.D.M.: Con su entrevista hemos entrevistado a todos los miembros del coro de ese montaje ¿cómo recuerda ese trabajo usted, al no ser voces al unísono, sino sobrepuestas?

R.M.: Debería de haber ido gente para que observase cómo se trabajó. Lo que José Carlos Plaza hizo fue música. Creo que, en el fondo, él también es músico. Parece imposible hacerlo en apariencia, ya que cuentas con algo más de cuarenta días para ensayar. Se reformuló el coro tradicional porque tú empiezas una oración donde hay un acento en un sitio pero el compañero también comienza por lo bajo y tienes que saberte lo tuyo y lo de los demás para comenzar desde abajo, luego subir y empastar con el resto. Es un entrenamiento que te ejercita el músculo actoral de una manera tremenda.

L.C.E.D.M.: Con los montajes mencionado ha trabajado con dos directores excepcionales que provienen del Laboratorio William Layton, donde usted se formó ¿Qué destacaría de cada uno de ellos?

R.M.: De José Carlos Plaza me emociona su implicación, como si el teatro fuese un trabajo de orfebrería, yendo al detalle, es muy exquisito y tiene una gran capacidad de trabajo. Es inagotable. Creo que él se recarga con algo que le proporciona el teatro. Y destaco su amor a los actores. Los cuida, los quiere y los protege. Una vez que has trabajado con él te das cuenta de su nivel de excelencia, una palabra que considero que le va como anillo al dedo para definirlo. Luego recuerdo que Fernando Sansegundo me dio clases de análisis textual, trabajando mucho el verso. Tiene rigor, algo que viene de la vieja escuela de la que yo me considero que formo parte y que se inculcaba en el Laboratorio William Layton con profesores como él, Antonio Llopis, José Pedro Carrión, Arnold Taraborrelli o Begoña Valle, lo mejor de lo mejor. Además del citado rigor Fernando Sansegundo es un maestro de la palabra, le apasiona lo que hay detrás de cada una. Se pierde en ese mar y te hacer amarlas y respetarlas mucho.

L.C.E.D.M.: También ha trabajado con un gran actor que como director también es maravilloso, David Boceta ¿Qué destacaría de él?

R.M.: Como director es fantástico. Recuerdo que dirigió en la RESAD un montaje de Otelo con Raúl Prieto como obra de final de curso. David me encanta como actor y como director es un diez para mí. Trabajé con él en Safronia, una obra escrita por José Padilla. David Boceta también tiene mucho rigor y entrega, además de trabajar desde el placer, la alegría y la facilidad. Te hace jugar a la vez que hilas fino. Es muy metódico pero te lo hace pasar bien trabajando y reír mucho.

Marín como en «Safronia» dirigida por David Boceta

L.C.E.D.M.: Usted se metió en el universo de William Shakespeare, aparte de en la mencionada César, en Un cuento de invierno dirigida por Carlos Martínez-Abarca…

R.M.: Así es. Es otro director incansable. Se parece mucho a José Carlos Plaza en ese aspecto. Parece ruso, algo que le viene de su formación en ese país. William Shakespeare son palabras mayores pero con Carlos le aseguro que es un auténtico placer trabajar un texto de este autor porque sabe de él lo que no está escrito, muchísimo, y te hace indagar muy profundamente, ya que es lo concreto de lo concreto. Trabajar con él es otra gran experiencia. Yo tuve la oportunidad de hacer en esa obra dos grandes personajes: Paulina, que se enfrentaba con el Rey Leontes y se asemeja a Agustina de Aragón, un tipo de personaje que me gusta mucho. Luego hacía el gañán, el bobo del pueblo y era increíble como actriz pasar al otro extremo en una misma obra, es vertiginoso.

La actriz en «Un cuento de invierno» de William Shakespeare

L.C.E.D.M.: Otro título destacado en su trayectoria es Ascensión y caída de Monica Seles

R.M.: Fue otro montaje genial. Se estrenó en La Casa de la Portera, un espacio que supuso una revolución en Madrid, ya que permitía crear y que el público te viera muy cerca. Trabajé allí varias veces: En este montaje, en el ya mencionado Sanfronia y en Ustedes perdonen, dirigido por Salva Bolta. En el montaje que menciona, dirigido por Víctor Velasco, yo hacía de Monica Seles. Era una obra que trataba el cómo, de repente, te gira la vida. Antonio Rojano, el autor de la obra, mezcla muchos mundos pero siempre basándose en la actualidad y creó el paralelismo entre lo que le ocurrió a la tenista, que fue espeluznante, y cómo la vida puede dar la vuelta, algo que se puede aplicar a la situación que vivimos ahora mismo. Creo que hoy comprenderíamos más ese texto.

La actriz en «Ascensión y caída de Monica Seles»

L.C.E.D.M.: Tabién tiene la faceta de docente ¿qué desea transmitir sobre todo a sus alumnos?

R.M.: Me obsesiona el compromiso con la verdad. Aunque los talleres sean lúdicos y nos lo pasemos bien me emociona que vivamos una experiencia inolvidable y que realmente nos estemos jugando algo de nosotros de verdad cuando trabajamos, no quedarnos aparte de la situación, sino mojarnos. Eso me define en los talleres. Busco mucha entrega. Bien es cierto que estoy influenciada por haber tenido grandes maestros y haber trabajado con gente muy buena. Eso hace que considere estar trabajando con profesionales.

L.C.E.D.M.: ¿Qué importancia tiene para usted el vestuario en la composición de un personaje? ¿Me podría destacar alguno de los que haya llevado?

R.M.: Considero que el vestuario es fundamental. Nosotros lo denominamos el externo. No es una palabra excluyente porque, para el actor, el vestuario tiene que ser su propia piel. Yo reconozoco que me obsesiono, entre comillas, con el zapato. Hasta que no tengo el zapato del personaje no sé hacerlo porque no sé como caminaría y, si eso no se sabe, el personaje no está. Es básico. Si tengo que destacar un vestuario tengo que mencionar dos: el de Prometeo, de Pedro Moreno, y el de la obra Tres sombreros de copa de Miguel Mihura que hice en el Teatro María Guerrero dirigida por Natalia Menéndez. Ese vestuario lo diseñó María Araújo, que ya no está entre nosotros, y, además, era la segunda vez que ella me vestía porque yo hice la ópera María Moliner con dirección escénica de Paco Azorín y ella era la que diseñó el vestuario. En Tres sombreros de copa yo interpretaba a Madame Olga, la mujer barbuda. Curiosamente, los dos montajes que le he destacado los hice el mismo año.

Marín en «Tres sombreros de copa», con el vestuario de María Araújo

L.C.E.D.M.: ¿Cómo definiría su manera de vestir en su vida diaria y cuando asiste a eventos?

R.M.: Me gusta vestirme bien. Me considero presumida con la ropa. Soy sencilla pero cuido mucho lo que llevo puesto. Soy un poco neoyorquina. Uso una zapatilla casual pero luego me pongo una chaqueta con una camisa que ya te arma el cuerpo. Me gusta vestir cómoda en mi vida diaria pero con un toque sofisticado. Y en los eventos el vestuario me lo curro. Acudo a showrooms o a tiendas que me proporcionen lo que quiero. Me gustan los vestidos largos y los pantalones con chaquetas.

José Luis Verguizas: «Desde el amor todos trabajamos mejor»

Los clásicos nunca pasan de moda y de eso sabe mucho José Luis Verguizas. Nacido en Sevilla en 1990 creció en Los Palacios y Villafranca. Su inquietud por ser actor le llevó a formarse en la ESAD de Sevilla y actualmente reside en Madrid. Hace dos años y medio, tras pasar por compañías como Teatro Clásico de Sevilla o El Aedo Teatro, formó parte de la quinta promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico siendo dirigido por Helena Pimenta, Miguel del Arco, Bárbara Lluch, Alfonso Zurro o Iñaki Rikarte a lo largo de su imparable carrera. Además Calderón de la Barca, Lope de Vega, Agustín de Moreto o William Shakespare son autores con los que este actor se siente como pez en el agua participando en montajes teatrales y lecturas en sitios muy diversos. De todo esto y más ha hablado para La Cultura está de Moda, con una sencillez que demuestra el buen fondo que tiene y que se suma a sus grandes dotes como actor. Pasen y lean.

Foto: @moifernandezphoto

La Cultura está de Moda: Antes de hablar más detalladamente ¿qué balance hace de su experiencia profesional en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico?

José Luis Verguizas: Ha sido una experiencia maravillosa. El elenco que se conformó fue fantástico y hay compañeros que hoy en día son amigos íntimos. Precisamente con varios estoy embarcado en un montaje, Arte Nuevo, que estrenaremos próximamente y lo dirige uno de mis compañeros de promoción, Mariano Estudillo. Es un profesional polifacético: actúa, canta y, de manera autodidacta, toca varios instrumentos, como el piano, la guitarra o el bajo por decirle sólo algunos. Lo admiro mucho. Tiene unas ideas muy concretas.

L.C.E.D.M.: ¿Qué detalles puede dar de ese montaje?

J.L.V.: La directiva de la Compañía ha cambiado con la llegada de Lluís Homar y Mariano Estudillo le propuso a su ayudante, Fran Guinot, un espectáculo, Lluís Homar lo aprobó y se trata de una coproducción con Tabula Rasa, la compañía de Mariano. Él tiene mucho talento y empuje. Como le dije antes, se titula Arte Nuevo, y la idea es hacer dos funciones en Madrid, concretamente en la Sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia, y luego girar por toda España. El objetivo es llevar el teatro clásico del Siglo de Oro al público, sobre todo al adolescente, sirviéndose, además, de elementos multimedia como las redes sociales y elementos visuales. Para que se haga una idea de las propuestas que Mariano tiene, yo, en el montaje, hago del Narciso de la obra Eco y Narciso de Calderón de la Barca. Pues se le ha ocurrido que mi personaje sea un trapero, algo que, al leer la obra palabra por palabra, encaja a la perfección. Ello demuestra la universalidad de estos textos porque, sin quitarles una coma, se pueden actualizar y que el público joven se entere perfectamente de la historia a la vez que ve en el escenario unas situaciones que les suenan. Eco y Narciso va, al fin y al cabo, de dos personas que se enamoran. Es una obra preciosa en la que se ve cómo Calderón trabaja el verso. Cuando se pone trascendental es una maravilla, como en La vida es sueño. El alcalde de Zalamea es más terrenal si se la compara con estas dos obras. El montaje une la obra que le he mencionado, con Fuenteovejuna de Lope Vega y Valor, agravio y mujer de Ana Caro, dramaturga sevillana del Siglo de Oro. Se cogerán escenas de las tres y se representarán junto con la idea de Mariano de trabajar, inicialmente, la autoficción. Es una mezcla preciosa. Estoy muy agradecido de que él cuente conmigo porque, además, considero necesario que este tipo de proyectos se hagan en la Compañía Nacional de Teatro Clásico por la labor que lleva a cabo.

L.C.E.D.M.: Su trayectoria en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico ha sido espectacular…

J.L.V.: Imagínese. Yo pienso a veces en esta etapa de mi vida y lo primero que me sale es expresar un total agradecimiento. He tenido la posibilidad de trabajar con Iñaki Rikarte en El desdén con el desdén, que estuvo nominada a los Premios Max, después hice el personaje de Clotaldo en La vida es sueño dirigido por Helena Pimenta. Ese personaje tiene sesenta años pero lo disfruté desde un lugar que me gustaría retomarlo unos años más tarde. Luego trabajar con Miguel del Arco en La señora y la criada es otra experiencia que no olvidaré. Es certero y eficiente y una maravilla de persona, muy humilde. Con todo el nombre que tiene es de las personas que quieres encontrarte en tu carrera porque son trabajadoras y no trabaja desde el ego para nada.

L.C.E.D.M.: ¿Qué sientió cuando supo que formaba parte de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico?

J.L.V.: Sentí alivio. Venía de trabajar con otra compañía, El Aedo Teatro, con la que he estado mucho tiempo y su director, Jesús Torres, me ha dado muchas oportunidades, aprendiendo a hacer teatro de batalla, de hecho sigo vinculado a ella en la actualidad en el montaje Otelo #enlared que aún sigue moviéndose. Siento que he tenido mucha fortuna con las personas que me he encontrado por el camino. Tras una gira con esta compañía me enteré de las pruebas para entrar en la JCNTC. Envié la solicitud a principios de 2018, ya que cumplía el requisito de tener menos de veintiocho años. Mandé curriculum con foto y una carta de motivación. La primera criba es grande. Luego te proponen hacer unos monólogos, uno cómico y otro dramático delante de un jurado compuesto en mi caso por profesionales como Laila Ripoll, Pepa Pedroche o Yayo Cáceres. Con ellos delante no se me ocurrió saltarme nada, ni pausas ni cesuras. También te entrevistan y si pasas esa fase se hace un taller durante dos semanas más o menos con profesores de canto, de verso y de baile. Se trabajaron escenas a nivel laboratorio con Eduardo Vasco. Ya está presente la directiva de la Compañía en esta última fase y de los veintisiete que quedábamos se redujo el grupo a los nueve miembros finales que integramos la quinta promoción.

L.C.E.D.M.: Lo primero que hace es la cuarta edición de Préstame tus palabras

J.L.V.: Así fue. Las pruebas que he mencionado acabaron en junio y este espectáculo lo comenzamos a ensayar en septiembre y hasta diciembre lo estuvimos haciendo. Yo estaba bastante acostumbrado al formato por mi trabajo con El Aedo Teatro con textos grecolatinos. Nos dejaron muy claro que nuestras palabras eran las de la institución y eso implica un rigor y un lugar.

L.C.E.D.M.: Además es una manera de mostrar el patrimonio que tenemos ya que la cantidad de obras del Siglo de Oro es enorme…

J.L.V.: Sí. La riqueza literaria que hay en España es enorme y solemos a veces pensar que es menor con respecto a otros países en esa misma época. Si vemos el período isabelino nos encontramos con William Shakespeare o Christopher Marlowe que son maravillosos pero es que España tenemos a Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina y otros autores poco tiempo después como Agustín de Moreto que es muy divertido. Tiene chistes muy bien elaborados que provocan la risa inevitablemente, por ejemplo. En Préstame tus palabras se transmite ese patrimonio de una manera directa ya que se va con un atril y se hace una especie de lectura dramatizada porque lo que importaba era la sonoridad, no la actuación del actor. Luego en los coloquios te encontrabas reacciones de todo tipo pero nos encontramos con reflexiones y comentarios muy interesantes e incluso había gente que se planteaba dedicarse a la profesión y la sensación de que tu trabajo, que es tu pasión, llega de esa manera a varias personas, es estupenda.

L.C.E.D.M.: Y el primer montaje que hace en escena es El desdén con el desdén del mencionado Agustín de Moreto. Precisamente otra obra suya, El lindo Don Diego, tuvo mucho éxito hace unos años cuando lo montó la CNTC por lo que hacer otra obra de este autor tuvo que ser muy divertido…

J.L.V.: Me hablaron tan bien de ese montaje que lo pedí al Centro de Documentación Teatral. Lees el texto original y los gags son una maravilla. Estoy seguro de que, si los incluyesen en series de humor como La que se avecina la gente se partiría de risa.

L.C.E.D.M.: El desdén con el desdén trata un tema muy recurrente en esa época. De hecho se dice que la obra Los milagros del desprecio de Lope de Vega fue la que inspiró la obra de Moreto…

J.L.V.: Era algo muy común. Los autores del Siglo de Oro se influenciaban mutuamente y no tenían ningún problema en copiar ideas, argumentos o incluso versos. Hasta un mismo autor escribía versos iguales en obras diferentes. Se tenía un concepto muy distinto de la copia con respecto a ahora. Había mucha más libertad a la hora de escribir y crear.

L.C.E.D.M.: El montaje que usted hace de El desdén con el desdén sigue la senda ya mencionada de actualizar un texto clásico…

J.L.V.: Ese factor depende mucho del director o directora que lo afronte. El verso suele ser íntegro o con ligeras modificaciones aunque se actualice temporalmente la obra. Recuerdo que Ikerne Giménez, la diseñadora del vestuario, se inspiró en los años sesenta del siglo pasado. Iñaki Rikarte es un director maravilloso. En su trabajo es muy riguroso. No para hasta que no llega a la comprensión total de la obra pero, eso sí, luego no se le escapaba nada y eso luego se vio reflejado en el montaje: el público lo entendía absolutamente todo porque nosotros lo teníamos muy claro y, así, los espectadores vuelan contigo. La labor que se lleva a cabo para que la obra la entienda el público recae en todos los que formamos parte de ella.

José Luis Verguizas, a la izquierda en «El desdén con el desdén». Foto: Sergio Parra

L.C.E.D.M.: Siguiendo cronocógicamente, lo siguiente que hace es Todo es guerra en el Museo del Prado…

J.L.V.: Ese espectáculo lo disfruté muchísimo. Era similar al formato de Préstame tus palabras, con atril también, y un personaje que me encanta es Pedro Crespo de El alcalde de Zalamea. Si algún día lo hago en un montaje será una satisfacción interior. Se suma que, por mi perfil, parezco más mayor de lo que soy. Pues me dieron en Todo es guerra Pedro Crespo. Me hizo mucha ilusión aunque sólo hiciera fragmentos de la obra ya que eran las escenas míticas, como la pelea con el capitán, por ejemplo. Es que no hay que hacer nada. El verso es habla al final. El poeta piensa toda la métrica en sonoridad sin querer poner obstáculos en el camino. Sólo con leerlo es suficiente de lo bien escrito que está. Únicamente se representó en el Museo del Prado para conmemorar su bicentenario.

L.C.E.D.M.: Luego llegó La vida es sueño con dirección de Helena Pimenta. Al ser la versión de Mayorga sería un montaje con los miembros de la JCNTC del que dirigió ella con Blanca Portillo…

J.L.V.: Exactamente. Eso fue una idea de la propia Helena Pimenta. Suponía su montaje de despedida y pensó en volver a montar esa obra que le dio tantas satisfacciones pero contando con la sangre fresca de la JCNTC. Supongo que sería un gran reto para ella.

Verguizas y Alejandro Pau en «La vida es sueño»

L.C.E.D.M.: Ella estaba muy contenta de que Segismundo lo hiciera Blanca Portillo porque era algo que ella soñaba, además de que puede considerarse un personaje asexual que se enamora de su carcelero por las circunstancias

J.L.V.: Totalmente de acuerdo. Es un personaje que puede ser un hombre o una mujer, ya que el género no importa, sino las circunstancias. Cuando vi ese montaje percibí que tiraba de otros lugares distintos al de los hombres, como la fuerza. Para mí era un Segismundo mucho más sensible, pero no por ser mujer.

L.C.E.D.M.: Y lo siguiente es La señora y la criada, donde se muestra otra labor de la CNTC: Rescatar títulos pocos conocidos de grandes autores, que se pueden considerar menores pero no quiere decir que sean malos…

J.L.V.: En absoluto. No por ser menores son peores. Suenan menos o, puede en este caso, no estar a la altura de La vida es sueño, pero no por ello es un texto malo.

L.C.E.D.M.: Y además dirigida por Miguel del Arco que siempre le da un toque especial a los montajes que realiza…

J.L.V.: Totalmente. Él es un hombre del oficio. Trae todo lo que tiene pensado a los ensayos con los deberes hechos. En La señora y la criada cantábamos y bailábamos y él se empapaba del estilo de baile que se fuese a llevar a cabo. Otra cosa que caracteriza a Miguel es que llama a todo el mundo desde el primer día por el nombre de pila. Eso dice mucho de él. Era un montaje vertiginoso y él se ponía a dirigir desde ahí. Lo que le ocurre también es que es muy inteligente, también a nivel emocional. Sabes que lo que él te pide, te lo da al mismo tiempo. Todo eso hace que logre el tono de la función que se propone. Todos los que la veían se lo pasaban muy bien, porque, aparte de estar todo bien hecho, era frenética y un juego y un baile todo el tiempo. Otra cosa que caracteriza a Miguel del Arco es que es muy espectacular, como ocurría con Misántropo, con ese dinamismo y esas canciones. Además tiene un criterio muy grande de lo que funciona y de lo que no.

El actor sevillano, a la derecha, en un instante de «La señora y la criada». Foto: Sergio Parra

L.C.E.D.M.: Y también ha podido representar uno de los montajes previstos para la temporada anterior, Sueño de una noche de verano

J.L.V.: Sí. Fue uno de los montajes que Helena Pimenta dejó previsto antes de su marcha, como lo fueron también El vergonzoso en palacio, La señora y la criada o El enfermo imaginario que se han visto esta temporada por el coronavirus. La primera del equipo de Lluís Homar es La comedia de las maravillas, que se representa en la actualidad. El montaje de la obra de William Shakespeare lo ha dirigido Bárbara Lluch. Ella venía de dirigir sobre todo ópera y zarzuela y era la primera vez que se ponía al frente de una obra de teatro. Se presentó ante nosotros de una manera muy honesta y transparente, sin querer ponerse por encima de nosotros y, partiendo de eso, el trabajo con ella fue maravilloso. Es una buenísima persona. Estaba mucho con nosotros y eso lo agradecemos los actores por nuestras inseguridades. Todo era a favor de tal manera que todos remamos en la misma dirección. Su calidad humana y su concepto de trabajo en equipo, tratando amablemente a todos y cada uno de los miembros del elenco y del equipo técnico, son impresionantes. El amor es muy importante en una profesión como ésta y desde él todos trabajamos mejor. Ocurre en el teatro y en otras profesiones. En esta obra, que considero mágica, me tocó el personaje que quería interpretar, Oberón. Me llevé una gran alegría porque es un personaje que hace muchas referencias a la naturaleza, algo que es habitual en Shakespeare. En esta obra se adornan muchos diálogos con referencias a flores y plantas, que a mí me encantan, como la prímula, el pensamiento, la violeta o la madreselva. Hace un cuadro pictórico que me fascina, al igual que el hecho de dar vida a un personaje que es un dios y su pelea con el personaje de Titania es de hace milenios. El mundo imaginario que te permite esta obra, sobre todo lo referente a las hadas, es ilimitado. Me lo he pasado en grande haciendo esta obra. Tiene gags universales, por eso funciona tan bien.

Verguizas de pie interpretando a Oberón en «Sueño de una noche de verano»

L.C.E.D.M.: Un proyecto muy especial en el que ha estado involucrado ha estado dirigido por el actor David Boceta…

J.L.V.: Sí. Ha sido una experiencia fabulosa porque David Boceta es maravilloso como persona y tiene tal rigor que considero que ya es grande, como actor y como director, pero lo va a ser más. En otro reino extraño, el montaje al que se refiere, partió de la directiva de Lluís Homar durante el confinamiento con el fin de hacer un espectáculo audiovisual en el que cada uno grababa su parte desde su casa. Participó Álvaro Luna para mezclar y montar cada parte con la aportación de Luis Sorolla, una de las personas más inteligentes que conozco, sabe idiomas y traduce obras. La parte audiovisual la dirigía David Boceta y la base era el amor en Lope de Vega a través de textos suyos que tratasen los diferentes tipos de amor. Luis Sorolla se encargó de crear un hilo conductor entre todos ellos para que no fuese un texto tras otro sin más. Funcionó tan bien todo que le propusieron a David montar un espectáculo a partir de esa pieza audiovisual y fue algo muy especial porque nos reencontramos todos en Almagro con la JCNTC representando a la CNTC en el Teatro Adolfo Marsillach, que es donde allí tiene su sede. Nos dieron una gran responsabilidad con un equipo en general muy joven y aquello fue una auténtica locura.

Verguizas en la puesta en escena de «En otro reino extraño». Foto: Sergio Parra

Se trabajaba mucho con la autoficción. Yo hacía del Roselo de Castelvines y Monteses, el Romeo y Juieta de Lope de Vega y se comenzaba diciendo: «Este es José Luis Verguizas, un actor de Los Palacios y Villafranca». Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, sobre todo por las circunstancias. Creo que fue uno de los primeros montajes que se representaron después del confinamiento. El de Amagro fue el primer Festival de Teatro que se celebró, luego vinieron más pero en Madrid estaban todos los teatros cerrados y las giras estaban canceladas. Nosotros mismos teníamos previsto ir a Costa Rica con La señora y la criada y se vino abajo. Por todo ello actuar por primera vez con público con mascarilla fue una experiencia dura, ya que era un montaje en el que se hablaba directamente a los espectadores, reflexionando sobre el confinamiento y el amor en tiempos de pandemia. Todos lloramos mucho e hicimos mucha piña. Al final era un elenco de treinta personas.

L.C.E.D.M.: Antes de esta etapa tan fructífera usted participó en dos montajes de Teatro Clásico de Sevilla, La Estrella de Sevilla y Hamlet, ambos dirigidos por Alfonso Zurro con quien ya había trabajado en El hombre en llamas ¿Qué destacaría de su manera de dirigir?

J.L.V.: Si con Jesús Torres yo hice, como le dije, teatro de batalla, con Alfonso Zurro yo comencé a trabajar en montajes con mucha fuerza, como son los de Teatro Clásico de Sevilla, en Andalucía y en el resto de España. Yo tengo la sensación de que hace muy buen casting para los personajes y es un director que confía mucho en el criterio de sus actores. Es un director que te deja libertad y, cuando pasa el tiempo, te das cuenta de que te ha dirigido sin imponerse, todo desde la facilidad, poco a poco. Tanto es así que ha montado Hamlet y no te has enterado. Es magistral su manera de proceder, con un gran sentido del humor. Es para reencontrarme con él todas las veces que la vida me dé la oportunidad. Es un hombre de teatro y trabaja para el público como si él fuese parte del mismo. En sus dramaturgias, como en el caso de La Estrella de Sevilla, va a la trama directamente y hace que te enteres de lo que ocurre sin dejarlo todo mascado metiéndole por el camino riqueza y trascendencia, pero su objetivo es que el espectador se vaya del teatro habiendo visto una trama. Parece en principio difícil pero Alfonso lo hace muy fácil porque su maestría es esa: tomar la trama principal y dejarla muy clara. Pablo Gómez-Pando, a quien me une una gran amistad, al igual que con José Luis Bustillo, me dijo un día: «Alfonso es un gran contador de historias».

L.C.E.D.M.: Deteniéndonos en Hamlet, fue un montaje donde usted hacía de Guildenstern y de Laertes, un personaje muy potente, y grandes ideas

J.L.V.: Para mí participar en ese montaje fue un sueño cumplido porque yo había seguido a Teatro Clásico de Sevilla desde que estudiaba en Sevilla y había visto la mayor parte de sus montajes. Recuerdo que me enteré de que formaba parte del elenco de Hamlet porque, de repente, miro el móvil y veo que me han añadido a un grupo en el que aparece el cartel de la calavera con el nombre de Hamlet y un montón de números que no conocía diciéndome «Enhorabuena». Cuando llamé a Juan Motilla me lo confirmó y me harté de llorar. Coincidí con grandes profesionales como Manuel Montegudo, Amparo Marín o Antonio Campos, actores a los que seguía mientras me formaba como actor. Tengo una anécdota con Manuel Montegudo que creo que él ni se acordará: en los primeros ensayos algo pasó y no me dio el pie bien, algo muy normal cuando se está empezando a preparar un montaje, y en un descanso se acercó a mí y me dijo: «Verguizas, disculpa que no te he dado bien el pie» y yo le dije: «Venga, Manolo, no pasa nada». Al poco me puse a pensar: «¿Que Manuel Monteagudo, con todo lo que él es, ha venido a pedirme perdón por darme mal un pie en un ensayo?». Esa anécdota resume la grandeza de mis compañeros en ese montaje. El proceso de Hamlet fue muy bonito. Pablo Gómez-Pando, José Luis Bustillo y yo hicimos un tándem precioso. Jugábamos constantemente y empiezas a proponer y ellos también proponen cosas. Se creó un feedback muy sano e hicimos entre los tres dramaturgia sobre la función, con juegos que iban a favor de la misma. Luego Alfonso Zurro se encargaba de decir sí o no. Cosas como el beso de Hamlet a Rosencrantz o el juego del libro que nos lanzábamos el uno al otro surgen por la química que había entre los tres y lo que ocurre en escena se traslada a veces a la vida.

Verguizas y Pablo Gómez-Pando luchando en «Hamlet». Foto.: @luis_castilla_fotografo

L.C.E.D.M.: ¿Qué imortancia tiene para usted el vestuario en su trabajo? ¿Podría decir el vestuario que haya llevado que le haya gustado especialmente de los que ha llevado?

J.L.V.: Para mí, hasta que el personaje no tiene el vestuario, no está completo. Y de los vestuarios que he llevado le destaco dos: Con todo lo que fue el personaje de Guilenstern, elijo el de Laertes por la manera en que lo que llevaba se pegaba al cuerpo, responsabilidad de Curt Allen Wilmer, la gola verde que me cogía el cuello y los pantalones. Todo lo dicho me dio prácticamente la mitad del personaje.

Verguizas vestido como Laertes con Manuel Monteagudo y Rebeca Torres en «Hamlet». Foto: luis_castilla_fotografo

Por otra parte destacaría el vestuario de Oberón de Sueño de una noche de verano. Llevaba una peluca que en mi vida he llevado tanto pelo. Entre la peluca, que me costó domarla, por llevar sin flequillo media vida, ese vestuario tan inusual y el hecho de ir descalzo todo el tiempo, me hizo sentir una composición y unas energías especiales. Fue la primera vez que, al verme frente al espejo, sentí que el personaje estaba por encima de mí.

L.C.E.D.M.: ¿Podría definir su estilo a la hora de vestir?

J.L.V.: Suelo ir muy de sport en mi día a día. Me gusta ir cómodo, suelto. Pero cada vez me ocurre más que, a la hora de vestirme, me gusta ir elegante. Utilizo mucho cuello vuelto, pantalones ajustados, a veces zapatos. En eventos no soy muy atrevido. Suelo usar colores neutros, como el negro, el blanco, el azul o el gris. Me gusta llevar abrigos largos.

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