Ernesto Arias: «Los jóvenes están ávidos por aprender y eso me pone mucho las pilas»

Ernesto Arias (Corias, Cangas del Narcea, Asturias,1969) siente la pasión por el teatro de una manera muy intensa. Se forjó en el Teatro de la Abadía interpretando todo tipo de personajes pero admite que los clásicos le atraen de una manera especial. En la actualidad se encuentra en el Teatro de la Comedia representando Antonio y Cleopatra de William Shakespeare en su primer montaje a las órdenes de José Carlos Plaza. La Cultura está de Moda ha hablado con él de éste y de otros destacados montajes a las órdenes de José Luis Gómez, Eduardo Vasco, Darío Facal o Magüi Mira, de su intervención en la serie más longeva de la sobremesa y de su faceta como director de escena y docente. Pasen y lean.

Foto: @sergiopfotografia

La Cultura está de Moda: En Antonio y Cleopatra usted da vida a Enobarbo, que según la Historia, fue un político de la época en la que transcurre la obra…

Ernesto Arias: Sí. Pero el personaje en esta obra de William Shakespeare no tiene nada que ver con el personaje histórico. En Antonio y Cleopatra Shakespeare plantea la contraposición de dos fuerzas: una en Egipto y otra en Roma. La de Egipto tiene que ver con todo lo corporal, lo sensorial, la espiritualidad, el placer y el gozo, mientras que la fuerza de Roma está relacionada con lo político, la operatividad, lo cerebral. Son dos concepciones del mundo aunque eso no quiere decir que en Egipto no haya política, ya que Cleopatra también tenía esa faceta, o que en Roma no haya ese elemento corporal. Al comienzo de la obra Antonio, que es un soldado, un militar, está en Egipto en el momento álgido de su relación con Cleopatra, absorbido totalmente por su belleza y su sensualidad, y Roma empieza a llamar su atención. Él siente que debe de atender aquello que se le reclama. Enobarbo, mi personaje, es su compañero. Representa la lealtad. Él está muy cómodo con Antonio en Egipto y creo, en mi opinión, que considera que la relación entre Antonio y Cleopatra es la perfección absoluta. Lo que ocurre es que hay que ir a Roma para atender los asuntos políticos y Enobarbo es testigo de cómo Antonio, arrastrado por Egipto y por Cleopatra, empieza a tomar decisiones que él piensa que son erróneas y cómo a su amigo se le empieza a ir un poco la cabeza. Al final tomará una decisión que no puedo desvelar pero él no sabe cómo mantener la lealtad ante el cambio de actitud de Antonio.

L.C.E.D.M.: ¿Qué valoración hace de esta nueva aventura teatral que está vivendo?

E.A.: La valoración es más que positiva. Es maravillosa. Me apasionan los clásicos, he hecho varias obras de Shakesperare como Noche de Reyes o El Mercader de Venecia y he dirigido una obra suya, Enrique VIII, y cuando me propusieron esta obra acepté encantado por varias razones, como trabajar por primera vez con José Carlos Plaza, un director al que admiraba mucho. Recuerdo que fue muy importante para mí, en mi época de estudiante en Asturias. Él dirigía el Centro Dramático Nacional e iban las producciones al Teatro Campoamor de Oviedo y las vi. Recuerdo Hamlet, Comedias Bárbaras, que las vi seguidas en un solo día, o Historia del zoo de Edward Albee. Desde entonces le tengo una gran estima. Cuando dirigía Escénica en Málaga me llevó a hacer un taller y siempre quise trabajar con él, por lo que estoy encantado. Por otro lado, está el hecho de volver a compartir escenario con Ana Belén, con quien hice la gira de Kathie y el hipopótamo y con Lluís Homar, con el que coincidí en el Teatro de la Abadía en la obra El señor Puntila y su criado Matti de Brecht. La estrenó José Luis Gómez en Madrid y la gira la hizo Lluís Homar. Luego hay en la obra un grupo de profesionales con los que nunca había trabajado y a los que admiraba mucho, como Israel Frías, Rafa Castejón, Olga Rodríguez o Carlos Martínez-Abarca. Ya los había visto trabajar pero nunca había coincidido en el escenario con ellos y me hacía mucha ilusión tener la oportunidad de hacerlo. Con Fernando Sansegundo sólo había hecho hace algunos años una lectura, pero nada más. Además, aparte del personaje que me proponían y que me encantaba, el proceso creativo bajo la batuta de José Carlos Plaza lo viví con enorme placer. Doy gracias a José Carlos Plaza y a Lluís Homar, que han querido contar conmigo para este proyecto.

L.C.E.D.M.: Con esta obra, se completa una especie de trilogía grecolatina en su actividad profesional en estos últimos años…

E.A.: Sí, pero yo no lo busco. Son proyectos que me proponen y yo encantado. Hace dos años Hernán Gené me propuso hacer Pericles. Príncipe de Tiro en Mérida y supuso mi primera vez actuando en el Festival, con una obra de Shakespeare no muy conocida y unos compañeros impresionantes: María Isasi, Oscar de la Fuente, Ana Fernández, José Troncoso y Marta Larralde. Era otro elenco genial. Viví todo con un entusiasmo enorme porque actuar en Mérida tiene una magia especial. Años antes me llamó Magüi Mira para sustituir a Marcial Álvarez en César y Cleopatra, que también se estrenó en Mérida pero yo me incorporé en la gira. Compartí escenario con Ángela Molina, Emilio Gutiérrez Caba y Carolina Yuste, que está desarrollando una carrera impresionante. En esa obra hice de César joven.

L.C.E.D.M.: En la actualidad, también destaca el montaje de El Animal de Hungría de Lope de Vega que usted ha dirigido…

E.A.: Así es. Se trata de un proyecto muy bonito. Ha sido un viaje encantador y apasionante que comenzó con un taller con un grupo de jóvenes recién salidos de la RESAD a los que conocía porque estuve allí dando clases un año, que se pusieron en contacto conmigo para que les diera unas clases de verso. Les propuse que buscasen un texto que no fuera muy conocido para poder estudiarlo y trabajarlo sin ideas preconcebidas, como podría ocurrir con El Perro del Hortelano, Fuenteovejuna, La Vida es Sueño o El Caballero de Olmedo. Me gusta, cuando doy clase de verso a jóvenes, trabajar con un texto no tan conocido. Buscaron y surgió esta obra que a todos nos entusiasmó. Trabajamos sin ánimos de ponerlo en escena pero ellos me lo propusieron y a mí, entre que el trabajo con ellos había sido genial, porque tienen una energía con una mezcla de entusiasmo, ilusión, rigor y un alto esfuerzo, y que yo soy un apasionado de los clásicos, especialmente del Siglo de Oro, trabajé con muchas ganas. Me di cuenta de que El Animal de Hungría, un texto casi olvidado, tenía una gran calidad, y debía estar en el canon de Lope de Vega junto con sus obras más conocidas. Consideraba que era una obra merecedora de estar en los escenarios. Me junté con Santiago Pérez, productor de Escénate, y empezamos a buscar las posibilidades de llevarla a escena. Acabó estrenándose en el Festival de Alcalá y recibí mucho apoyo de su director, Mariano de Paco. Luego estuvimos en Peñíscola, en Almagro y en los Veranos de la Villa. Ahora está un poco apartada pero esperamos que en primavera nos salgan más bolos e ir a otros festivales. La acogida ha sido estupenda donde hemos ido por parte del público y de los críticos. Se han publicado seis críticas y todas han sido muy buenas.

Considero que el Siglo de Oro es maravilloso. El teatro isabelino, con Shakespeare a la cabeza, está muy bien pero no se puede negar que, en cuestión de cantidad, el Siglo de Oro español es un patrimonio muchísimo más grande que el inglés. Shakespeare escribió treinta y seis obra y sólo Lope de Vega escribió cuatrocientas y pico. Hay que sumar a Calderón, Tirso de Molina, y otros autores que no se escenifican y merecen una oportunidad. El Siglo de Oro despierta mucho interés por parte de los estudiosos o los filólogos pero a nivel escénico no. Hay muchos autores cuyas obras se quedan en bibliotecas y no se ven en los escenarios. Por eso la labor de la Compañía Nacional de Teatro Clásico es muy importante y se está extendiendo a otras compañías que apuestan por los clásicos españoles. El Animal de Hungría lo considero un tesoro que merecía llevarse a los escenarios y estoy convencido de que hay muchos más. Hay que indagar y escarbar un poco.

Ernesto Arias con el elenco de «El Animal de Hungría». Foto: Antonio Castro

L.C.E.D.M.: Volveremos al teatro pero no se puede dejar pasar su intervención en la novena temporada de Amar es para siempre, una serie que vemos desde el principio, y usted hacía de marido de Manuela Velasco, con la peculiaridad de que «moría» cinco o seis veces a manos de distintos personajes…

E.A.: Hay gente muy seguidora de la serie y ya forma parte de las sobremesas españolas. La experiencia de trabajar en ella ha sido estupenda. No hago mucho audiovisual. Cuando me lo han propuesto a veces me coincidía con teatro y no podía pero cuando he podido sí. Lo que me sorprendió fue el buen rollo del equipo. Hay una cordialidad y familiaridad que hace que te cuiden y te mimen mucho. Esto se extiende a todos: desde el director, Eduardo Casanova, hasta los compañeros, los responsables del vestuario, la ilunimación, los decorados o los técnicos de cámara. Todos ponen mucha atención y amor al trabajo que hacen. El personaje me gustó porque empezó siendo un poco malvado, luego tenía un accidente, se arrepentía y con lo de «las muertes» fue fenomenal. La grabé seis veces y ya decía. «¿Alguién más quiere pasar a matarme?».

Por otro lado me sentí muy afortunado de saber que Manuela Velasco era con quien iba a tener la trama . La había visto en teatro y la admiraba mucho, lo mismo que a Joseba Apaolaza, con quien también compartí escenas. Debo mencionar a Roberto Mori, que actuó en la etapa de Amar en tiempos revueltos y que, cuando yo estuve, era el coach de los actores. Su labor es muy importante porque hay actores fijos, otros que se renuevan en cada temporada, otros que están como tres meses, que fue mi caso, y luego hay episódicos. Él te orienta en el tono que hay que darle al personaje porque tiene una visión de todo. Es genial, al igual que los directores. Es una experiencia buena, pero también agotadora por el ritmo que llevan las series diarias y se hace un gran esfuerzo para sacarla adelante. Lo tienen todo muy bien estudiado y cuentan con una maquinaria muy preparada, con el añadido del COVID, lo cual hizo que se tuviesen que preparar los protocolos de seguridad para trabajar en óptimas condiciones. Te sentías muy seguro por el trabajo que hicieron.

Arias caracterizado como su personaje en «Amar es para siempre»

L.C.E.D.M.: Volviendo al teatro, queremos pisar sobre seguro y mencionar dos montajes en los que le vimos actuar y nos marcaron por sitintos motivos: ¿Qué recuerdos tiene de Veraneantes y El Malentendido?

E.A.: ¿Saben lo que creo? Que soy una persona muy afortunada. Por norma general no me gusta llevar mi atención al pasado. Lo que he hecho, hecho está. No suelo tener una visión nostálgica de mi carrera. De forma natural miro siempre los próximos proyectos, la gente con la que me gustaría trabajar o las obras que querría hacer. Cuando, de repente, como ahora, me recuerdan títulos como los que mencionan, lo primero que pienso es que he tenido mucha suerte por haberlos hecho.

Veraneantes fue una estupenda experiencia. La dirigió Miguel del Arco y fue una coproducción de Kamikaze Producciones y Teatro de la Abadía. Fue una obra genial con un personaje estupendo y disfruté muchísimo. Cuando hago teatro lo que quiero es disfrutar, lo que quiere decir, no sufrir, gozarlo al máximo y aprender. Todo eso ocurrió con este montaje porque Miguel del Arco es un maestro de la dirección escénica y tuve la oportunidad de trabajar con Israel Elejalde, Raúl Prieto, Cristóbal Suárez, Lidia Otón, Manuela Paso y Elisabet Gelabert, entre otros. Vino acompañada de un gran entusiasmo por parte del público y si, además, lo gozas con entusiasmo como actor, como fue el caso, supone la felicidad total. Recuerdo especialmente este montaje porque las representaciones concidieron con el nacimiento de Iván, mi segundo hijo y entonces se pueden imaginar mi estado haciéndola. Fue una experiencia tremenda.

Ernesto Arias con sus compañeros de escena de «Veraneantes». Foto: Ros Ribas

El Malentendido de Albert Camus supuso la oportunidad de trabajar por primera vez con Cayetana Guillén-Cuervo, con quien volví a coincidir en Hedda Gabler de Ibsen. Trabajé también con Julieta Serrano, que hay que inclinarse cada vez que se le nombra, es una maravilla, y también coincidí en escena con Lara Grube. Fue una producción del Centro Dramático Nacional dirigida por Eduardo Vasco y tuvo mucha vida. Fue una experiencia muy bonita por la vinculación de Cayetana con el proyecto. Sus padres habían estrenado la obra y fue un homenaje a ellos y a esa generación de actores. Lamentablemente Fernando Guillén falleció antes de estrenarse y no la pudo ver. Fue un proyecto muy emocionante. Por otra parte el texto era maravilloso.

Arias con sus compañeros en «El Malentendido». Foto: @davidruano_fotografia

L.C.E.D.M.: En el Teatro de la Abadía permanece una larga etapa donde representa tanto textos clásicos como contemporáneos, algunos de ellos bajo la dirección, además de José Luis Gómez, de directores extranjeros. Esa visión de alguien de otro país debe de enriquecer a los actores…

E.A.: Claro. Yo entré en La Abadía con veinticuatro años y fui parte de la primera hornada de actores que la inauguramos: Pedro Casablanc, Carmen Machi, Carmen Losa, Alberto Jiménez y Beatriz Argüello, entre otros. En 1994 comenzamos a trabajar y en 1995 se inauguró La Abadía con el montaje de El Retablo de la Avaricia, la Lujuria y la Muerte de Valle-Inclán. Ese fue mi primer golpe de fortuna en el mundo teatral. Estuve allí mucho tiempo desarrollando el comienzo de mi carrera, no sólo actuando sino también entrenando y haciendo talleres. Como José Luis Gómez invitaba a directores extranjeros tuve la ocasión de trabajar con algunos de ellos. De hecho, mi último espectáculo en La Abadía, hace dos años antes de la pandemia, fue Nekrassov de Sartre dirigido Dan Jemmett. Antes de él trabajé con Hans Gunter Hayme o Götz Loppelman. Mi relación con La Abadía ha sido muy profunda porque luego era yo el que impartía talleres allí y acabé dirigiendo los Nuevos Entremeses de Cervantes. Se me asocia mucho con el teatro clásico pero como actor he hecho de todo.

L.C.E.D.M.: También ha hecho obras con trasfondo religioso, siendo cura en La Duda de John Patrick Shanley y Jesucristo en Mesías de Steven Berkoff…

E.A.: También. Efectivamente. Mesías, en La Abadía, iba a dirigirla el propio Steven Berkoff porque él estuvo allí haciendo su espectáculo Villanos, sobre los malvados de Shakespeare, e iba a encargarse de Mesías, pero por problemas de agenda no pudo y la dirigió José Luis Gómez. Al principio, al ser joven, yo hacía personajes más pequeños y de repente José Luis Gómez me ofreció La Baraja del rey Don Pedro y Mesías, los dos primeros personajes protagónicos que hice en La Abadía. Trabajé con compañeros maravillosos en aquellos montajes y les tengo adoración.

Danto vida a Jesús en Mesías. Foto: @teatroabadia

Por otro lado La Duda me dio la posibilidad de interpretar al Padre Flynn, de la mano de Darío Facal con quien luego volví a trabajar en El Corazón de las Tinieblas, y compartiendo escenario con Carmen Conesa. Es una obra que me gusta mucho porque, mientras los textos clásicos necesitan de una gran energía por la dificultad del lenguaje y las situaciones tan extremas y las grandes pasiones que plantea, obras como ésta requieren otra energía. Es muy sutil. Todo se fundamenta en dónde está la verdad, algo que actualmente es muy difícil por la saturación de información que hay. El autor creó una trama estupenda con una ambigüedad que hace que no se sepa claramente la verdad de lo que ha pasado.

L.C.E.D.M.: Además de actuar y dirigir también tiene una faceta docente y la actriz Silvia Acosta nos habló muy bien de usted en esa faceta ¿Qué suele querer a los alumnos a los que da clase?

E.A.: Ya que me la mencionan, con Silvia Acosta les diré que coincidí con ella en un taller que yo impartí de Fuentes de La Voz y luego en La Abadía llegando a dirigirla en los Entremeses. Me alegra ver que gente que han trabajado conmigo desarollan carreras estupendas. No por mí, para nada. Ella tenía un empeño y una perseverancia que se podía ver que llegaría lejos si tenía paciencia. Al principio yo era reticente a dar clases y a impartir talleres. Finalmente pensé que es importante transmitir conocimiento a otros porque luego ellos pueden desarrollarlo. Si se me reclama para dar un taller porque interesa mi manera de entender el oficio de actor o de trabajar en esta profesión, yo acudo. Yo nunca he organizado un taller por propia iniciativa. He ido donde se me ha llamado. Mi labor se basa en compartir cómo yo desempeño mi trabajo y luego que cada uno coja lo que quiera. Todo se basa en mis experiencias. No sólo se aprende en las escuelas y los cursos. También se aprende mucho de los compañeros con los que compartes escenario. Yo me he nutrido de eso y es lo que transmito. Cuando trabajo con gente joven se produce un trueque entre lo que yo les doy y luego recibo: entusiasmo, falta de él, o que se me cuestione. Esas cosas me enseñan mucho. Me da pena que la gente joven sea ahora tan criticada porque yo, con la que me he relacionado, he notado que está ávida por aprender y eso me pone mucho las pilas. Siempre digo que soy actor y director, no profesor.

L.C.E.D.M.: Para acabar le planteamos unas preguntas de moda, primero relacionadas con su profesión ¿Qué importancia le da al vestuario cuando compone un personaje?

E.A.: Le doy mucha importancia. En la vida diaria se juzga a la gente por su aspecto y por la estética que elige ponerse: peinado, ropa, maquillaje, botas etc… Uno es aquello que se pone y eso, trasladado a un personaje, es lo mismo. Yo tengo la teoría de que el personaje se construye en equipo porque el encargado del vestuario te pone uno que él ha creado, yo respeto ese trabajo y mi labor es cargar de vida lo que llevo puesto, que se aplica a otros aspectos: hay que cargar de vida unas palabras que yo no he escrito, un vestuario que yo no he diseñado y unos movimientos escénicos que el director me indica. El actor habita en todo. El teatro es un arte en equipo, todo está conectado y hay que acordar e intercambiar opiniones.

L.C.E.D.M.: ¿Qué vestuario destacaría de los que ha llevado?

E.A.: El de Lorenzo Carprile para Hedda Gabler, donde volví a coincidir con Cayetana Guillén-Cuervo y a ser dirigido por Eduardo Vasco. Durante los ensayos estaba un poco perdido. Me encanta ensayar porque es como una aventura. El vestuario me situó y me hizo entender el personaje. El de Nekrassov, que hizo Vanessa Actif, también me gustó mucho, así como el de Amar es para siempre, ya que te lo ponías y decías: «Claro, es que este hombre es embajador en Francia». El vestuario ya lo daba. Y no puedo dejar de mencionar el de Antonio y Cleopatra creado por Gabriela Salaverri. Enobarbo es militar, soldado, y a mí me cuesta dar ese carácter, por lo que la coraza y las botas militares que llevo me ayudan a sentir esa energía militar que tiene el personaje.

L.C.E.D.M.: Para terminar nos gustaría que definiese su manera de vestir en su vida diaria y cuando asiste a eventos

E.A.: En la vida lo que me motiva para elegir el vestuario es pasar desapercibido lo máximo posible. Procuro no desentonar pero tampoco destacar. Siempre pido consejo a mi mujer. Se aplica a una boda, a un evento, a estar en casa o a ir al monte a caminar. Con respecto a la estética soy un poco desastre. Con la moda de los jóvenes me sorprende que, para encontrarse a sí mismos, se añaden cosas: piercings, tatuajes, ropa de tal o cual manera y yo, por el contrario, me he ido despojando de cosas. Nunca me verán con un anillo, con una pulsera, con un reloj. Tampoco llevo collares ni pendientes. Hasta el anillo de boda lo llevé un tiempo y le dije a mi mujer que no me sentía cómodo con él, se lo di y lo tiene guardado ella. Son añadidos que se alejan de mi esencia. Con unos vaqueros y una camiseta soy feliz.

José Luis Verguizas: «Desde el amor todos trabajamos mejor»

Los clásicos nunca pasan de moda y de eso sabe mucho José Luis Verguizas. Nacido en Sevilla en 1990 creció en Los Palacios y Villafranca. Su inquietud por ser actor le llevó a formarse en la ESAD de Sevilla y actualmente reside en Madrid. Hace dos años y medio, tras pasar por compañías como Teatro Clásico de Sevilla o El Aedo Teatro, formó parte de la quinta promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico siendo dirigido por Helena Pimenta, Miguel del Arco, Bárbara Lluch, Alfonso Zurro o Iñaki Rikarte a lo largo de su imparable carrera. Además Calderón de la Barca, Lope de Vega, Agustín de Moreto o William Shakespare son autores con los que este actor se siente como pez en el agua participando en montajes teatrales y lecturas en sitios muy diversos. De todo esto y más ha hablado para La Cultura está de Moda, con una sencillez que demuestra el buen fondo que tiene y que se suma a sus grandes dotes como actor. Pasen y lean.

Foto: @moifernandezphoto

La Cultura está de Moda: Antes de hablar más detalladamente ¿qué balance hace de su experiencia profesional en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico?

José Luis Verguizas: Ha sido una experiencia maravillosa. El elenco que se conformó fue fantástico y hay compañeros que hoy en día son amigos íntimos. Precisamente con varios estoy embarcado en un montaje, Arte Nuevo, que estrenaremos próximamente y lo dirige uno de mis compañeros de promoción, Mariano Estudillo. Es un profesional polifacético: actúa, canta y, de manera autodidacta, toca varios instrumentos, como el piano, la guitarra o el bajo por decirle sólo algunos. Lo admiro mucho. Tiene unas ideas muy concretas.

L.C.E.D.M.: ¿Qué detalles puede dar de ese montaje?

J.L.V.: La directiva de la Compañía ha cambiado con la llegada de Lluís Homar y Mariano Estudillo le propuso a su ayudante, Fran Guinot, un espectáculo, Lluís Homar lo aprobó y se trata de una coproducción con Tabula Rasa, la compañía de Mariano. Él tiene mucho talento y empuje. Como le dije antes, se titula Arte Nuevo, y la idea es hacer dos funciones en Madrid, concretamente en la Sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia, y luego girar por toda España. El objetivo es llevar el teatro clásico del Siglo de Oro al público, sobre todo al adolescente, sirviéndose, además, de elementos multimedia como las redes sociales y elementos visuales. Para que se haga una idea de las propuestas que Mariano tiene, yo, en el montaje, hago del Narciso de la obra Eco y Narciso de Calderón de la Barca. Pues se le ha ocurrido que mi personaje sea un trapero, algo que, al leer la obra palabra por palabra, encaja a la perfección. Ello demuestra la universalidad de estos textos porque, sin quitarles una coma, se pueden actualizar y que el público joven se entere perfectamente de la historia a la vez que ve en el escenario unas situaciones que les suenan. Eco y Narciso va, al fin y al cabo, de dos personas que se enamoran. Es una obra preciosa en la que se ve cómo Calderón trabaja el verso. Cuando se pone trascendental es una maravilla, como en La vida es sueño. El alcalde de Zalamea es más terrenal si se la compara con estas dos obras. El montaje une la obra que le he mencionado, con Fuenteovejuna de Lope Vega y Valor, agravio y mujer de Ana Caro, dramaturga sevillana del Siglo de Oro. Se cogerán escenas de las tres y se representarán junto con la idea de Mariano de trabajar, inicialmente, la autoficción. Es una mezcla preciosa. Estoy muy agradecido de que él cuente conmigo porque, además, considero necesario que este tipo de proyectos se hagan en la Compañía Nacional de Teatro Clásico por la labor que lleva a cabo.

L.C.E.D.M.: Su trayectoria en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico ha sido espectacular…

J.L.V.: Imagínese. Yo pienso a veces en esta etapa de mi vida y lo primero que me sale es expresar un total agradecimiento. He tenido la posibilidad de trabajar con Iñaki Rikarte en El desdén con el desdén, que estuvo nominada a los Premios Max, después hice el personaje de Clotaldo en La vida es sueño dirigido por Helena Pimenta. Ese personaje tiene sesenta años pero lo disfruté desde un lugar que me gustaría retomarlo unos años más tarde. Luego trabajar con Miguel del Arco en La señora y la criada es otra experiencia que no olvidaré. Es certero y eficiente y una maravilla de persona, muy humilde. Con todo el nombre que tiene es de las personas que quieres encontrarte en tu carrera porque son trabajadoras y no trabaja desde el ego para nada.

L.C.E.D.M.: ¿Qué sientió cuando supo que formaba parte de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico?

J.L.V.: Sentí alivio. Venía de trabajar con otra compañía, El Aedo Teatro, con la que he estado mucho tiempo y su director, Jesús Torres, me ha dado muchas oportunidades, aprendiendo a hacer teatro de batalla, de hecho sigo vinculado a ella en la actualidad en el montaje Otelo #enlared que aún sigue moviéndose. Siento que he tenido mucha fortuna con las personas que me he encontrado por el camino. Tras una gira con esta compañía me enteré de las pruebas para entrar en la JCNTC. Envié la solicitud a principios de 2018, ya que cumplía el requisito de tener menos de veintiocho años. Mandé curriculum con foto y una carta de motivación. La primera criba es grande. Luego te proponen hacer unos monólogos, uno cómico y otro dramático delante de un jurado compuesto en mi caso por profesionales como Laila Ripoll, Pepa Pedroche o Yayo Cáceres. Con ellos delante no se me ocurrió saltarme nada, ni pausas ni cesuras. También te entrevistan y si pasas esa fase se hace un taller durante dos semanas más o menos con profesores de canto, de verso y de baile. Se trabajaron escenas a nivel laboratorio con Eduardo Vasco. Ya está presente la directiva de la Compañía en esta última fase y de los veintisiete que quedábamos se redujo el grupo a los nueve miembros finales que integramos la quinta promoción.

L.C.E.D.M.: Lo primero que hace es la cuarta edición de Préstame tus palabras

J.L.V.: Así fue. Las pruebas que he mencionado acabaron en junio y este espectáculo lo comenzamos a ensayar en septiembre y hasta diciembre lo estuvimos haciendo. Yo estaba bastante acostumbrado al formato por mi trabajo con El Aedo Teatro con textos grecolatinos. Nos dejaron muy claro que nuestras palabras eran las de la institución y eso implica un rigor y un lugar.

L.C.E.D.M.: Además es una manera de mostrar el patrimonio que tenemos ya que la cantidad de obras del Siglo de Oro es enorme…

J.L.V.: Sí. La riqueza literaria que hay en España es enorme y solemos a veces pensar que es menor con respecto a otros países en esa misma época. Si vemos el período isabelino nos encontramos con William Shakespeare o Christopher Marlowe que son maravillosos pero es que España tenemos a Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina y otros autores poco tiempo después como Agustín de Moreto que es muy divertido. Tiene chistes muy bien elaborados que provocan la risa inevitablemente, por ejemplo. En Préstame tus palabras se transmite ese patrimonio de una manera directa ya que se va con un atril y se hace una especie de lectura dramatizada porque lo que importaba era la sonoridad, no la actuación del actor. Luego en los coloquios te encontrabas reacciones de todo tipo pero nos encontramos con reflexiones y comentarios muy interesantes e incluso había gente que se planteaba dedicarse a la profesión y la sensación de que tu trabajo, que es tu pasión, llega de esa manera a varias personas, es estupenda.

L.C.E.D.M.: Y el primer montaje que hace en escena es El desdén con el desdén del mencionado Agustín de Moreto. Precisamente otra obra suya, El lindo Don Diego, tuvo mucho éxito hace unos años cuando lo montó la CNTC por lo que hacer otra obra de este autor tuvo que ser muy divertido…

J.L.V.: Me hablaron tan bien de ese montaje que lo pedí al Centro de Documentación Teatral. Lees el texto original y los gags son una maravilla. Estoy seguro de que, si los incluyesen en series de humor como La que se avecina la gente se partiría de risa.

L.C.E.D.M.: El desdén con el desdén trata un tema muy recurrente en esa época. De hecho se dice que la obra Los milagros del desprecio de Lope de Vega fue la que inspiró la obra de Moreto…

J.L.V.: Era algo muy común. Los autores del Siglo de Oro se influenciaban mutuamente y no tenían ningún problema en copiar ideas, argumentos o incluso versos. Hasta un mismo autor escribía versos iguales en obras diferentes. Se tenía un concepto muy distinto de la copia con respecto a ahora. Había mucha más libertad a la hora de escribir y crear.

L.C.E.D.M.: El montaje que usted hace de El desdén con el desdén sigue la senda ya mencionada de actualizar un texto clásico…

J.L.V.: Ese factor depende mucho del director o directora que lo afronte. El verso suele ser íntegro o con ligeras modificaciones aunque se actualice temporalmente la obra. Recuerdo que Ikerne Giménez, la diseñadora del vestuario, se inspiró en los años sesenta del siglo pasado. Iñaki Rikarte es un director maravilloso. En su trabajo es muy riguroso. No para hasta que no llega a la comprensión total de la obra pero, eso sí, luego no se le escapaba nada y eso luego se vio reflejado en el montaje: el público lo entendía absolutamente todo porque nosotros lo teníamos muy claro y, así, los espectadores vuelan contigo. La labor que se lleva a cabo para que la obra la entienda el público recae en todos los que formamos parte de ella.

José Luis Verguizas, a la izquierda en «El desdén con el desdén». Foto: Sergio Parra

L.C.E.D.M.: Siguiendo cronocógicamente, lo siguiente que hace es Todo es guerra en el Museo del Prado…

J.L.V.: Ese espectáculo lo disfruté muchísimo. Era similar al formato de Préstame tus palabras, con atril también, y un personaje que me encanta es Pedro Crespo de El alcalde de Zalamea. Si algún día lo hago en un montaje será una satisfacción interior. Se suma que, por mi perfil, parezco más mayor de lo que soy. Pues me dieron en Todo es guerra Pedro Crespo. Me hizo mucha ilusión aunque sólo hiciera fragmentos de la obra ya que eran las escenas míticas, como la pelea con el capitán, por ejemplo. Es que no hay que hacer nada. El verso es habla al final. El poeta piensa toda la métrica en sonoridad sin querer poner obstáculos en el camino. Sólo con leerlo es suficiente de lo bien escrito que está. Únicamente se representó en el Museo del Prado para conmemorar su bicentenario.

L.C.E.D.M.: Luego llegó La vida es sueño con dirección de Helena Pimenta. Al ser la versión de Mayorga sería un montaje con los miembros de la JCNTC del que dirigió ella con Blanca Portillo…

J.L.V.: Exactamente. Eso fue una idea de la propia Helena Pimenta. Suponía su montaje de despedida y pensó en volver a montar esa obra que le dio tantas satisfacciones pero contando con la sangre fresca de la JCNTC. Supongo que sería un gran reto para ella.

Verguizas y Alejandro Pau en «La vida es sueño»

L.C.E.D.M.: Ella estaba muy contenta de que Segismundo lo hiciera Blanca Portillo porque era algo que ella soñaba, además de que puede considerarse un personaje asexual que se enamora de su carcelero por las circunstancias

J.L.V.: Totalmente de acuerdo. Es un personaje que puede ser un hombre o una mujer, ya que el género no importa, sino las circunstancias. Cuando vi ese montaje percibí que tiraba de otros lugares distintos al de los hombres, como la fuerza. Para mí era un Segismundo mucho más sensible, pero no por ser mujer.

L.C.E.D.M.: Y lo siguiente es La señora y la criada, donde se muestra otra labor de la CNTC: Rescatar títulos pocos conocidos de grandes autores, que se pueden considerar menores pero no quiere decir que sean malos…

J.L.V.: En absoluto. No por ser menores son peores. Suenan menos o, puede en este caso, no estar a la altura de La vida es sueño, pero no por ello es un texto malo.

L.C.E.D.M.: Y además dirigida por Miguel del Arco que siempre le da un toque especial a los montajes que realiza…

J.L.V.: Totalmente. Él es un hombre del oficio. Trae todo lo que tiene pensado a los ensayos con los deberes hechos. En La señora y la criada cantábamos y bailábamos y él se empapaba del estilo de baile que se fuese a llevar a cabo. Otra cosa que caracteriza a Miguel es que llama a todo el mundo desde el primer día por el nombre de pila. Eso dice mucho de él. Era un montaje vertiginoso y él se ponía a dirigir desde ahí. Lo que le ocurre también es que es muy inteligente, también a nivel emocional. Sabes que lo que él te pide, te lo da al mismo tiempo. Todo eso hace que logre el tono de la función que se propone. Todos los que la veían se lo pasaban muy bien, porque, aparte de estar todo bien hecho, era frenética y un juego y un baile todo el tiempo. Otra cosa que caracteriza a Miguel del Arco es que es muy espectacular, como ocurría con Misántropo, con ese dinamismo y esas canciones. Además tiene un criterio muy grande de lo que funciona y de lo que no.

El actor sevillano, a la derecha, en un instante de «La señora y la criada». Foto: Sergio Parra

L.C.E.D.M.: Y también ha podido representar uno de los montajes previstos para la temporada anterior, Sueño de una noche de verano

J.L.V.: Sí. Fue uno de los montajes que Helena Pimenta dejó previsto antes de su marcha, como lo fueron también El vergonzoso en palacio, La señora y la criada o El enfermo imaginario que se han visto esta temporada por el coronavirus. La primera del equipo de Lluís Homar es La comedia de las maravillas, que se representa en la actualidad. El montaje de la obra de William Shakespeare lo ha dirigido Bárbara Lluch. Ella venía de dirigir sobre todo ópera y zarzuela y era la primera vez que se ponía al frente de una obra de teatro. Se presentó ante nosotros de una manera muy honesta y transparente, sin querer ponerse por encima de nosotros y, partiendo de eso, el trabajo con ella fue maravilloso. Es una buenísima persona. Estaba mucho con nosotros y eso lo agradecemos los actores por nuestras inseguridades. Todo era a favor de tal manera que todos remamos en la misma dirección. Su calidad humana y su concepto de trabajo en equipo, tratando amablemente a todos y cada uno de los miembros del elenco y del equipo técnico, son impresionantes. El amor es muy importante en una profesión como ésta y desde él todos trabajamos mejor. Ocurre en el teatro y en otras profesiones. En esta obra, que considero mágica, me tocó el personaje que quería interpretar, Oberón. Me llevé una gran alegría porque es un personaje que hace muchas referencias a la naturaleza, algo que es habitual en Shakespeare. En esta obra se adornan muchos diálogos con referencias a flores y plantas, que a mí me encantan, como la prímula, el pensamiento, la violeta o la madreselva. Hace un cuadro pictórico que me fascina, al igual que el hecho de dar vida a un personaje que es un dios y su pelea con el personaje de Titania es de hace milenios. El mundo imaginario que te permite esta obra, sobre todo lo referente a las hadas, es ilimitado. Me lo he pasado en grande haciendo esta obra. Tiene gags universales, por eso funciona tan bien.

Verguizas de pie interpretando a Oberón en «Sueño de una noche de verano»

L.C.E.D.M.: Un proyecto muy especial en el que ha estado involucrado ha estado dirigido por el actor David Boceta…

J.L.V.: Sí. Ha sido una experiencia fabulosa porque David Boceta es maravilloso como persona y tiene tal rigor que considero que ya es grande, como actor y como director, pero lo va a ser más. En otro reino extraño, el montaje al que se refiere, partió de la directiva de Lluís Homar durante el confinamiento con el fin de hacer un espectáculo audiovisual en el que cada uno grababa su parte desde su casa. Participó Álvaro Luna para mezclar y montar cada parte con la aportación de Luis Sorolla, una de las personas más inteligentes que conozco, sabe idiomas y traduce obras. La parte audiovisual la dirigía David Boceta y la base era el amor en Lope de Vega a través de textos suyos que tratasen los diferentes tipos de amor. Luis Sorolla se encargó de crear un hilo conductor entre todos ellos para que no fuese un texto tras otro sin más. Funcionó tan bien todo que le propusieron a David montar un espectáculo a partir de esa pieza audiovisual y fue algo muy especial porque nos reencontramos todos en Almagro con la JCNTC representando a la CNTC en el Teatro Adolfo Marsillach, que es donde allí tiene su sede. Nos dieron una gran responsabilidad con un equipo en general muy joven y aquello fue una auténtica locura.

Verguizas en la puesta en escena de «En otro reino extraño». Foto: Sergio Parra

Se trabajaba mucho con la autoficción. Yo hacía del Roselo de Castelvines y Monteses, el Romeo y Juieta de Lope de Vega y se comenzaba diciendo: «Este es José Luis Verguizas, un actor de Los Palacios y Villafranca». Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, sobre todo por las circunstancias. Creo que fue uno de los primeros montajes que se representaron después del confinamiento. El de Amagro fue el primer Festival de Teatro que se celebró, luego vinieron más pero en Madrid estaban todos los teatros cerrados y las giras estaban canceladas. Nosotros mismos teníamos previsto ir a Costa Rica con La señora y la criada y se vino abajo. Por todo ello actuar por primera vez con público con mascarilla fue una experiencia dura, ya que era un montaje en el que se hablaba directamente a los espectadores, reflexionando sobre el confinamiento y el amor en tiempos de pandemia. Todos lloramos mucho e hicimos mucha piña. Al final era un elenco de treinta personas.

L.C.E.D.M.: Antes de esta etapa tan fructífera usted participó en dos montajes de Teatro Clásico de Sevilla, La Estrella de Sevilla y Hamlet, ambos dirigidos por Alfonso Zurro con quien ya había trabajado en El hombre en llamas ¿Qué destacaría de su manera de dirigir?

J.L.V.: Si con Jesús Torres yo hice, como le dije, teatro de batalla, con Alfonso Zurro yo comencé a trabajar en montajes con mucha fuerza, como son los de Teatro Clásico de Sevilla, en Andalucía y en el resto de España. Yo tengo la sensación de que hace muy buen casting para los personajes y es un director que confía mucho en el criterio de sus actores. Es un director que te deja libertad y, cuando pasa el tiempo, te das cuenta de que te ha dirigido sin imponerse, todo desde la facilidad, poco a poco. Tanto es así que ha montado Hamlet y no te has enterado. Es magistral su manera de proceder, con un gran sentido del humor. Es para reencontrarme con él todas las veces que la vida me dé la oportunidad. Es un hombre de teatro y trabaja para el público como si él fuese parte del mismo. En sus dramaturgias, como en el caso de La Estrella de Sevilla, va a la trama directamente y hace que te enteres de lo que ocurre sin dejarlo todo mascado metiéndole por el camino riqueza y trascendencia, pero su objetivo es que el espectador se vaya del teatro habiendo visto una trama. Parece en principio difícil pero Alfonso lo hace muy fácil porque su maestría es esa: tomar la trama principal y dejarla muy clara. Pablo Gómez-Pando, a quien me une una gran amistad, al igual que con José Luis Bustillo, me dijo un día: «Alfonso es un gran contador de historias».

L.C.E.D.M.: Deteniéndonos en Hamlet, fue un montaje donde usted hacía de Guildenstern y de Laertes, un personaje muy potente, y grandes ideas

J.L.V.: Para mí participar en ese montaje fue un sueño cumplido porque yo había seguido a Teatro Clásico de Sevilla desde que estudiaba en Sevilla y había visto la mayor parte de sus montajes. Recuerdo que me enteré de que formaba parte del elenco de Hamlet porque, de repente, miro el móvil y veo que me han añadido a un grupo en el que aparece el cartel de la calavera con el nombre de Hamlet y un montón de números que no conocía diciéndome «Enhorabuena». Cuando llamé a Juan Motilla me lo confirmó y me harté de llorar. Coincidí con grandes profesionales como Manuel Montegudo, Amparo Marín o Antonio Campos, actores a los que seguía mientras me formaba como actor. Tengo una anécdota con Manuel Montegudo que creo que él ni se acordará: en los primeros ensayos algo pasó y no me dio el pie bien, algo muy normal cuando se está empezando a preparar un montaje, y en un descanso se acercó a mí y me dijo: «Verguizas, disculpa que no te he dado bien el pie» y yo le dije: «Venga, Manolo, no pasa nada». Al poco me puse a pensar: «¿Que Manuel Monteagudo, con todo lo que él es, ha venido a pedirme perdón por darme mal un pie en un ensayo?». Esa anécdota resume la grandeza de mis compañeros en ese montaje. El proceso de Hamlet fue muy bonito. Pablo Gómez-Pando, José Luis Bustillo y yo hicimos un tándem precioso. Jugábamos constantemente y empiezas a proponer y ellos también proponen cosas. Se creó un feedback muy sano e hicimos entre los tres dramaturgia sobre la función, con juegos que iban a favor de la misma. Luego Alfonso Zurro se encargaba de decir sí o no. Cosas como el beso de Hamlet a Rosencrantz o el juego del libro que nos lanzábamos el uno al otro surgen por la química que había entre los tres y lo que ocurre en escena se traslada a veces a la vida.

Verguizas y Pablo Gómez-Pando luchando en «Hamlet». Foto.: @luis_castilla_fotografo

L.C.E.D.M.: ¿Qué imortancia tiene para usted el vestuario en su trabajo? ¿Podría decir el vestuario que haya llevado que le haya gustado especialmente de los que ha llevado?

J.L.V.: Para mí, hasta que el personaje no tiene el vestuario, no está completo. Y de los vestuarios que he llevado le destaco dos: Con todo lo que fue el personaje de Guilenstern, elijo el de Laertes por la manera en que lo que llevaba se pegaba al cuerpo, responsabilidad de Curt Allen Wilmer, la gola verde que me cogía el cuello y los pantalones. Todo lo dicho me dio prácticamente la mitad del personaje.

Verguizas vestido como Laertes con Manuel Monteagudo y Rebeca Torres en «Hamlet». Foto: luis_castilla_fotografo

Por otra parte destacaría el vestuario de Oberón de Sueño de una noche de verano. Llevaba una peluca que en mi vida he llevado tanto pelo. Entre la peluca, que me costó domarla, por llevar sin flequillo media vida, ese vestuario tan inusual y el hecho de ir descalzo todo el tiempo, me hizo sentir una composición y unas energías especiales. Fue la primera vez que, al verme frente al espejo, sentí que el personaje estaba por encima de mí.

L.C.E.D.M.: ¿Podría definir su estilo a la hora de vestir?

J.L.V.: Suelo ir muy de sport en mi día a día. Me gusta ir cómodo, suelto. Pero cada vez me ocurre más que, a la hora de vestirme, me gusta ir elegante. Utilizo mucho cuello vuelto, pantalones ajustados, a veces zapatos. En eventos no soy muy atrevido. Suelo usar colores neutros, como el negro, el blanco, el azul o el gris. Me gusta llevar abrigos largos.

Foto: @marquezfoto

Pablo Béjar: «Ha sido un privilegio formar parte de la cuarta promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico»

La vida da muchas vueltas y se puede comenzar a desarrollar un trabajo apasionante sin saber a dónde te llevará. Es el caso del actor sevillano Pablo Béjar. Con una ilusión tremenda por el mundo de la interpretación dio sus primeros pasos dando vida a Leonardo de Bodas de sangre en la Sala Cero de su ciudad natal. Ese montaje le llevó a Cuba y posteriormente dio el salto a Madrid completando allí su formación y representando obras diversas para instituciones como el Centro Dramático Nacional. Hace cuatro años entró en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico dándole la oportunidad de pisar las tablas del Teatro de la Comedia y ahí comenzó un rápido despegue profesional que le ha llevado a representar obras por toda España e incluso en Latinoamérica. Amante de la palabra se desenvuelve de igual manera tanto en el verso del Siglo de Oro como en obras con un fuerte compromiso social. La Cultura está de Moda le ha entrevistado para recorrer su camino profesional y conocer sus inquietudes como apasionado de la escena y del audiovisual. Pasen y lean.

El actor sevillano Pablo Béjar. Foto: @mantrana

Alejandro Reche Selas: Usted no ha parado trabajar, primero en teatro, y luego en televisión en estos últimos años ¿qué estaba haciendo cuando se canceló todo por el estado de alarma?

Pablo Béjar: Aún no habíamos empezado los ensayos pero estaba todo listo para comenzar a montar El vergonzoso en palacio de Tirso de Molina que iba a formar parte de esta temporada de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) dirigido por Natalia Menéndez. Se iba a estrenar en mayo pero debido al COVID19 se ha decidido programar para la temporada que viene en la que también estaré en el primer espectáculo que dirigirá Lluís Homar en su nueva etapa como director de la CNTC.

A.R.S.: Ahondando en El vergonzoso en palacio se da la circunstancia de que la CNTC ya montó este título en 1989 y ha hecho otros montajes de obras de su autor, Tirso de Molina, como La venganza de Tamar, Don Gil de las calzas verdes, o El burlador de Sevilla, que es la obra con la que muchos asocian a este escritor del Siglo de Oro. Todo lo que le digo hace que el montaje en el que usted está involucrado sea para una nueva generación que lo descubra…

P.B.: Sí. Es curioso porque el montaje que dirigió Adolfo Marsillach al que se refiere se estrenó el año en el que yo nací, con lo cual no deja de hacerme pensar en cómo la vida rima. Particularmente es un texto que me encanta, así como el viaje del personaje al que yo interpreto, Mireno. Es de las grandes obras de Tirso de Molina pero sí es cierto que la gente lo asocia a El burlador de Sevilla por el mito de Don Juan. Pero yo recuerdo haber estudiado El vergonzoso en palacio en la escuela. Para mí el que no se haya representado mucho es un aliciente para afrontarlo con más ganas y que el público lo vea. Estoy lleno de ilusión.

A.R.S.: Otro aliciente supongo que será que le dirija Natalia Menéndez, una mujer que destila teatro por todos los poros de su piel…

P.B.: Totalmente. Viene de una familia vinculada al teatro y es una mujer muy comprometida con lo que hace. Además me gusta que haga montajes muy diferentes.

A.R.S.: Usted lleva una carrera meteórica desde que entró en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico ¿qué balance general hace de esos inicios que han tenido continuidad después?

P.B.: Para mí ha sido un privilegio formar parte de la cuarta promoción de esa iniciativa. Ha sido un espacio de reflexión, formación, retos, uno va haciendo carrera conforme pasan los años y te vas forjando poco a poco. Es un proyecto que despierta entusiasmo. Es una forma de hacer cantera y de preparar a las nuevas generaciones en la visión de los clásicos. Considero fundamental la entrega y la pasión, de entre otros grandes profesionales, del maestro Vicente Fuentes, del que he aprendido el amor por los versos y la importancia de la palabra. Además he apreciado el respeto por la palabra de todos los autores y que todo lo que ocurre está en el texto. Hay muchos códigos y matices en el texto que se van sacando conforme se repiten las lecturas. Luego está por supuesto la propuesta o lectura de la obra que haga el autor de la versión y el director. Respeto mucho el texto, que es la base de las propuestas, de ahí que pueda modernizarse, porque los versos son modernos de por sí e incluso los estudiantes de instituto han visto cercanos a ellos a personajes de esta época de nuestra literatura dramática. Por último destaco la manera en que se trabaja la manera de decir el verso para que llegue limpiamente al espectador. Se hace un gran trabajo para que la emoción surja en la palabra sin que cueste trabajo y que llegue al alma.

A.R.S.: Esa etapa comienza con La villana de Getafe de Lope de Vega pero al año siguiente le dan el personaje de Frondoso en Fuente Ovejuna ¿qué sintió al recibir esta noticia?

P.B.: La verdad es que no me lo esperaba. Todo fue gracias a la CNTC y al director del montaje, Javier Hernández-Simón, que confiaron en mí para encarnar a ese personaje. Supuso para mí una gran ilusión, ya que soy un amante de los clásicos. Concretamente este montaje destacó por ser un muy coral desde el inicio, trabajando con cada actor, y compañeros que tenían menos texto cobraban mucho valor porque no hay personaje pequeño sino actores que los hacen grandes. Se creó un espectáculo muy personal, cuya versión fue de Alberto Conejero, muy reivindicativo, hablando sobre el pueblo pero no de la manera en que se está acostumbrado a ver. Se suele representar como un pueblo heroico pero se leyó la obra percatándonos de que el pueblo mira para atrás cuando comienzan los abusos hasta que la víctima es la hija del alcalde. En nuestra versión además se montó una plaza del pueblo hermosísima.

Pablo Béjar y Paula Iwasaki en el centro de la imagen en «Fuente Ovejuna»

A.R.S.: Además contaron todos con la sabiduría de Jacobo Dicenta dando vida al Comendador…

P.B.: Sí. En la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico siempre hemos contado con actores veteranos para personajes que, sobre el papel, eran de más edad. En La villana de Getafe contamos con Pepa Pedroche y con Sergio Otegui y en este caso, como dice, con Jacobo Dicenta. Con compañeros con tal experiencia lo primero que haces es beber de toda su sabiduría. Además de los tres recuerdo con mucho cariño las aventuras y las anécdotas que vivimos con las giras de los espectáculos que han hecho. Los tres además conectaban conmigo en el amor a los grandes maestros.

A.R.S.: Tras estos dos montajes, se reduce el grupo de la promoción en vez de entrar una nueva y usted permanece protagonizando tres montajes más ¿no?

P.B.: Así es. Fue un proceso que formó parte del proyecto denominado Jóvenes y Clásicos. Era una forma de continuar tras los dos años de la JCNTC y seguir trabajando mientras se formaba la siguiente promoción. Se le debe agradecer a Helena Pimenta que auspiciase esta iniciativa donde los montajes se representaban en la sala de arriba del Teatro de la Comedia, la Sala Tirso de Molina. Es un espacio que me resulta muy íntimo ya que cobra un encanto especial. Al ir diciendo versos de Lope de Vega o Calderón de la Barca con el público prácticamente al lado es como casi susurrárselos. Es una experiencia estupenda.

A.R.S.: El primer montaje fue La dama boba de Lope de Vega…

P.B.: Efectivamente. En esta ocasión Alfredo Sanzol hizo la versión y dirigió el montaje. Aquí interpreté a Laurencio y Paula Iwasaki encarnaba a Finea. Teníamos escenas como la del pañuelo que eran una preciosidad.

Béjar e Iwasaki en la escena del pañuelo de «La dama boba». Foto:@marcosgpunto

A.R.S.: No cabe duda de que los clásicos siguen teniendo vigencia e inspiran otras obras como, siguiendo con La dama boba, es el caso de Washington Square de Henry James que se adaptó al teatro y luego al cine con el título de La Heredera, donde una mujer que no es agraciada es pretendida por un joven por el dinero que tiene ¿Considera correcta esta conexión?

P.B.: Sí, porque mi personaje, Laurencio, es pobre y un mujeriego e intenta primero enamorar a Nise, encontrándose en academias literarias, un lugar común en la época para conocer gente y componían versos. Laurencio luego ve que la hermana de Nise, Finea, tiene una dote mucho más alta y, por lo tanto, con ella podría vivir mejor. Uno de los aspectos interesantes del montaje es que Finea, a través del amor, desarrolla el entendimiento y la hace sabia, ahondando en la idea de que el amor modifica, lo que la conecta con la teoría neoplatónica del amor. Luego durante el proceso se pacta la visión. En el caso de mi personaje se plantea si realmente Laurencio siente algo por Finea o el motivo es el dinero.

Los clásicos lo son por algo. Tanto Calderón de la Barca como Lope de Vega o Tirso de Molina contaban la realidad social de su época con mucha inteligencia porque no podían jugársela. En los grandes textos hay moralejas y filosofía. Al poner estos textos en pie se demuestra que los clásicos gustan y son actuales, fíjese también en las de William Shakespeare o la mencionada Fuente Ovejuna que habla de un pueblo oprimido. Además tienen el atractivo de la belleza del verso.

A.R.S.: Siguiendo con el recorrido, lo siguiente que protagoniza es Los empeños de una casa, de Sor Juana Inés de la Cruz, por lo que es un texto escrito por una mujer, religiosa y que vivía al otro lado del Atlántico. Serían muchos alicientes para hacerla ¿no?

P.B.: Sor Juana Inés de la Cruz es una escritora maravillosa. Los sonetos que escribió son desgarradores, hablando del amor de una manera que te deja impresionado, me sorprendió muchísimo. Los empeños de una casa está llena de enredos y el personaje que me dieron, Don Pedro, era el que, cuando la leí, me apetecía hacer curiosamente. Da mucho juego por su relación con Castaño, el criado del rival de mi personaje, que además se viste de mujer, concretamente aquella a la que amo y me engaña. Es una locura. Además la estupenda versión de Antonio Álamo que dirigieron Pepa Gamboa y Yayo Cáceres tiene muchas sorpresas y recuerdo la estupenda reacción del público. Se da la circunstancia de que esta obra la montó también la Royal Shakespeare Company y salió un artículo hablando de la autora, de ese montaje y del nuestro. Eso da una idea de la fuerza y de la potencia que tiene Sor Juana Inés de la Cruz. Tenemos todos un gran recuerdo de este montaje por las risas que nos producía constantemente, por los enredos, que son muy divertidos. Además se empatiza con los personajes y se ven todas las situaciones por las que van pasando.

A.R.S.: Por lo que estamos hablando ¿se puede afirmar que las mujeres tienen mucho peso en las tramas? Porque hasta en eso se adelantaron en aquella época…

P.B.: Totalmente cierto. Si se miran objetivamente las obras del Siglo de Oro, hay más personajes masculinos pero las mujeres tienen mucha potencia y muchas de las obras giran en torno a personajes femeninos.

A.R.S.: El Banquete es el tercer montaje que hace y es uno de los más singulares que se han hecho tanto a nivel de dramaturgia como de puesta en escena ¿qué sintió al leerlo?

P.B.: Para mí El Banquete, que dirigieron Helena Pimenta y Catherine Marnas, es una alabanza a la imaginación, a contar historias, en el que el público se sentaba con nosotros en un banquete y bebíamos vino juntos mientras pasábamos por los grandes personajes del teatro europeo. Fue una experiencia estupenda. Siempre digo que es el caramelo final. No ha habido mejor manera de cerrar mi ciclo en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. En el caso de El Banquete estaba con dos compañeros más de mi promoción, Jimmy Castro y Aleix Melé junto a tres actores con una impresionante trayectoria: Lola Baldrich, Manuela Velasco y Gonzalo de Castro. Era una propuesta muy interesante porque interactuábamos con el público pero no era teatro participativo. Todo era muy respetuoso con el público. Lo que sí hacíamos era ir con candeleros a llevar a la gente a su asiento, éramos acomodadores, brindábamos y luego comenzaba la magia. Ha sido de las mejores experiencias que he vivido como actor.

Béjar interpretando Hamlet en «El Banquete»

A.R.S.: Curiosamente estos tres montajes de los que hemos hablado los representa en la misma edición del Festival de Almagro de 2018 ¿qué supuso estar allí tanto tiempo?

P.B.: Pues otro regalo que me ha dado esta profesión. Representar obras clásicas en Almagro supone darle mucho más sentido a todo. Estás en un pueblo y te viene a la mente todo lo que has oído de los carros, los trovadores y los juglares. Todo eso se hace realidad de repente allí. Se vive de una manera especial: el campo, la noche, las bicicletas y la gastronomía de la zona, que es maravillosa. También es muy agradable ver a otros compañeros en otro contexto diferente conviviendo. Las tres obras se representaron, por el formato que tenían, en el Patio de Fúcares porque es muy cercano e íntimo con el público.

Béjar con sus compañeros de «El Banquete» en el Festival de Almagro. Foto: @pablobjrc

A.R.S.: Pasemos ahora a sus trabajos en Escritos en la escena del Centro Dramático Nacional, de nuevo tres, que comenzó con Haz clic aquí y que continuó con #Malditos16 ¿qué destacaría de este montaje, con una temática importante para la concienciación de la sociedad?

P.B.: La verdad es que he coincidido con maravillosos grupos de profesionales trabajando y el de #Malditos16 es uno de ellos. Se trabajaba sin tener la sensación de estar trabajando y, cuando eso ocurre, es muy gratificante. La unión entre Quino Falero y Nando López fue estupenda porque ya habían trabajado antes juntos. Al tratar y escribir sobre un tema tan delicado como es el suicidio adolescente se necesita además a unos actores entregados y que hablen desde el corazón desde el principio. El compromiso social en este caso es aún mayor. Tuvimos una gran formación sobre los temas que trata la obra con un proceso muy gratificante. Yo pienso que para funciones como de la que estoy hablando es importante que los directores den amor. Cuando eso ocurre saca mucho más del actor. Esta obra es un buen ejemplo de un teatro social y reivindicativo que es necesario que exista junto con obras de evasión, por supuesto, pero el compromiso social del teatro no puede dejar de existir y por ello es un arte muy vocacional.

Béjar en una escena de «#Malditos16». Foto: @marcogpunto

A.R.S.: Siguiendo con Metálica es una obra que desmonta un poco la visión de las películas de ciencia ficción tipo Blade Runner ¿no?

P.B.: Bueno, depende. Este es un proyecto escrito y dirigido por Iñigo Guardamino. Es una obra que habla de la deshumanización y la carencia social. Tiene una enorme carga de humor negro y también habla de cómo se humaniza a las máquinas y tratamos a las personas como objetos de usar y tirar. Es una realidad muy cruda. Un ejemplo lo tenemos en la actualidad con todo lo que ha conllevado el COVID19. De repente todo se ha mecanizado y todas las conversaciones han sido a través de una pantalla de ordenador y es algo que espanta mucho en el fondo, que muchas veces vamos a un futuro determinados por las circunstancias. Aparte de la sustitución de personas por máquinas que hagan el trabajo también se abarca el tema sexual, porque de repente se han incorporado a la sexualidad objetos que han sustituido el contacto con la piel de otra persona o el sentir los latidos de un corazón. Todo eso te hace plantearte hacia dónde vamos. Tiene escenas fuertes el montaje tanto que el último día un espectador salió durante la representación y luego vimos que había venido una ambulancia porque se había mareado de la impresión.

Béjar con sus compañeros de «Metálica»

A.R.S.: Ya que estamos hablando de obras con temas actuales es inevitable hablar de su periplo con Jauría, donde sustituyó a Raúl Prieto y le llevó a Latinoamérica…

P.B.: Sí, yo fui espectador de la obra en el Teatro Pavón de Madrid y María Hervás me dejó impresionado. Es de mis actrices favoritas. Tiene un talento mayúsculo, vive todo con mucha potencia y se entrega mucho. Fue curioso mi sustitución porque Raúl Prieto, mientras yo hacía El Banquete él hacía en la sala grande El burlador de Sevilla, por lo que no nos podíamos ver actuar el uno al otro. Es un actor al que admiro mucho. Un día recibí una llamada de Miguel del Arco, que para mí fue como un acontecimiento porque soy muy fan de él. Quise siempre trabajar con él y me llegó la oportunidad y además haciendo el papel de Raúl. Jauría es un texto en el hay que guiarse por la partitura por el respeto con el que está escrita. Lo que hacemos con textos como éste es contar la realidad de nuestro tiempo porque no hay olvidar que el caso que trata Jauría ha hecho, desgraciadamente, Historia, pero ha sido impresionante la respuesta del público, con una atención máxima. Lo vivía como actor de una manera muy intensa y luego en los coloquios nos emocionábamos con la complicidad de los espectadores, expresando sus sensaciones al ver la función incluso con personas exponiendo casos particulares, dando testimonios.

Béjar con sus compañeros representando «Jauría» en Montevideo. Foto: @sebaangok

Fue un reto personal y profesional para mí y conecté muy bien con los compañeros de escena y los técnicos. Estrené mi participación en la obra en verano en el Auditorio Nacional Sodre Nelly Goitiño de Montevideo para el Festival FIDAE. La reacción del público fue impresionante. Después fuimos al Teatro Melico Salazar de Costa Rica y volvimos a España haciendo gira hasta diciembre pasando por el Teatro Arriaga de Bilbao, el Teatro Gayarre de Pamplona o el Teatro Principal de Mallorca, entre muchos otros.

A.R.S.: Durante su intensa actividad teatral también ha tenido la oportunidad de trabajar en series, de época precisamente, como La catedral del mar, Las chicas del cable o Brigada Costa del Sol, porque la década de los 70 ya es época ¿Cómo fue su trabajo en los rodajes, en un medio diferente como es la televisión?

P.B.: Yo intento prepararme de igual modo un personaje ya sea en teatro o en televisión: al contenido, al mundo emocional y a la construcción del personaje le doy el mismo valor tanto en un sitio como en otro. Lo que sí cambia es el espacio y el código yo debo cambiar el mío también. Es un trabajo muy intuitivo precisamente porque son dos medios muy distintos. En el audiovisual están las cámaras y tienes que tener una técnica específica, saber dónde te tienes que colocar, la existencia de las marcas. A medida que vas rodando más te vas desenvolviendo mejor. Todo tiene su técnica porque en el teatro tienes que saber en qué foco te estás poniendo y el cuerpo se maneja de otra manera. En cada espacio hay una técnica pero para hacerla arte no ha de notarse, aunque lógicamente debes tenerla interiorizada. Cuando una cámara te hace un primer plano el contenido emocional en la mirada hay que saber transmitirlo y en un plano general se actúa de otra manera. Es un lenguaje muy técnico, además de tu propia preparación. La técnica no es nada fría, tiene que tener potencia y alma para que todo fluya.

A.R.S.: En Brigada Costa del Sol si no conté mal, había cinco directores con una larga trayectoria televisiva. Eso supongo que ayuda a la hora de trabajar…

P.B.: Efectivamente, son personas con una trayectoria fenomenal y yo estoy muy contento con los que he trabajado. Me he sentido muy a gusto. Aman mucho la profesión estaban muy a favor del proyecto y muy involucrados con la historia que estaban contando. Mi personaje, El Chino, está criado en los barrios de la Carihuela. Tiene un componente salvaje pero también un corazón enorme. Es un romántico de la calle que se va convirtiendo poco a poco en traficante que le llevará a conocer a personas muy especiales en su vida, como es la relación de confidencia con el personaje que interpreta Hugo Silva. Dar vida a El Chino me ha hecho muy feliz porque está lleno de luz y me percaté de los regalos que este oficio te da. He conocido a compañeros maravillosos como por ejemplo, Marco Cáceres, con el que tenía una relación como de hermano en la serie, con una gran complicidad. Teníamos el personaje tan interiorizado que no nos los podíamos sacar. Hay un nivel de honestidad en lo que se cuenta y eso se ve. Había una conexión muy bonita con mi compañero, contándose en la serie una historia de amistad muy concreta, que va marcada por la época, en este caso los años setenta del siglo pasado.

Béjar como El Chino en «Brigada Costa del Sol» Foto: @fernandoemefilms

A.R.S.: Para finalizar me gustaría que me definiera su estilo de vestir tanto en su vida diaria como cuando va a eventos

P.B.: En mi vida diaria me dejo guiar por la intuición a la hora de escoger lo que me pongo, dependiendo de donde vaya también. Me pongo finalmente aquello con lo que me siento cómodo, suelo ir de forma casual generalmente, de vez en cuando voy de sport pero no suelo repetir mucho ese estilo. Lo llevo generalmente para cuando me voy a estar en forma. Me gusta mucho la marca Levis, sobre todo los vaqueros y las camisas de cuadros. Para eventos depende del mismo. Suelo usar poco los trajes de chaqueta. Prefiero ir elegante con otro tipo de estilo, porque la chaqueta es estupenda y está siempre ahí, pero de repente ves algún a compañero hacer unas combinaciones muy originales, como una chaqueta con pañuelo en vez de corbata por ejemplo y me gusta mucho combinar. Me gusta dar mi toque personal.