Ernesto Arias: «Los jóvenes están ávidos por aprender y eso me pone mucho las pilas»

Ernesto Arias (Corias, Cangas del Narcea, Asturias,1969) siente la pasión por el teatro de una manera muy intensa. Se forjó en el Teatro de la Abadía interpretando todo tipo de personajes pero admite que los clásicos le atraen de una manera especial. En la actualidad se encuentra en el Teatro de la Comedia representando Antonio y Cleopatra de William Shakespeare en su primer montaje a las órdenes de José Carlos Plaza. La Cultura está de Moda ha hablado con él de éste y de otros destacados montajes a las órdenes de José Luis Gómez, Eduardo Vasco, Darío Facal o Magüi Mira, de su intervención en la serie más longeva de la sobremesa y de su faceta como director de escena y docente. Pasen y lean.

Foto: @sergiopfotografia

La Cultura está de Moda: En Antonio y Cleopatra usted da vida a Enobarbo, que según la Historia, fue un político de la época en la que transcurre la obra…

Ernesto Arias: Sí. Pero el personaje en esta obra de William Shakespeare no tiene nada que ver con el personaje histórico. En Antonio y Cleopatra Shakespeare plantea la contraposición de dos fuerzas: una en Egipto y otra en Roma. La de Egipto tiene que ver con todo lo corporal, lo sensorial, la espiritualidad, el placer y el gozo, mientras que la fuerza de Roma está relacionada con lo político, la operatividad, lo cerebral. Son dos concepciones del mundo aunque eso no quiere decir que en Egipto no haya política, ya que Cleopatra también tenía esa faceta, o que en Roma no haya ese elemento corporal. Al comienzo de la obra Antonio, que es un soldado, un militar, está en Egipto en el momento álgido de su relación con Cleopatra, absorbido totalmente por su belleza y su sensualidad, y Roma empieza a llamar su atención. Él siente que debe de atender aquello que se le reclama. Enobarbo, mi personaje, es su compañero. Representa la lealtad. Él está muy cómodo con Antonio en Egipto y creo, en mi opinión, que considera que la relación entre Antonio y Cleopatra es la perfección absoluta. Lo que ocurre es que hay que ir a Roma para atender los asuntos políticos y Enobarbo es testigo de cómo Antonio, arrastrado por Egipto y por Cleopatra, empieza a tomar decisiones que él piensa que son erróneas y cómo a su amigo se le empieza a ir un poco la cabeza. Al final tomará una decisión que no puedo desvelar pero él no sabe cómo mantener la lealtad ante el cambio de actitud de Antonio.

L.C.E.D.M.: ¿Qué valoración hace de esta nueva aventura teatral que está vivendo?

E.A.: La valoración es más que positiva. Es maravillosa. Me apasionan los clásicos, he hecho varias obras de Shakesperare como Noche de Reyes o El Mercader de Venecia y he dirigido una obra suya, Enrique VIII, y cuando me propusieron esta obra acepté encantado por varias razones, como trabajar por primera vez con José Carlos Plaza, un director al que admiraba mucho. Recuerdo que fue muy importante para mí, en mi época de estudiante en Asturias. Él dirigía el Centro Dramático Nacional e iban las producciones al Teatro Campoamor de Oviedo y las vi. Recuerdo Hamlet, Comedias Bárbaras, que las vi seguidas en un solo día, o Historia del zoo de Edward Albee. Desde entonces le tengo una gran estima. Cuando dirigía Escénica en Málaga me llevó a hacer un taller y siempre quise trabajar con él, por lo que estoy encantado. Por otro lado, está el hecho de volver a compartir escenario con Ana Belén, con quien hice la gira de Kathie y el hipopótamo y con Lluís Homar, con el que coincidí en el Teatro de la Abadía en la obra El señor Puntila y su criado Matti de Brecht. La estrenó José Luis Gómez en Madrid y la gira la hizo Lluís Homar. Luego hay en la obra un grupo de profesionales con los que nunca había trabajado y a los que admiraba mucho, como Israel Frías, Rafa Castejón, Olga Rodríguez o Carlos Martínez-Abarca. Ya los había visto trabajar pero nunca había coincidido en el escenario con ellos y me hacía mucha ilusión tener la oportunidad de hacerlo. Con Fernando Sansegundo sólo había hecho hace algunos años una lectura, pero nada más. Además, aparte del personaje que me proponían y que me encantaba, el proceso creativo bajo la batuta de José Carlos Plaza lo viví con enorme placer. Doy gracias a José Carlos Plaza y a Lluís Homar, que han querido contar conmigo para este proyecto.

L.C.E.D.M.: Con esta obra, se completa una especie de trilogía grecolatina en su actividad profesional en estos últimos años…

E.A.: Sí, pero yo no lo busco. Son proyectos que me proponen y yo encantado. Hace dos años Hernán Gené me propuso hacer Pericles. Príncipe de Tiro en Mérida y supuso mi primera vez actuando en el Festival, con una obra de Shakespeare no muy conocida y unos compañeros impresionantes: María Isasi, Oscar de la Fuente, Ana Fernández, José Troncoso y Marta Larralde. Era otro elenco genial. Viví todo con un entusiasmo enorme porque actuar en Mérida tiene una magia especial. Años antes me llamó Magüi Mira para sustituir a Marcial Álvarez en César y Cleopatra, que también se estrenó en Mérida pero yo me incorporé en la gira. Compartí escenario con Ángela Molina, Emilio Gutiérrez Caba y Carolina Yuste, que está desarrollando una carrera impresionante. En esa obra hice de César joven.

L.C.E.D.M.: En la actualidad, también destaca el montaje de El Animal de Hungría de Lope de Vega que usted ha dirigido…

E.A.: Así es. Se trata de un proyecto muy bonito. Ha sido un viaje encantador y apasionante que comenzó con un taller con un grupo de jóvenes recién salidos de la RESAD a los que conocía porque estuve allí dando clases un año, que se pusieron en contacto conmigo para que les diera unas clases de verso. Les propuse que buscasen un texto que no fuera muy conocido para poder estudiarlo y trabajarlo sin ideas preconcebidas, como podría ocurrir con El Perro del Hortelano, Fuenteovejuna, La Vida es Sueño o El Caballero de Olmedo. Me gusta, cuando doy clase de verso a jóvenes, trabajar con un texto no tan conocido. Buscaron y surgió esta obra que a todos nos entusiasmó. Trabajamos sin ánimos de ponerlo en escena pero ellos me lo propusieron y a mí, entre que el trabajo con ellos había sido genial, porque tienen una energía con una mezcla de entusiasmo, ilusión, rigor y un alto esfuerzo, y que yo soy un apasionado de los clásicos, especialmente del Siglo de Oro, trabajé con muchas ganas. Me di cuenta de que El Animal de Hungría, un texto casi olvidado, tenía una gran calidad, y debía estar en el canon de Lope de Vega junto con sus obras más conocidas. Consideraba que era una obra merecedora de estar en los escenarios. Me junté con Santiago Pérez, productor de Escénate, y empezamos a buscar las posibilidades de llevarla a escena. Acabó estrenándose en el Festival de Alcalá y recibí mucho apoyo de su director, Mariano de Paco. Luego estuvimos en Peñíscola, en Almagro y en los Veranos de la Villa. Ahora está un poco apartada pero esperamos que en primavera nos salgan más bolos e ir a otros festivales. La acogida ha sido estupenda donde hemos ido por parte del público y de los críticos. Se han publicado seis críticas y todas han sido muy buenas.

Considero que el Siglo de Oro es maravilloso. El teatro isabelino, con Shakespeare a la cabeza, está muy bien pero no se puede negar que, en cuestión de cantidad, el Siglo de Oro español es un patrimonio muchísimo más grande que el inglés. Shakespeare escribió treinta y seis obra y sólo Lope de Vega escribió cuatrocientas y pico. Hay que sumar a Calderón, Tirso de Molina, y otros autores que no se escenifican y merecen una oportunidad. El Siglo de Oro despierta mucho interés por parte de los estudiosos o los filólogos pero a nivel escénico no. Hay muchos autores cuyas obras se quedan en bibliotecas y no se ven en los escenarios. Por eso la labor de la Compañía Nacional de Teatro Clásico es muy importante y se está extendiendo a otras compañías que apuestan por los clásicos españoles. El Animal de Hungría lo considero un tesoro que merecía llevarse a los escenarios y estoy convencido de que hay muchos más. Hay que indagar y escarbar un poco.

Ernesto Arias con el elenco de «El Animal de Hungría». Foto: Antonio Castro

L.C.E.D.M.: Volveremos al teatro pero no se puede dejar pasar su intervención en la novena temporada de Amar es para siempre, una serie que vemos desde el principio, y usted hacía de marido de Manuela Velasco, con la peculiaridad de que «moría» cinco o seis veces a manos de distintos personajes…

E.A.: Hay gente muy seguidora de la serie y ya forma parte de las sobremesas españolas. La experiencia de trabajar en ella ha sido estupenda. No hago mucho audiovisual. Cuando me lo han propuesto a veces me coincidía con teatro y no podía pero cuando he podido sí. Lo que me sorprendió fue el buen rollo del equipo. Hay una cordialidad y familiaridad que hace que te cuiden y te mimen mucho. Esto se extiende a todos: desde el director, Eduardo Casanova, hasta los compañeros, los responsables del vestuario, la ilunimación, los decorados o los técnicos de cámara. Todos ponen mucha atención y amor al trabajo que hacen. El personaje me gustó porque empezó siendo un poco malvado, luego tenía un accidente, se arrepentía y con lo de «las muertes» fue fenomenal. La grabé seis veces y ya decía. «¿Alguién más quiere pasar a matarme?».

Por otro lado me sentí muy afortunado de saber que Manuela Velasco era con quien iba a tener la trama . La había visto en teatro y la admiraba mucho, lo mismo que a Joseba Apaolaza, con quien también compartí escenas. Debo mencionar a Roberto Mori, que actuó en la etapa de Amar en tiempos revueltos y que, cuando yo estuve, era el coach de los actores. Su labor es muy importante porque hay actores fijos, otros que se renuevan en cada temporada, otros que están como tres meses, que fue mi caso, y luego hay episódicos. Él te orienta en el tono que hay que darle al personaje porque tiene una visión de todo. Es genial, al igual que los directores. Es una experiencia buena, pero también agotadora por el ritmo que llevan las series diarias y se hace un gran esfuerzo para sacarla adelante. Lo tienen todo muy bien estudiado y cuentan con una maquinaria muy preparada, con el añadido del COVID, lo cual hizo que se tuviesen que preparar los protocolos de seguridad para trabajar en óptimas condiciones. Te sentías muy seguro por el trabajo que hicieron.

Arias caracterizado como su personaje en «Amar es para siempre»

L.C.E.D.M.: Volviendo al teatro, queremos pisar sobre seguro y mencionar dos montajes en los que le vimos actuar y nos marcaron por sitintos motivos: ¿Qué recuerdos tiene de Veraneantes y El Malentendido?

E.A.: ¿Saben lo que creo? Que soy una persona muy afortunada. Por norma general no me gusta llevar mi atención al pasado. Lo que he hecho, hecho está. No suelo tener una visión nostálgica de mi carrera. De forma natural miro siempre los próximos proyectos, la gente con la que me gustaría trabajar o las obras que querría hacer. Cuando, de repente, como ahora, me recuerdan títulos como los que mencionan, lo primero que pienso es que he tenido mucha suerte por haberlos hecho.

Veraneantes fue una estupenda experiencia. La dirigió Miguel del Arco y fue una coproducción de Kamikaze Producciones y Teatro de la Abadía. Fue una obra genial con un personaje estupendo y disfruté muchísimo. Cuando hago teatro lo que quiero es disfrutar, lo que quiere decir, no sufrir, gozarlo al máximo y aprender. Todo eso ocurrió con este montaje porque Miguel del Arco es un maestro de la dirección escénica y tuve la oportunidad de trabajar con Israel Elejalde, Raúl Prieto, Cristóbal Suárez, Lidia Otón, Manuela Paso y Elisabet Gelabert, entre otros. Vino acompañada de un gran entusiasmo por parte del público y si, además, lo gozas con entusiasmo como actor, como fue el caso, supone la felicidad total. Recuerdo especialmente este montaje porque las representaciones concidieron con el nacimiento de Iván, mi segundo hijo y entonces se pueden imaginar mi estado haciéndola. Fue una experiencia tremenda.

Ernesto Arias con sus compañeros de escena de «Veraneantes». Foto: Ros Ribas

El Malentendido de Albert Camus supuso la oportunidad de trabajar por primera vez con Cayetana Guillén-Cuervo, con quien volví a coincidir en Hedda Gabler de Ibsen. Trabajé también con Julieta Serrano, que hay que inclinarse cada vez que se le nombra, es una maravilla, y también coincidí en escena con Lara Grube. Fue una producción del Centro Dramático Nacional dirigida por Eduardo Vasco y tuvo mucha vida. Fue una experiencia muy bonita por la vinculación de Cayetana con el proyecto. Sus padres habían estrenado la obra y fue un homenaje a ellos y a esa generación de actores. Lamentablemente Fernando Guillén falleció antes de estrenarse y no la pudo ver. Fue un proyecto muy emocionante. Por otra parte el texto era maravilloso.

Arias con sus compañeros en «El Malentendido». Foto: @davidruano_fotografia

L.C.E.D.M.: En el Teatro de la Abadía permanece una larga etapa donde representa tanto textos clásicos como contemporáneos, algunos de ellos bajo la dirección, además de José Luis Gómez, de directores extranjeros. Esa visión de alguien de otro país debe de enriquecer a los actores…

E.A.: Claro. Yo entré en La Abadía con veinticuatro años y fui parte de la primera hornada de actores que la inauguramos: Pedro Casablanc, Carmen Machi, Carmen Losa, Alberto Jiménez y Beatriz Argüello, entre otros. En 1994 comenzamos a trabajar y en 1995 se inauguró La Abadía con el montaje de El Retablo de la Avaricia, la Lujuria y la Muerte de Valle-Inclán. Ese fue mi primer golpe de fortuna en el mundo teatral. Estuve allí mucho tiempo desarrollando el comienzo de mi carrera, no sólo actuando sino también entrenando y haciendo talleres. Como José Luis Gómez invitaba a directores extranjeros tuve la ocasión de trabajar con algunos de ellos. De hecho, mi último espectáculo en La Abadía, hace dos años antes de la pandemia, fue Nekrassov de Sartre dirigido Dan Jemmett. Antes de él trabajé con Hans Gunter Hayme o Götz Loppelman. Mi relación con La Abadía ha sido muy profunda porque luego era yo el que impartía talleres allí y acabé dirigiendo los Nuevos Entremeses de Cervantes. Se me asocia mucho con el teatro clásico pero como actor he hecho de todo.

L.C.E.D.M.: También ha hecho obras con trasfondo religioso, siendo cura en La Duda de John Patrick Shanley y Jesucristo en Mesías de Steven Berkoff…

E.A.: También. Efectivamente. Mesías, en La Abadía, iba a dirigirla el propio Steven Berkoff porque él estuvo allí haciendo su espectáculo Villanos, sobre los malvados de Shakespeare, e iba a encargarse de Mesías, pero por problemas de agenda no pudo y la dirigió José Luis Gómez. Al principio, al ser joven, yo hacía personajes más pequeños y de repente José Luis Gómez me ofreció La Baraja del rey Don Pedro y Mesías, los dos primeros personajes protagónicos que hice en La Abadía. Trabajé con compañeros maravillosos en aquellos montajes y les tengo adoración.

Danto vida a Jesús en Mesías. Foto: @teatroabadia

Por otro lado La Duda me dio la posibilidad de interpretar al Padre Flynn, de la mano de Darío Facal con quien luego volví a trabajar en El Corazón de las Tinieblas, y compartiendo escenario con Carmen Conesa. Es una obra que me gusta mucho porque, mientras los textos clásicos necesitan de una gran energía por la dificultad del lenguaje y las situaciones tan extremas y las grandes pasiones que plantea, obras como ésta requieren otra energía. Es muy sutil. Todo se fundamenta en dónde está la verdad, algo que actualmente es muy difícil por la saturación de información que hay. El autor creó una trama estupenda con una ambigüedad que hace que no se sepa claramente la verdad de lo que ha pasado.

L.C.E.D.M.: Además de actuar y dirigir también tiene una faceta docente y la actriz Silvia Acosta nos habló muy bien de usted en esa faceta ¿Qué suele querer a los alumnos a los que da clase?

E.A.: Ya que me la mencionan, con Silvia Acosta les diré que coincidí con ella en un taller que yo impartí de Fuentes de La Voz y luego en La Abadía llegando a dirigirla en los Entremeses. Me alegra ver que gente que han trabajado conmigo desarollan carreras estupendas. No por mí, para nada. Ella tenía un empeño y una perseverancia que se podía ver que llegaría lejos si tenía paciencia. Al principio yo era reticente a dar clases y a impartir talleres. Finalmente pensé que es importante transmitir conocimiento a otros porque luego ellos pueden desarrollarlo. Si se me reclama para dar un taller porque interesa mi manera de entender el oficio de actor o de trabajar en esta profesión, yo acudo. Yo nunca he organizado un taller por propia iniciativa. He ido donde se me ha llamado. Mi labor se basa en compartir cómo yo desempeño mi trabajo y luego que cada uno coja lo que quiera. Todo se basa en mis experiencias. No sólo se aprende en las escuelas y los cursos. También se aprende mucho de los compañeros con los que compartes escenario. Yo me he nutrido de eso y es lo que transmito. Cuando trabajo con gente joven se produce un trueque entre lo que yo les doy y luego recibo: entusiasmo, falta de él, o que se me cuestione. Esas cosas me enseñan mucho. Me da pena que la gente joven sea ahora tan criticada porque yo, con la que me he relacionado, he notado que está ávida por aprender y eso me pone mucho las pilas. Siempre digo que soy actor y director, no profesor.

L.C.E.D.M.: Para acabar le planteamos unas preguntas de moda, primero relacionadas con su profesión ¿Qué importancia le da al vestuario cuando compone un personaje?

E.A.: Le doy mucha importancia. En la vida diaria se juzga a la gente por su aspecto y por la estética que elige ponerse: peinado, ropa, maquillaje, botas etc… Uno es aquello que se pone y eso, trasladado a un personaje, es lo mismo. Yo tengo la teoría de que el personaje se construye en equipo porque el encargado del vestuario te pone uno que él ha creado, yo respeto ese trabajo y mi labor es cargar de vida lo que llevo puesto, que se aplica a otros aspectos: hay que cargar de vida unas palabras que yo no he escrito, un vestuario que yo no he diseñado y unos movimientos escénicos que el director me indica. El actor habita en todo. El teatro es un arte en equipo, todo está conectado y hay que acordar e intercambiar opiniones.

L.C.E.D.M.: ¿Qué vestuario destacaría de los que ha llevado?

E.A.: El de Lorenzo Carprile para Hedda Gabler, donde volví a coincidir con Cayetana Guillén-Cuervo y a ser dirigido por Eduardo Vasco. Durante los ensayos estaba un poco perdido. Me encanta ensayar porque es como una aventura. El vestuario me situó y me hizo entender el personaje. El de Nekrassov, que hizo Vanessa Actif, también me gustó mucho, así como el de Amar es para siempre, ya que te lo ponías y decías: «Claro, es que este hombre es embajador en Francia». El vestuario ya lo daba. Y no puedo dejar de mencionar el de Antonio y Cleopatra creado por Gabriela Salaverri. Enobarbo es militar, soldado, y a mí me cuesta dar ese carácter, por lo que la coraza y las botas militares que llevo me ayudan a sentir esa energía militar que tiene el personaje.

L.C.E.D.M.: Para terminar nos gustaría que definiese su manera de vestir en su vida diaria y cuando asiste a eventos

E.A.: En la vida lo que me motiva para elegir el vestuario es pasar desapercibido lo máximo posible. Procuro no desentonar pero tampoco destacar. Siempre pido consejo a mi mujer. Se aplica a una boda, a un evento, a estar en casa o a ir al monte a caminar. Con respecto a la estética soy un poco desastre. Con la moda de los jóvenes me sorprende que, para encontrarse a sí mismos, se añaden cosas: piercings, tatuajes, ropa de tal o cual manera y yo, por el contrario, me he ido despojando de cosas. Nunca me verán con un anillo, con una pulsera, con un reloj. Tampoco llevo collares ni pendientes. Hasta el anillo de boda lo llevé un tiempo y le dije a mi mujer que no me sentía cómodo con él, se lo di y lo tiene guardado ella. Son añadidos que se alejan de mi esencia. Con unos vaqueros y una camiseta soy feliz.

María Isasi: «Cada montaje teatral ha sido una oportunidad para aprender e ir un poco más allá»

Hay personas, independientemente de su profesión, que te llegan de una manera muy especial. Una de las cosas más bonitas que se puede escuchar es a una persona hablando con un amor inmenso sobre sus padres. María Isasi es un ejemplo de amor a la interpretación el cual le viene de cuna. Su padre era el  director internacional Antonio Isasi-Isasmendi y su madre es la actriz más elegante de este país, Marisa Paredes. María Isasi se ha labrado una exitosa carrera propia, tanto en teatro como en cine y en televisión, terrenos en los que tiene novedades. De su trayectoria y estos proyectos inminentes habla para La Cultura está de Moda con un amor y orgullo a sus raíces que es una delicia entrevistarla, ya que conoce su profesión a la perfección.  Pasen y lean.

Foto: @sofiatorroja

Alejandro Reche Selas: ¿Qué nos puede contar de la serie en la que participa y que se emitirá en Televisión Española?

María Isasi: Se llama Historias de Alcafrán. La dirige Moisés Ramos y la coproduce José Mota. El guionista es Ladrón de Guevara, el mismo de Cuéntame cómo pasó. La hemos rodado en un pueblo de la sierra de Madrid, Cabanillas de la Sierra, y el ser un escenario natural ha sido un factor muy favorable. Es una historia muy nuestra que trata el tema de la España vaciada. Interpreto el personaje de Marina, la alcaldesa, una mujer separada con dos hijas y que ha llegado a la alcaldía porque los anteriores a ella en el cargo han pecado de corrupción. Es alegre, vitalista y con ganas de tener un pueblo en el que todos estén a gusto, algo que no le será fácil. Ha sido un rodaje maravilloso porque he coincidido con actores a los que admiro mucho que tienen categoría y renombre para mí como es el caso de Álex Gadea, Agustín Jiménez, Luis Miguel Seguí, Marisol Membrillo o Amparo Moreno. Hemos hecho entre todos una familia. La historia que se cuenta es muy bonita y trata temas de actualidad. Tenemos muchas ganas de que funcione bien, ya que se ha hecho con mucho cariño, alegría y corazón. Estoy muy contenta con el resultado y es una apuesta fuerte.

A.R.S.: Leí que estaban buscando extras para una película en cuyo reparto está usted junto con Yon González, María Alfonsa Rosso, Luis Callejo, Aaron Piper y Marián Álvarez entre otros ¿me puede dar detalles de este proyecto?

M.I.: Sí, se trata de Érase una vez Euskadi. Para mí esta película es muy importante en mi vida porque el director, Manu Gómez, es familia para mí. Es su primer largometraje aunque cuenta ya con sobrada experiencia y, cuando la escribió, él tenía claro que quería que yo participase en él, y yo quería estar fuese como fuese. Ha costado muchos años ponerla en pie. Tiene el apoyo de Televisión Española, que es muy importante, y vamos a conseguir realizarla. El guión es apasionante. El argumento está basado en hechos reales. Es la propia vida del director. Se centra en una familia andaluza que emigra al País Vasco en los años ochenta, como fue la suya y es un regalo formar parte de esta película porque quiero mucho a Manu Gómez. Creo que será una de las grandes historias del año que viene. Tenemos mucha fe en ella porque narra una parte importante de nuestra historia. Tras los ensayos esperamos ir a Euskadi a rodar en las próximas semanas para dar vida a los personajes que tiene esta película delicada, fuerte y muy vasca.

A.R.S.: Le hemos podido ver en la temporada final de Las chicas del cable ¿Cómo ha sido la experiencia

M.I.: Ha sido una experiencia muy bonita. Ha sido precioso estar con un grupo de actrices muy potente. Son jóvenes y grandísimas actrices, además de estupendas compañeras.

María Isasi junto a Ana Risueño en «Las chicas del cable»

A.R.S.: Antes de la pandemia usted estaba representando Divinas Palabras ¿qué ha supuesto como actriz meterse en el universo de Valle-Inclán?

M.I.: Para mí ha sido un descubrimiento porque yo soy más lorquiana, y Valle-Inclán me parece un autor maravilloso porque hay una celebración de la carnalidad, de la sexualidad, de lo más pasional del ser humano, de lo más español, lo más tremendo y divino de nuestro país. En Divinas Palabras se retrata pura España y es muy hermoso. También te conecta con algo superior que nos maneja. Se dice que es el autor más difícil de hacer y yo no le diría lo contrario porque es complicado interpretar a Valle-Inclán por todo lo que pide, exige y quiere contar. Es poliédrico y enorme.

Dando vida a Mari Gaila en «Divinas Palabras» Foto: @marcosgpunto

A.R.S.: Una característica que yo percibo en usted cada vez que afronta su trabajo y que transmite en las redes sociales es su ilusión…

M.I.: Así es como lo vivo porque para mí cada oportunidad en este trabajo es un regalo y una ocasión para vivir algo extraordinario, poder darte al público, contar una historia, conocer gente nueva, ponerte en otra piel y vivir otra vida. Es un regalo tan grande para mí que a priori siempre estoy muy agradecida. Además este trabajo es un lujo y más en estas circunstancias en las que estamos, ya que hay mucha gente en paro y otras personas ni siquiera tienen ayudas. El sector está en un momento muy complicado y he sido una actriz de suelo raso, en el sentido de que he tenido muchas etapas sin trabajo, otras en las que pensaba que no servía para esto e incluso me he planteado dedicarme a otra profesión. Por todo lo dicho cada vez que me surge un proyecto es de agradecer y para celebrarlo. Eso hace que me entregue a él con todo el júbilo del mundo.

La actriz en la serie «Seis Hermanas»

A.R.S.: Su anterior experiencia teatral fue El Sueño de la Vida dirigida por Lluís Pasqual, con un gran reparto de varias generaciones, con un texto de Federico García Lorca y un director que lo adora ¿cómo lo vivió?

M.I.: Fue una experiencia extraordinaria porque, como dice, había actores maravillosos de todas las generaciones. Éramos diecinueve si no recuerdo mal, con el texto de Lorca junto con el de Alberto Conejero finalizando Comedia sin título. Fue algo único que me llevaré para siempre y ser dirigida por Lluís Pasqual es un gran regalo, como si te tocase la lotería. Trabajar con él fue espectacular porque te encontrabas en manos de un auténtico maestro y un genio. Tiene una gran sabiduría y un amplísimo conocimiento de esta profesión y de todo en general. Su cultura es desbordante, ya que ha estado al frente de teatros de toda Europa. Todo el tiempo de aprende de él y con él. Además ha surgido una amistad entre ambos muy bonita.

Con el elenco completo de «El Sueño de la Vida». Foto: Sergio Parra

A.R.S.: Fíjese cómo rima la vida que en el final de la película Todo sobre mi madre su madre ensaya un espectáculo sobre Lorca dirigida por él, que está sin acreditar…

M.I.: Sí, es muy curioso porque Lorca, mi familia y Lluís conforman una especie de círculo que no se termina porque yo era una niña cuando lo conocí ya que él dirigió a mi madre en Comedia sin título en el Teatro María Guerrero junto a Juan Echanove e Imanol Arias entre otros. Ese montaje fue una revolución y viéndolo desde el patio de butacas yo decía: “Dios mío, yo me quiero dedicar a esto, quiero estar ahí”. La vida ha hecho que yo acabase haciendo esa misma obra dirigida por él. Él y mi madre son muy amigos pero cuando hice la prueba para El Sueño de la Vida él no sabía que yo era su hija. Se lo dije al final y se llevó una sorpresa. Nos hubiese encantado salir de gira con esta obra pero no se podía. Es una pena y me gustaría reivindicar que las giras son necesarias porque todo el mundo en toda España paga los teatros públicos y todo el mundo tiene derecho a ver lo que se hace en ellos. Deberíamos tener más ayuda para llegar a todos los teatros de España.

María Isasi en un momento de «El Sueño de la Vida». Foto: Sergio Parra

A.R.S.: Usted tiene una trayectoria en el Teatro Romano de Mérida ¿qué significa para usted pisar ese escenario?

M.I.: He hecho cuatro obras allí. Primero fue Itaca dirigida por Francisco Suárez, luego Hécuba y La Orestíada, dirigidas ambas por José Carlos Plaza y la última fue Pericles, príncipe de Tiro el año pasado bajo la dirección de Hernán Gené. Para empezar Mérida la considero mi casa. Todo el mundo me recibe con mucho cariño, como si volviese a ver a la familia: las sastras, el gerente o los técnicos de sonido me han visto crecer y a nivel profesional es como renacer, volver a examinarme, o tocar de nuevo la piedra de casa. Le cuento además una anécdota simbólica: Mi madre nació en la Plaza de Santa Ana de Madrid porque mi abuela era portera de un edificio allí y cada vez que necesito suerte bajo y toco las piedras de ese edificio. Pues en Mérida me ocurre lo mismo. Es como volver al útero teatral. Significa reencontrarme con la niña de veintitantos años que salió allí por primera vez y reconectarme de nuevo con el amor al teatro, a su esencia básica. Siendo un lugar tan grande y teniendo a tanta gente delante yo me conecto con mi corazón y vuelvo a confirmar el amor que le tengo al teatro. La labor de Jesús Cimarro y de Pentación Espectáculos gestionando el Festival es magnífica. Le estoy muy agradecida.

A.R.S.: ¿Qué sintió cuando José Carlos Plaza le ofrece el personaje de Políxena en Hécuba?

M.I.: Yo tenía muchas ganas de trabajar con él. Ocurrió que él me vio en Días sin luz que dirigió el maravilloso Antonio Hernández, sobre el caso de Mari Luz Cortés, en el que hice un personaje muy comprometido y al que recuerdo con mucho cariño, cuidado y respeto. Tuve la suerte de que me llamase y trabajar al lado de Concha Velasco ha sido para mí uno de los mayores regalos de mi vida. La quiero muchísimo y fue otro aprendizaje trabajar con otro maestro enorme de la escena, aprendí muchísimo y de ahí surgió gran parte de los amigos que tengo ahora mismo.

A.R.S.: Tuve la oportunidad de entrevistar a Concha Velasco en Sevilla por esa obra y me alabó su trabajo aparte de que le destaqué la escena de la despedida definitiva que es sobrecogedora…

M.I.: Ese momento me nació a mí. Le pregunté a José Carlos Plaza: “¿Crees que si le doy a Concha un beso en la boca en este momento le ofenderá?” Y él me dijo: “Hazlo, a ver qué pasa”. Lo hice y así quedó para siempre. Es uno de los momentos más bonitos de mi carrera que siempre recordaré porque me atreví sin conocerla apenas a hacerlo  ya que dije: “Es que esto lo haría con mi madre”.

María Isasi con José Pedro Carrión y Concha Velasco en la obra de Eurípides

A.R.S.: Precisamente La Orestíada, su segundo montaje con Plaza, pude verlo en Mérida y tiene mucho mérito hacer dos personajes y recibir el Premio de la Unión de Actores con una obra que sólo se vio allí cinco días…

M.I.: Así fue. Creo que tiene que ver en eso el trabajo pero, sobre todo, el cariño de los compañeros. La Unión de Actores es así porque es imposible que la viese tantísima gente. No me lo esperaba para nada.

Desgarrador momento de María Isasi en «La Orestíada». Foto: @jotaintheworld

A.R.S.: Ese montaje fue espectacular en todos los aspectos pero destaco la versión de Luis García Montero ya que redujo a dos horas y pico las siete que duraría la trilogía que escribió Esquilo…

M.I.: Cierto. Lo que escribe ese señor es poesía pura, es una maravilla. Te dan un texto de García Montero y ya tienes el ochenta por ciento del trabajo hecho, al igual que la versión que Juan Mayorga hizo de Hécuba de Eurípides. Eran textos que andaban solos. Sólo debías ponerte en tu sitio y dejarte llevar. Era precioso y, efectivamente, fue una odisea reducir La Orestíada para hacer algo cercano al espectador y que pudiera vivir aquella historia en menos tiempo. La idea de interpretar a dos personajes fue otro reto porque José Carlos Plaza los quería muy distintos entre sí y que no se supiese que era la misma actriz la que los hacía. Era la primera vez que hacía dos personajes en una obra de teatro y fue muy bonito.

A.R.S.: A usted le han vestido y maquillado en estas dos obras de teatro mencionadas dos profesionales como son Pedro Moreno y Juan Pedro Hernández ¿qué opina de ellos?

M.I.: Son maravillosos y dos instituciones en el teatro, la televisión y el cine. Son dos personas que van siempre a favor del actor y de darle todas las herramientas para poder crear. Los vestidos que me ha hecho Pedro Moreno son inolvidables y crea junto al actor. No te viene con la percha para que te pongas algo sino que te mira y remira en los ensayos, ve lo que necesitas: si te arrastras o no, si tiene que parecer que han pasado veinticinco años en una guerra, por poner varios ejemplos. Y Juan Pedro Hernández es de los más grandes maquilladores que existen. No sólo te maquilla sino que te enseña a hacerlo, ya que lo solemos hacer los propios actores en las giras. Es una lección absoluta y les quiero mucho a los dos.

Caracterizada para el cartel de «La Orestíada» Foto: @davidruano_fotografía

A.R.S.: Su última experiencia en Mérida, Pericles, príncipe de Tiro era una obra de William Shakespeare pero modernizada ¿Cómo vive usted este tipo de propuestas?

M.I.: Yo me embarqué en este proyecto por las personas que estaban en él. La dirigía Hernán Gené, con el que yo quería trabajar y después estaban en el elenco Marta Larralde, José Troncoso, Ana Fernández, Oscar de la Fuente, Ernesto Arias y el propio Hernán Gené. Era un grupo de profesionales maravilloso con el que me apetecía mucho trabajar. Lo curioso es que, el primer día para preparar el montaje, no sabíamos qué personaje iba a hacer cada uno. Íbamos un poco a ciegas. El texto era, como ha dicho, bastante modernizado, adaptado por el propio director, y era además una obra de Shakespeare poco conocida. Cada uno de nosotros interpretábamos a siete personajes. Gené es un famoso profesor de clown y lenguaje gestual. El montaje, aunque no totalmente, iba un poco en esa línea, con cambios de humor, variedad y coreografías. Siempre he pensado que los clásicos se pueden versionar mientras no se traicione el mensaje original. Contábamos la historia de Pericles, que era muy bonita se cuente como se cuente, ya sea con vestuario de época o con vaqueros. Hay tantos montajes posibles como personas en el mundo. Por eso no pasaría nada si se hiciesen diez versiones de Hamlet a la vez. Cada uno aportaría algo diferente.

María Isasi encarnando a uno de los personajes de «Percicles. Príncipe de Tiro». Foto: @javier_naval_stage_photo

A.R.S.: Otra de las obras en las que ha participado es Incrementum, dirigida por Sergio Peris-Mencheta. Se juntaba con un grupo de actrices para una obra que supondría un reto ¿no?

M.I.: Sí, porque la obra era un cálculo matemático. De hecho su autor, Perec, lo era. Planteaba el cálculo de probabilidades de obtener un aumento de sueldo que se pidiese a un jefe, si se conseguía o no. Era un montaje a seis voces con un maestro de ceremonias  y era un reloj suizo. Cuando el montaje salía redondo se creaba una sensación mágica ya que el espectador no daba crédito: pasaba de la ansiedad a la perplejidad, a la celebración y al final perdíamos todos la cabeza. Era un retrato de nuestro sistema capitalista más brutal.

María Isasi con Marta Aledo, una de sus compañeras en «Incrementum»

Vivirlo era alucinante y a eso hay que añadirle estar bajo la batuta de Sergio Peris-Mencheta que es uno de los directores, no ya talentosos, que eso ya es evidente, sino más exigentes. Él es actor, hace carrera en Estados Unidos pero siempre ha querido ir más allá y contar sus propias historias haciendo sus propias denuncias y allí está,  conformando él un camino por sí solo.

A.R.S.: Yo vi Todos eran mis hijos de Arthur Miller en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, un montaje que usted estrenó pero en el que ya no estaba ¿qué supuso para usted?

M.I.: Fue una obra muy importante para mí por varios motivos: me dio la oportunidad de trabajar con Claudio Tolcachir, que es un hombre maravilloso y un gran director, hice una obra de Miller, que es un gran autor y me dieron el Premio Ojo Crítico que es una apuesta por un joven talento y por lo que siempre estaré agradecida a Radio Nacional por habérmelo otorgado. Además allí conocí al que hoy es mi marido. Por todo ello es una obra que me cambió la vida. Luego, por circunstancias del trabajo, la dejé, pero siempre la tendré en el recuerdo. Ojalá se hicieran más obras de autores como Miller o Shakespeare, entre muchos otros. Tendrían que ser autores de repertorio y estar girando por toda España porque los textos teatrales son La Biblia, nos hablan de la vida, de la realidad y nos enseñan otros puntos de vista que a lo mejor no tenemos en cuenta, haciendo un retrato de la realidad diferente, y gracias a ellos conocemos otros lugares y mentalidades para saber que todos somos lo mismo. El teatro siempre te ensancha y estos autores deberían de representarse más para que todo el mundo los conociese. La cultura debería de estar más a pie de calle.

La actriz preparándose para interpretar a su personaje en «Todos eran mis hijos» Foto: @jose_carballal_photography

A.R.S.: Pasando a otro aspecto usted tiene la interpretación en la sangre: Su padre, director de cine, su madre, actriz, pero tengo entendido que su abuela paterna también era actriz…

M.I.: Sí señor, Nieves Lasa. Lo fue sobre todo en Argentina ya que tuvo que emigrar y allí se hizo actriz. Fue muy reconocida y actuó en Buenos Aires y Tierra de Fuego, entre otros lugares En España fue sobre todo actriz de doblaje.

La actriz Nieves Lasa, la abuela paterna de María Isasi

Ella fue la que introdujo a mi padre en este mundo, primero doblando, luego editando, ya que mi padre no sólo fue director, también editor, guionista y productor. Fue escalando hasta llegar a coproducir.

El director Antonio Isasi-Isasmendi, padre de María Isasi. Foto: @enrique_cidoncha

A.R.S.: Menudos repartos internacionales tenían sus películas…

M.I.: Fue espectacular porque logró algo que no se conseguía en este país, llegando a estrenar en cuarenta cines en Nueva York. Fue un hombre fuera de serie completamente.

«Las Vegas 500 millones», una de las películas dirigidas por Antonio Isasi-Isasmendi

A.R.S.: Teniendo los antecedentes familiares citados ¿tiene recuerdos marcados de pequeña de la profesión a la que se dedica?

M.I.: Sí. Yo recuerdo a mi madre en el escenario desde que tengo uso de razón porque siempre la acompañaba. La veía desde el patio de butacas y yo me quedaba alucinada con esa magia que tenía, por ejemplo, en el montaje de Comedia sin título que le cité donde hacía de Actriz pero además de Titania y con esos vestidos que llevaba y aquellas luces yo decía: “Madre mía. Mi madre es una ninfa, una diosa”, que luego ha resultado que es así, que era verdad.

Maisa Paredes con Nuria Gallardo en «Sonata de otoño»

De mi padre recuerdo mucho el rodaje de su última película, El aire de un crimen. Estuve varios días allí y me quedaba perpleja de lo que se rodaba y cómo se hacía. Es muy bonito crear arte cinematográfico y observar cómo es el proceso, además de ver a mi padre capitaneando. Era un hombre con mucho carácter pero al mismo tiempo muy amable y sabía muy bien lo que hacía. Era apasionante. Entonces ¿cómo no iba yo a querer dedicarme a esta profesión?

A.R.S.: ¿Recuerda lo que sintió cuando se subió por primera vez a un escenario?

M.I.: Fue en un teatro universitario e interpretaba a la nodriza en Antígona de Jean Anouilh. Me recuerdo mucho más tranquila y mucho más segura que ahora, algo que es curioso, porque me sentía muy en casa y con confianza de lo que hacía. Tenía mucho poder de convicción para conmigo misma. Como muchas actrices dicen, cuanto más mayor se hace una y más larga es la carrera se pone más nerviosa e insegura, por el nivel de exigencia o lo que se espera de una o de sí misma.

A.R.S.: ¿Su debut profesional fue con una obra de Sergi Belbel?

M.I.: Sí, Elsa Schneider. La dirigía Julián Quintanilla, un director muy joven de Badajoz que ya tiene una importante carrera en el audiovisual, ha hecho cortometrajes con Loles León y yo también intervine en uno de ellos. Cuando dirigió la obra de Belbel acababa de salir de estudiar dirección en la RESAD de Madrid me llamó para hacer esta obra y salimos a hacer bolos. Fue un trabajo muy hermoso.

A.R.S.: A lo largo de su carrera ¿cada trabajo que hacía lo consideraba un escalón que iba subiendo?

M.I.: Pues sinceramente no lo sé. Cada montaje teatral ha sido una oportunidad de aprender más, eso por supuesto, y de atreverme a ir un poco más allá hasta llegar a hacer Mari Gaila de Divinas Palabras, que, nunca mejor dicho, son palabras mayores. Sí es verdad que se sabe más conforme más se vive y se experimenta. El arte de actuar sabe más eso sí es cierto. Quizás por eso uno se pone más nervioso conforme avanza, porque sabe a lo que se expone.

A.R.S.: De ahí lo que se dice de que se deben seguir sintiendo las mariposas en el estómago cada vez que va a comenzar una función…

M.I.: Sí porque lo que está encima del escenario ha de estar vivo y la vida es riesgo. Si no lo hay, ni incertidumbre, algo no está vivo, entonces ahí te la juegas. A mí se me conoce por no hacer una función igual que otra. No me sale. No soy una actriz demasiado técnica en ese sentido. Yo salgo a vivir una experiencia y cada día es diferente. Ahí están los nervios y el riesgo que mencionaba, en la cuerda floja. Es mucho más interesante ver a un funambulista que a alguien que está a un metro del suelo. Cuanto más arriba estás más vibra el espectador contigo. Puede que sea un poco kamikaze pero así lo siento. Sólo se vive una vez y hay que disfrutar.

María Isasi en «Sueño sin título» dirigida por Juan Carlos Corazza

A.R.S.: Pasando al terreno audiovisual, creo que su primera película la hizo con Agustí Villaronga (99.9), quien también dirigió a su madre años atrás en Tras el cristal

M.I.: Sí, también es como de la familia y, para mí, es uno de los mejores directores de este país sin lugar a dudas porque es un autor independiente pero con gran exquisitez. Hice de una babysitter con sólo una frase. Fueron mis comienzos en este terreno, como también pasó en Los amantes del Círculo Polar de Julio Medem, en donde tenía una escena pequeña. Se va empezando poco a poco.

A.R.S.: Usted transmite la sensación de ser lo que se llama actriz esponja, porque absorbe todo lo que pueda de lo que le aporten los maestros con los que ha trabajado…

M.I.: Claro. Lo más bonito es trabajar mano a mano con un director y crear un personaje, ya sea pequeño, mediano o grande. Siempre considero que la mitad de mi carrera ha consistido en papeles pequeños y siempre he intentado aprovechar todo lo que pudiese sacar de cada experiencia y así crear algo hermoso. No hay papel pequeño. Cuando alguien me dice: “Es que tengo un papel pequeño” yo le contesto: “A mí no me lo digas porque nunca lo he considerado así”. De hecho cuando me dieron el Premio Ojo Crítico me dijeron: “Por hacer de algo pequeño algo grande”. Encontrarte con un director que te mira, crea contigo y cree en ti contándote su propio lenguaje es una sensación estupenda. He tenido la suerte de trabajar con grandes maestros y aprender de ellos. Ojalá pueda trabajar más con ellos.

A.R.S.: Si yo le digo Las Trece Rosas ¿Qué me dice usted?

M.I.: Fue una película muy especial porque relata una historia terrorífica de una época igual de terrorífica de este país. Fue una injusticia enorme, el asesinato múltiple de unas jóvenes que pagaron por el capricho de unos señores porque eran totalmente inofensivas. Cuando leí la novela de Fonseca me quedé perpleja y creo que es un hecho que debería ser siempre recordado. Ya lo dijeron ellas: “No nos olvidéis”. El rodaje fue una maravilla porque trabajé mano a mano con Luisa Martín, a la que quiero muchísimo, dando vida a familiares del personaje que interpretaba Verónica Sánchez, las Conesa. Era una familia de mujeres porque también estaba Marta Aledo como una de las hermanas. Fue triste y desgarrador rodar porque el momento en el que Luisa y yo vamos corriendo tras el camión en el que se llevaban a Verónica lo recordaré toda mi vida, ya que, cuando ruedas algo así, o te dejas la piel o no eres digno de estar ahí como actor. Fue muy duro pero muy gratificante trabajar con ella dirigidas por Emilio Martínez Lázaro.

A.R.S.: Y si se está hablando de cine ¿cómo fue la experiencia en Salvajes?

M.I.: Para mí es el trabajo en cine más importante que he hecho. Primero por trabajar con mi madre porque es algo que, generalmente, hemos evitado. Nos han propuesto muchas cosas para hacerlas juntas y las hemos desviado porque considerábamos que iba a estar el morbo de vernos juntas por encima de la historia que se contaba. Decidimos llevar carreras diferentes pero en este caso la productora era Lola Salvador, que me hizo incluso prueba para el personaje. Yo había visto la obra de teatro y me había gustado muchísimo y era una oportunidad de trasladar esa historia a la gran pantalla. Desgraciadamente fue una película que pasó desapercibida por la cartelera porque coincidió con el 11-S y la gente no iba al cine, similar a lo ocurrido con las pandemias. Todo se paró. Era un proyecto familiar y yo iba a la salida del Cine Renoir de Madrid y le preguntaba a la acomodadora: ¿Cuánta gente ha venido?” y me decía: “Muy poca”. Sin embargo sí fue más apreciada cuando salió en DVD o se proyectó en festivales. De hecho está muy bien considerada como cine de autor dirigida por Carlos Molinero y me dio una nominación al Goya. El diploma lo tengo firmado por mi madre y parece que lo hemos hecho en casa una tarde porque fue durante la época en la que ella fue Directora de la Academia.

A.R.S.: Y al trabajar con ella ¿se olvidaron ambas de que eran madre e hija, sobre todo en algunas escenas duras que tenían?

M.I.: Es muy difícil de olvidar que es tu madre con la que estás trabajando. Recuerdo una escena en la que me dio un bofetón. Pues, por lo que fuese, no salía, y se repitió como siete veces. Me dio tan fuerte que me dejó la cara colorada. Creo que ella pensaba que al ser yo su hija le perdonaría si me daba un bofetón como Dios manda. Es la única vez que he trabajado con ella y me sorprendió mucho su humildad, su saber estar al mismo nivel que todos, ya que éramos muchos actores principiantes los que allí participábamos. Ella era una más y no me dijo nunca que hiciese algo de una manera determinada. Siempre me ha dejado libre para crear yo sola mis propios personajes. Actualmente sí me aconseja más.

A.R.S.: Usted participó en la quinta temporada de Amar en tiempos revueltos, la que yo denominé la temporada del relevo generacional, ya que había varios hijos de actores que mostraban su talento muy eficazmente y que se han consolidado, como usted, Cayetana Guillén-Cuervo, Javier Collado o Marina San José

M.I.: Fue una serie que supuso para todos una plataforma muy importante. Hay todavía personas que me recuerdan por ese personaje, incluso compañeros de profesión, lo cual es muy gratificante porque quiere decir que tu trabajo ha calado y me siento muy orgullosa de ser hija de quien soy. También lo estoy de los demás hijos de actores porque no es fácil serlo. Nadie te regala nada, más bien al revés porque tienes más ojos y juicios encima, y comparaciones. Es algo que no necesitamos porque somos otras personas distintas. Hay que tener agallas para decir: “Me quiero dedicar a esto y soy otra persona diferente”. A la vez hago honor a mi saga familiar y estamos muy agradecidos de los que nos miran con buenos ojos. A día de hoy hay gente con la que trabajo que se entera como algo secundario de quién soy hija. Eso lo hemos cuidado mucho, como los compañeros que ha mencionado. El trabajo en las series diarias es muy duro por la rapidez y las horas que se dedica a ello al día pero a la vez es muy gratificante.

Caracterizada como su personaje en «Amar en tiempos revueltos»

A.R.S.: Para finalizar ¿me definiría su estilo de vestir en su vida diaria y en eventos?

M.I.: Pues no soy de marcas ni de modas. He aprendido de mi madre, a la que considero una diosa de la elegancia, que la mejor moda es la que te siente bien y eso ella me lo ha enseñado. Tan pronto puedes llevar una chaqueta comprada en un mercadillo como una de Chanel. Siempre intento buscar cosas que me favorezcan. Las mujeres siempre nos hemos visto limitadas a un tallaje muy concreto y nunca he cumplido ese canon. Por esa razón no he tenido fácil que showrooms me dejasen ropa. Es algo que no veo justo. Se debe reivindicar la existencia de una diversidad de cuerpos femeninos en mi trabajo y en la vida en general ya que la belleza no está reñida con la diferencia. Me ha costado aceptarme como era por la citada limitación de las modas pero cada vez me acepto más y me amo más como soy y, gracias a Dios, me he sentido y me siento muy bella en muchos momentos. Ha sido una lucha porque en la adolescencia se sufre más y cuando uno quiere iniciarse en mi profesión también. Afortunadamente hay ahora una mentalidad más abierta y espero que vaya en aumento. Por ello estoy muy agradecida de que haya otros modistos y estilistas que amplíen esas miras y que comprendren que limitar el cuerpo de la mujer a un tallaje tan estrecho es limirarnos a todos, a la creatividad y a la moda. Lo mejor es tener un buen fondo de armario, ser elegante y sobre todo minimizar. En lo discreto está la elegancia. Si tuviese que mencionar a diseñadores destacaría a Roberto Verino muy generoso siempre y del que he llevado varios de sus trajes y, con especial cariño, a Rubén Hernández, porque me hizo un vestido a medida maravilloso para la ceremonia de los Goya en la que le entregué el Goya de Honor a mi madre, y en donde también contribuyó mucho Piluka Echegaray, una gran estilista.

La actriz en los Goya 2018. Vestido: @rubenhernandezcostura_. Estilismo: @pilukaechegaray. MUA: @ateliercharopalomo. Joyas: @joyeriasuarez

Precisamente me gustaría resaltar el papel de los estilistas porque siempre ayudan mucho a que estemos guapas y buscan el look adecuado para una ocasión determinada. Son los “terapeutas” de la imagen. Tengo también un gran recuerdo del vestido que llevé cuando gané el Premio de la Unión de Actores por La Orestíada que es de una amiga, María Ramoneda Rimbau que es dueña de Bonaplata Showroom.

 

La actriz en los Premios de la Unión de Actores de 2018, donde fue premiada. Estilismo: @marietaramoneda de @bonaplatashowroom y @alinarojas1974

Y no quiero dejar de mencionar los vestidos que José Juan y Paco Casado nos buscaron a mi madre y a mí para la Seminci de 2017 cuando le otorgaron a ella la Espiga de Oro de Honor. Son dos de los estilistas más importantes de este país que visten a media profesión por no decir a casi toda y les estoy muy agradecida porque se esfuerzan mucho en sacar lo mejor de cada actriz.

María Isasi y Marisa Paredes en la Seminci 2017. Estilismo de ambas: @josejuan35. María Isasi: Vestido de @antoniogarciaestudio. Zapatos: @hannibal_laguna. Bolso: @finallypress. Joyas: @barcenajoyas. Vestido de Marisa Paredes: @santoscostura

Agradecimento a María Isasi por las fotografías cedidas para esta entrevista