Angel Palacios: «Romeo y Julieta no son conscientes de lo que ocurre a su alrededor»

Es un gusto ver a conocer a las nuevas generaciones de actores que se apasionan por los proyectos en los que se involucran y tienen muchas ganas e inquietudes, confirmando que el ser actor es totalmente vocacional. Esto le ocurre a Angel Palacios. Nacido en Madrid en 1996 se formó como actor en Asturias siendo en Oviedo donde tomó contacto con el género lírico y el año pasado vino a Sevilla donde el destino ha querido que se quede y que forme parte de Teatro Clásico de Sevilla al ser el elegido para encarnar al protagonista masculino del último montaje de la compañía: Romeo y Julieta de William Shakespeare, estrenado el año pasado en el Teatro Lope de Vega de la capital hispalense y con la que sigue de gira con reposición en Sevilla incluida el mes pasado. La Cultura está de Moda ha entrevistado Angel Palacios para que nos hable de sus experiencias en este montaje, en el Teatro de la Maestranza y en el Teatro Campoamor de Oviedo, así como sus trabajos en una obra de Juan Mayorga y otros bajo la dirección de Miguel del Arco y Paco Azorín. Pasen y lean las palabras de este gran actor con veinticuatro años recién cumplidos.

Foto: Cristina Langa

Alejandro Reche Selas: ¿Qué está suponiendo para usted llevar más de un año dando vida al protagonista masculino de Romeo y Julieta?

Angel Palacios: Esta obra de William Shakespeare es un clásico de la literatura universal. Interpretar a Romeo me ha aportado mucho, no sólo como actor sino también como persona. He encontrado muchas sensaciones y emociones que con mi corta edad no había experimentado. Es un precioso constante proceso de descubrimiento. Sí que es verdad que, desde que comenzamos los ensayos y estrenamos hasta la gira que hemos estado haciendo, en cada función se van hallando matices, detalles y gestos en los compañeros que te van llenando y proporcionándote muchas cosas. La pandemia nos ha tenido un poco a la deriva pero finalmente nos han ido saliendo bolos, y es de agradecer el esfuerzo de los teatros y del público para que las funciones se realicen, como cambiar los horarios, a las doce de la mañana o a las cuatro de la tarde, por ejemplo.

A.R.S.: ¿Qué ha supuesto para usted formar parte de la familia de Teatro Clásico de Sevilla?

A.P.: Es un privilegio. Tiene grandes profesionales tanto en escena como detrás. Hice el casting y he conocido a grandes compañeros y amigos. Cuando recibí la noticia de que iba a estar en Romeo y Julieta me entró un poco de vértigo. Es mi primer personaje dentro de una compañía profesional grande y tengo a grandes compañeros como Manuel Monteagudo, Rebeca Torres, Antonio Campos, Amparo Marín y José Luis Bustillo, además de actores que se incorporaron conmigo y con Lara Grados: Santi Rivera y Luis Alberto Domínguez. Todos hicimos piña muy rápido y eso facilita que todo fluya rápido y a favor, por lo que el ambiente de trabajo es muy cómodo. Alfonso Zurro como dramaturgo y director es una maravilla. Sabe guiar muy bien a los actores, tiene paciencia con los que estamos empezando y tiene una visión muy clara del montaje y de cada una de las escenas. Eso lo recibe de forma positiva y efectiva el público. Me gusta mucho la versión que ha hecho, tocando un tema muy actual y que es muy recomendable para quien no conozca esta obra o tenga el concepto de teatro clásico aburrido.

A.R.S.: Precisamente con Romeo y Julieta se tiene el mito de ser una historia de amor, incluso hay personas que han expresado el deseo de vivirla, cuando es una tragedia que ocurre en muy pocos días. Con esta versión queréis desmitificar un poco esta obra ¿no?

A.P.: Sí. De hecho Alfonso Zurro se quiso centrar en un tema que ya lo menciona Shakespeare en el texto que escribió. Es una historia de odio, no de amor. Romeo y Julieta forman la pareja que vive una historia de amor, pero el peso de la obra lo conforma todo lo que se cuece por detrás.

El actor con Lara Grados en «Romeo y Julieta». Foto: Teatro Clásico de Sevilla

A.R.S.: ¿Recuerda alguna indicación específica por parte de Alfonso Zurro para afrontar el personaje?

A.P.: Alfonso el primer día nos dijo que la historia se iba a ambientar en Carmona y con respecto al personaje quería que en escena se viera reflejado un amor puro e inocente que surge entre dos jóvenes, que en esta versión tienen veinte y veintidós años, aunque en la obra original tengan catorce y dieciséis. Ellos no son conscientes de lo que ocurre a su alrededor, por lo que luego se verán devastados por esa ola de odio que se va formando, de ahí el trágico desenlace. Alfonso quería que Romeo fuese un chico extrovertido, tirado para delante, aventurero, y yo siempre había visto al personaje más melancólico, por lo que me costó al principio trabajar las facetas que me pedían. Mi personaje, además, es consciente de que su destino no llegará a buen puerto, lo cual se acaba viendo, aparte de la velocidad con la que van ocurriendo los acontecimientos: en tres días se produce una intensidad emocional tremenda. Romeo y Julieta están centrados en el enamoramiento que ha surgido entre ambos, nada más.

A.R.S.: En la vida, además del amor, es muy importante la amistad y es muy interesante cómo se muestra la amistad entre Romeo, Mercucio y Benvolio, con bromás pícaras entre los tres incluidas…

A.P.: Me emociono cuando lo menciona. Ha sido precioso. Esas escenas han sido un regalo. Trabajar con Luis Alberto Domínguez, al que ya conocía, y con Santi Rivera, es una gozada e ir conformando ese amor puro, como de hermanos. Por un amigo llegas a matar, como le ocurre a Romeo, porque los conoce desde que son pequeños y la confianza y complicidad entre los tres es absoluta. Se nota que están compenetrados y que lo que quieren es pasárselo bien, sin nigún tipo de maldad. Son también ajenos a lo que va ocurriendo a su alrededor. De ahí por ejemplo que la escena entre Romeo y Benvolio cuando ya todo ha estallado con ese abrazo que se dan sea muy emotiva, porque la amistad continúa pero se han impuesto las circunstancias y la situación no pueden controlarla.

Angel Palcios acompañado por Santi Rivera y Luis Alberto Domínguez. Foto: Teatro Clásico de Sevilla

A.R.S.: Entonces ¿piensa que con esta versión la historia que escribió Shakespeare puede estar más clara? Porque es una constante en los montajes de Teatro Clásico de Sevilla…

A.P.: Sí. La dramaturgia de Alfonso Zurro la hace muy accesible y empatiza con el público joven, ya que se actualiza de una manera que la hace una historia muy vigente, más incluso con la pandemia, y se ve que el odio sigue ahí.

A.R.S.: Una de las señas de la compañía es que todo, la interpretación y los aspectos técnicos están totalmente al servicio de la dramaturgia y conforman un pack donde no hay elementos fuera de lugar…

A.P.: Exacto. Todo va encajando como un rompecabezas y el resultado final es muy potente. La drmaturgia se respeta absolutamente y eso se ve en todos los montajes, en Luces de bohemia o en Hamlet que me pareció maravilloso. Son obras con un sello propio que hacen que el público identifique lo que ve como un montaje de Teatro Clásico de Sevilla.

A.R.S.: ¿Qué puede decir de la respuesta del público?

A.P.: La acogida desde el estreno ha sido muy buena. Cuando estuvimos diez días en el Teatro Lope de Vega de Sevilla el año pasado se agotaron las entradas y en los últimos días se vendieron hasta los asientos de visibilidad reducida en la parte de arriba. Me gustó mucho que viniese mucha gente joven porque es el público del futuro.

A.R.S.: Además es una obra que en España, con respecto otras obras de William Shakespeare, no se ha representado mucho…

A.P.: Es una obra complicada de llevar a escena principalmente porque cuando se ha representado en compañías profesionales se han escogido a actores de más edad por la envergadura del propio texto y también está el factor de que son nueve actores en escena y mover a ese número de actores más los técnicos cuesta mucho.

A.R.S.: Hay un aspecto de su profesión que quiero tratarla con usted refiriendo la escena de una película. En Sin vergüenza de Joaquín Oristrell, que se desarrolla en una escuela de interpretación, Verónica Forqué era la profesora que valoraba las escenas de final de carrera y una de ellas era la de la alondra y el ruiseñor de Romeo y Julieta. En la película el actor que hacía de Romeo, mientras se viste, dice el texto sin mirar a Julieta y la profesora le indica que mire a su compañera ¿considera que mirar a sus compañeros es esencial para interpretar bien al personaje?

A.P.: Totalmente y, sobre todo, mirar de una manera pura y sincera. Pienso que una de las cosas que más nos cuesta a los actores es quitar cosas y «desnudarnos». La fuerza y la poesía ya está en el texto de Shakespeare, no hay que meterle más artificios. Mirando a Julieta o a Mercucio es lo que se necesita, nada más. En esa escena el actor debe mirar a Julieta, no a la directora como ocurre en la película, porque además esa escena es el amanecer de la primera noche que pasan juntos pero también es la última y en ese momento Romeo está en una situación complicada porque debe irse para que no le pillen porque si no podrían matarle pero a la vez tiene a Julieta y no quiere dejarla. Reafirmo la idea de que la mirada es un elemento esencial que nos lo da todo, mirar al compañero y estar pendiente de lo que el otro te dé. En la mirada se encuentra el noventa por ciento de las sensaciones.

A.R.S.: Su vinculación con Sevilla no se ciñe sólo a este montaje de Romeo y Julieta ya que en esta ciudad tiene una importante etapa de formación y laboral…

A.P.: Así es. Yo vine a Sevilla el año pasado para hacer la formación del Laboratorio de Investigación Teatral en TNT-Atalaya. Comenzó en enero y duró cinco meses. Mi idea era irme para Madrid y buscarme la vida y justo antes de marcharme me llamaron del Teatro de la Maestranza para hacer un casting de bailarín y me cogieron. Fue en la ópera Andrea Chénier con Ainhoa Arteta. Precisamente esta ópera es la segunda vez que la hago ya que también la hice en la Ópera de Oviedo.

A.R.S.: Precisamente en esa ópera usted y un compañero tenían un look muy diferente al del resto de los integrantes del elenco…

A.P.: Sí, porque formábamos un cuerpo de ballet que era una especie de alegoría sobre los elementos de la naturaleza, una especie de fauno, con un componente místico. Ibamos en calzoncillos y cubiertos de arcilla blanca. Así te metías de lleno en el personaje y como no era la primera vez que salía semidesnudo en escena no me supuso nada la apariencia que tenía.

Palacios y su compañero totalmentente blanqueados en la ópera «Andrea Chénier» en el Teatro de la Maestranza. Foto: @ralcain

A.R.S.: Esto reafirma la idea de que la figuración en una ópera no puede descuidarse porque si falla algo se nota mucho…

A.P.: Por supuesto. Y en ese caso concreto la danza iba al ritmo del cantante y de la orquesta y cualquier fallo se hubiese notado de manera evidente.

A.R.S.: Ya que lo hemos tocado, el terreno operístico no es desconocido para usted y forma una parte importante de su vida ¿no?

A.P.: Sí. Ha estado muy presente desde que empecé. En el Teatro Campoamor de Oviedo vi muchos títulos y me apasionó, incluso el tema del canto y decidí probar suerte en el Coro de la Zarzuela, me cogieron y estuve un año como actor y cantante.

A.R.S.: Su experiencia en el Teatro de la Maestranza se extiende a otro título: Samson y Dalila

A.P.: Sí, la hice justo después de terminar Romeo y Julieta en el Teatro Lope de Vega. La dirigía Paco Azorín, al que ya conocía porque ya había trabajado con él en el Teatro Campoamor ya que se estrenó allí una ópera de Fuente Ovejuna en la que él era el escenógrafo y Miguel del Arco la dirigía. De hecho también era la segunda vez que trabajaba con él porque estuve en Cómo está Madriz. Samson y Dalila, (que fue, además, la primera que hice en Oviedo, dirigido por Paco Carreres), fue una grata experiencia porque trabajamos con colectivos, concretamente con personas con síndrome de Down y con visibilidad reducida. Fue una gozada porque puso en escena a más de ciento cincuenta personas para representar al pueblo de Israel y tenía mucha fuerza con el aliciente de estar con personas que pisaban por primera vez un escenario, además de la música de esa ópera. Hay una escena que se llamaba La Bacanal con una música alucinante.

El actor con sus compañeros en la ópera «Samson y Dalila». Foto: @ralcain

Paco Azorín suele trabajar con un equipo espléndido siempre: Pedro Yagüe en la iluminación o Pedro Chamizo en las video proyecciones. Es un grupo de profesionales que pelea para que, a los integrantes de la llamada figuración, se nos considere actores aunque no tengamos texto porque a veces hay que hacer muchas acciones físicas o una pelea coreografiada por ejemplo.

A.R.S.: Ya que ha mencionado su vinculación con el Teatro Campoamor de Oviedo yo he encontrado un artículo en el que a usted se le definía como streaper en aquel teatro…

A.P.: Bueno eso fue porque hice la ópera Fausto con Curro Carreres, el director que antes le mencioné. Él hizo un montaje contemporáneo ambientado en el mundo de la moda y en una escena salía el becerro dorado en forma de gogó en una maceta grande. Yo hacía ese personaje y bailaba durante cinco o diez minutos y el público se echó las manos a la cabeza.

Encarnando al becerro dorado en la ópera «Fausto» dirigido por Curro Carreres en el Teatro Campoamor de Oviedo. Foto: Ópera de Oviedo

A.R.S.: Pero anteriormente había hecho otra producción en la que hacía desnudo integral…

A.P.: Sí, en El Duque de Alba. Esa es la ópera más dura en la que he participado, ya que estábamos todos, mientras se desarrollaba la acción del primer acto durante una hora haciendo de muertos desnudos completamente. Desde ese montaje me planteé la necesidad de aparecer desnudo en futuros proyectos.

A.R.S.: Oviedo tiene un enorme peso cultural gracias a, por ejemplo, La Regenta, que yo he leído y vi la miniserie rodada allí

A.P.: Pues precisamente yo trabajé en una empresa dedicada a hacer visitas teatralizadas y hacíamos La Regenta que describe la Vetusta de la época maravillosamente. Yo concretamente hacía del hombre que seduce a la protagonista. Acompañaba a Ana Ozores por la ciudad y a la gente le gustaba mucho. Con textos oríginales de la novela, íbamos mostrando ese Oviedo en el que se ambienta.

Dando vida a Don Álvaro de Mesía de «La Regenta» en las visitas teatralizadas de Oviedo. Foto: El Comercio

A.R.S.: Lo ha mencionado anteriormente y quisiera que me hablara de su trabajo con Miguel del Arco…

A.P.: Es una maravilla de persona. Tiene mucho carisma y un gran cariño a todos. Cuando hice con él Cómo está Madriz recuerdo que se sabía el nombre de todo el mundo que trabajaba con él: actores, bailarines, y técnicos. Es muy claro y conciso dirigiendo. Tras hacer esta obra y la ópera de Fuente Ovejuna en Oviedo estuve a punto de hacer un taller con él que desembocaría en el montaje Federico hacia Lorca de La Joven Compañía. Es un director necesario. Sus obras tienen una gran frescura.

A.R.S.: Usted ha hecho una obra de uno de nuestros grandes dramaturgos: Hamelin de Juan Mayorga ¿cómo fue para usted meterse en ese universo?

A.P.: La dramaturgia de esa obra es espléndida. Recuerdo cuando empezamos a leerla para ensayarla que hace un juego con los narradores y luego el tema que toca tan fuerte como es la pedofilia hace que sea una obra complicada de trabajar pero le dimos una visión muy coral, nos desdoblábamos y fue muy enriquecedor. Cuando hice Fuente Ovejuna en teatro también fue un trabajo duro porque hacía del comendador y es un personaje complicado. En el proceso te puede llegar a asustar porque te das cuenta de que esa parte mala la tiene todo el mundo pero afortunadamente la gran mayoría la controlamos.

En la obra «Hamelin» de Juan Mayorga dirigido por Cristina Suárez. Foto: @spotgonzalo

A.R.S.: Usted es un actor muy joven. Si hablamos de sueños profesionales ¿tiene alguno en especial?

A.P.: Me gustaría hacer muchas cosas, no sólo como actor. Cada vez me interesa más el apartado técnico: el diseño de iluminación, la escenografía, la dirección de escena, la dramaturgia y como actor me encantaría hacer por ejemplo El Público de Federico García Lorca. Vi en Gijón el montaje que dirigió Álex Rigola y salí flotando, me pareció una maravilla, como Así que pasen cinco años. El esperpento de Valle-Inclán también me fascina y obras de Shakespeare como Hamlet o Macbeth. También me encantaría hacer a Segismundo de La vida es sueño de Calderón de la Barca.

A.R.S.: ¿Qué importancia tiene para usted el vestuario a la hora de componer el personaje?

A.P.: Me parece fundamental, de hecho, creo que un buen vestuario puede enriquecer mucho un personaje y si es malo puede desbaratar el trabajo que el actor ha hecho. Para mí es importantísimo tener cuanto antes el calzado para trabajar un personaje, ya que da una manera de pisar o de andar y tener un calzado cómodo me ayuda bastante. En el caso de Romeo y Julieta el vestuario era fundamental y te daba mucho apoyo. Carmen de Giles hizo una maravilla.

A.R.S.: ¿Me destacaría un vestuario que haya llevado que lo recuerde con especial cariño?

A.P.: El del comendador cuando hice en teatro Fuente Ovejuna. Llevaba un chaleco con una especie de coraza, cadenas y unas botas con plataforma. Lo fui creando yo y el personaje creció mucho cuando iba vestido ya que, además, llevaba un collar, un brazalete y una muñequera.

Dando vida al comendador en «Fuente Ovejuna» dirigido por Cristina Suárez. Foto: @spotgonzalo

A.R.S.: Para finalizar ¿cómo es su manera de vestir en su vida diaria y cuando va a eventos?

A.P.: Es muy básica. Cada vez me gustan más los colores básicos sin estampados y marca no visto una en concreto. También visto mucho de sport. Para eventos uso el traje clásico, lo considero muy efectivo y me gustan mucho las pajaritas.

Carolina Rubio: «El humor es la clave para tratar temas que a la gente no les gusta comentar»

Transitar por varios estados emocionales y estilos es una de las capacidades que tienen los actores. La joven actriz Carolina Rubio es un buen ejemplo de ello. Malagueña, concretamente nacida en Antequera, y antes conocida como Carolina Herrera, se formó en el Laboratorio William Layton y ha actuado ya en el Teatro de la Comedia, el Teatro Español o en el Teatro Valle-Inclán a través del Centro Dramático Nacional e incluso en La Casa de la Portera. Lo mismo hace una obra irreverente protagonizada por monjas que participa en propuestas de las más diversas de obras del Siglo de Oro. La Cultura está de Moda ha conversado con ella para que contase su participación en una película que actualmente está agradando al público, su próximo proyecto teatral y su trayectoria profesional sobre las tablas y en el sector audiovisual. Pasen y lean las palabras de una actriz que combina su dulzura exterior con su potencia interpretativa.

Foto: @luciaalonsoherranzphotography

Alejandro Reche Selas: Usted es una de las protagonistas de Mi gran despedida una película está teniendo una buena aceptación por parte del público en su exhibición en los cines ¿Qué nos puede contar de ella?

Carolina Rubio: Es una película que rodé en Cádiz hace un año y es mi último trabajo en el que salgo acreditada como Carolina Herrera. Es una historia de mujeres andaluzas dirigida por Antonio Alamo y Antonio Hens y comparto cartel con Rocío Marín, Eloína Marcos y Carmen Vique. Como anécdota llevo el pelo rosa en la película y la presentamos en el Festival de Málaga que acaba de finalizar.

A.R.S.: En el terreno teatral el 15 de octubre se representará Mujercitas en el Teatro Español, una obra en la que usted participa y que se vio aplazada por el confinamiento ¿Qué nos puede contar de este montaje basado en una popular novela y que ha conocido cuatro versiones cinematográficas muy bien consideradas, la última estrenada el año pasado?

C.R.: Es una obra que va a ser de las más significativas de mi carrera porque amo Mujercitas. Leí la novela cuando era pequeña y la estoy refrescando un poco en mi cabeza. Sin embargo no va a ser la historia de la novela tal cual porque de hecho el título de este montaje teatral se completa con la frase En palabas de Jo. Se puede decir que la historia es una excusa para contar la vida de la autora, Louisa May Alcott. De hecho el personaje de la escritora está incluido en el montaje. Es una adaptación libre porque los espectadores verán el proceso de escritura de Mujercitas a la vez que cuenta la historia de la novela. Lo de mencionar a Jo es porque la autora se identifica con ese personaje de su creación, es su alter ego. Y con respecto a la ambientación el vestuario es de época. Aclaro que la gente que venga a ver el montaje no verá la película como tal. La historia sí está contada pero presenciará algo diferente.

A.R.S.: Además se reúne un reparto muy potente…

C.R.: Sí, y se dio la circunstancia de que llevando una semana de ensayos cerraron los teatros en marzo por la pandemia y recuerdo que nos abrazábamos todas llorando. Éramos ya los personajes. Fue algo muy significativo porque los personajes están mucho tiempo encerrados en sus casas, apenas salen y nosotras estuvimos encerradas por el confinamiento. Durante este tiempo hemos estado hablando por Zoom y repasando el texto de la obra, para sentirnos conectadas.

A.R.S.: ¿Me puede especificar qué personaje hace usted en la obra?

C.R.: Yo interpreto a Beth, la que toca el piano de las cuatro hermanas.

A.R.S.: Que no es la pequeña, un error que yo tuve sobre todo por la versión de Elizabeth Taylor y que la de Winona Ryder ya me aclaró…

C.R.: Así es, la pequeña es Amy. Hay un poco de confusión y efectivamente a veces se piensa que la pequeña es Beth y no es así. En la novela está claro desde el principio.

A.R.S.: La historia de Mujercitas tiene un fuerte componente feminista ¿se ha potenciado este factor en el montaje, así como la mezcla de drama y comedia que contiene?

C.R.: Pues realmente no ha habido un planteamiento previo de enmarcarlo en un género concreto. Los momentos dramáticos y cómicos se muestran conforme avanza el montaje. Con respecto al tema del feminismo no hemos hablado del tema como tal. Sí es cierto que, al trabajar escenas de la obra, vimos que había varias con reivindicaciones feministas muy evidentes por parte de la autora, por ello se manifiestan pero no incidiendo mucho ni de una manera panfletaria entre comillas. Todo se aborda y surge de una manera natural.

A.R.S.: ¿Qué destacaría del trabajo de la directora del montaje, Pepa Gamboa?

C.R.: Aunque, como mencioné, sólo hemos podido ensayar una semana, estoy muy agradecida por todo lo que Pepa propone, ya que es desde la libertad y del juego, lo cual favorece a la obra porque interpretamos a niñas que están en su casa. Trabajar desde esa perspectiva es muy bueno porque podemos jugar de verdad y probar cosas, y Pepa ha potenciado todo eso.

A.R.S.: Curiosamente esta obra va a ser la segunda que va a representar en el Teatro Español, ya que antes hizo allí también Donde el bosque se espesa hace dos años dirigida por Laila Ripoll, una directora muy comprometida con cada montaje que hace y con compañeras de la talla de Mélida Molina o Arantxa Aranguren…

C.R.: Mélida Molina se ha convertido en una de mis mejores amigas. Hemos compartido muchas cosas ya que también hicimos gira y además grabamos un documental sobre la obra, por lo que abarcó varios años, desde 2016 hasta 2019. Todo ello ha propiciado que se crease una familia porque trabajar con Laila es de lo más fácil que he hecho. Cuando comenzamos los ensayos reconozco que yo estaba muy nerviosa. Un día me dije: “Pero si la obra ya está montada». Era una sensación de haber trabajado mucho pero sin esfuerzo ni sufrimiento. El proceso se enfocó desde probar cosas, el disfrute y la tranquilidad.

A.R.S.: La descripción del proceso cobra especial relevancia debido al gran drama que contaba la obra…

C.R.: Sí. Era una obra muy dramática y dura. Acababa cada función destrozada emocionalmente, como cuando lloras mucho y te duele el corazón. Esa era mi sensación cada día. Laila trata mucho la Memoria Histórica y hablaba mucho de la Guerra de Yugoslavia. Ese contexto lo trasladaba a España tratando las vidas de los miembros de una familia que vienen a España, donde descubren sus verdaderas raíces. Se contaba un viaje por toda Europa por parte del personaje de “mi madre” que interpretaba Arantxa Aranguren y del mío.

Carolina Rubio con Arantxa Aranguren en «Donde el bosque se espesa». Foto: @javier_naval_stage_photo

Además yo tenía una obra que transcurría en una fosa común, y yo recuerdo que Laila y Mariano Llorente nos llevaron a presenciar una exhumación real y fue una experiencia inolvidable, y me comprometí mucho con la obra a nivel personal y emocional. Fue un proceso que fue cambiando en mí: comenzó como una obra en la que, como hago siempre, me intereso por los temas que se tratan y al final me tocó personalmente. Me permitieron entrar en una fosa pero no lo hice.

A.R.S.: Si hablamos de teatro no se puede dejar de mencionar su etapa en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, de la que formó parte de la cuarta promoción…

C.R.: Sí además se dio la circunstancia de que Laila Ripoll es la persona que me hizo las pruebas para entrar y ese fue el motivo por el que me escogió para hacer Donde el bosque se espesa. A los ocho meses de entrar en la cuarta promoción me llamó para su montaje. Yo le tengo mucho que agradecer a la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico porque me abrió muchas puertas. Es  un pilar muy importante de mi carrera y de lo que estoy muy orgullosa porque es un trabajo muy laborioso el que allí se hace. De hecho mi vinculación continúa porque voy a estar en el montaje que va a dirigir Lluís Homar en su nueva etapa.

A.R.S.: Ahondando en esa etapa, tengo entendido que la promoción se divide y mientras una parte hacía La villana de Getafe de Lope de Vega usted se embarca en un proyecto educativo y en una obra de teatro inédita…

C.R.: Así fue. Yo entré e hice Préstame tus palabras, una de las experiencias más gratificantes que he vivido. Era una iniciativa pedagógica en la que íbamos a institutos de toda España para acercar el teatro clásico a las aulas. Era curioso porque los estudiantes nos miraban de manera rara al principio y, a medida que íbamos avanzando, se inclinaban cada vez más en las sillas y nos hacían muchas preguntas, con lo cual demostraban tener mucho interés por lo que habían presenciado. Me sentí muy útil acercándoles nuestros autores del Siglo de Oro a jóvenes que no tenían mucha diferencia de edad conmigo. Fue una manera de proporcionarles una herramienta que les fuese de provecho. Esta experiencia la hicimos tres años seguidos durante el mes de noviembre.

A.R.S.: Y luego llegó Pedro de Urdemalas de Cervantes…

C.R.: Exacto. Fue curioso porque inicialmente iba a ser una lectura dramatizada dirigida por Denis Rafter pero nos animamos y se disparó tanto la imaginación que Helena Pimenta decidió hacer un montaje teatral, que fue el que inauguró la Sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia. Es una obra complicada de poner en pie, pero nos lo pasamos muy bien. Cuando la leí vi la dificultad que tenía pero me enamoré de la propuesta que salió bien e hicimos temporada en Madrid y fuimos al Corral de Comedias de Almagro con ella.

A.R.S.: ¿Cómo fue la experiencia de trabajar una obra del Siglo de Oro con un director, Denis Rafter, que no es español?

C.R.: El proceso fue curioso porque él es irlandés y tenía una visión muy diferente de la obra a la que podíamos tener mis compañeros y yo. Para él todo valía. Tenía un punto de vista muy divertido. Resultó ser una locura de montaje que no tenía que ver con lo que es el concepto del Siglo de Oro generalizado. Además, como era un texto que no se había montado nunca, todo era una novedad para los que la hacíamos y para los espectadores, que se lo pasaban muy bien.

Con sus compañeros en «Pedro de Urdemalas»

A.R.S.: Su siguiente proyecto es Fuente Ovejuna, que supone ya el trabajo de la cuarta promoción de la JCNTC al completo…

C.R.: Así fue. Nos juntamos todos. Ese montaje lo combiné con los ensayos de Donde el bosque se espesa. Además, como anécdota, tenía lesionada la rodilla, aguanté hasta que acabó todo y luego ya me operaron.

 A.R.S.: ¿Qué supuso hacer una obra tan colectiva?

C.R.: El director de la obra, Javier Hernandez-Simón, se encargó de que todos nos sintiésemos parte del pueblo. Yo hacía de campesina y le puse un nombre, Margarita. Javier formó el pueblo y estábamos todos en escena de una manera activa independientemente de la cantidad de texto que tuviésemos.

Era una sensación maravillosa porque te sentías espectador de tu propia obra. Como parte del pueblo tenías que estar muchas veces escuchando, que es lo más difícil de hacer en el escenario.

A.R.S.: Luego se produce una reducción del grupo de su promoción y este hace los montajes de La dama boba y Los empeños de una casa, en los que usted actúa…

C.R.: Sí, pero yo no estoy inicialmente, porque estaba grabando el documental de la obra de Laila Ripoll que le comenté. Lo que ocurre es que ambos títulos se repusieron más tarde y yo sustituí a una compañera en los dos. Volví a la Sala Tirso de Molina, que me encanta, con dos grandes textos porque, para empezar, La dama boba es mi obra favorita e hice el personaje de Clara.

A.R.S.: Ese montaje era una versión moderna de la obra de Lope de Vega pero dejaba constancia de la actualidad que tenía un texto escrito varios siglos atrás…

C.R.: Totalmente. Habla del amor, de los celos, del querer bien y es muy actual. Hacer una obra del Teatro Clásico vestida de Zara y hablando de tú a tú fue la evidencia de que los textos pueden modernizarse. Los versos le dan a la obra un lenguaje elevado pero no tenemos la obligación de hablar en ese tono. La forma en que decidió llevar el montaje Alfredo Sanzol fue la evidencia de los clásicos son actuales. En ese sentido ese montaje fue muy revelador y muy evidente.

A.R.S.: Pasando a Los empeños de una casa de Sor Juana Inés de la Cruz que dirigieron Pepa Gamboa y Yayo Cáceres tengo entendido que fue un montaje muy divertido por la cantidad de enredos que hay en la obra…

C.R.: Nos reíamos todo el tiempo tanto en escena como cuando no estábamos en ella. Me hubiese encantado hacer la función detrás porque era todo muy divertido.

A.R.S.: Y representar obras de teatro en el Festival de Almagro ¿qué supone para usted?

C.R.: Pues para mí un verano sin Almagro es un verano raro. Yo lo considero ya una costumbre porque me encanta ir allí. Me siento afortunada de haber ido varios años seguidos. Es como ir a un encuentro, estar con gente, ir a tomarte algo, el ambiente, en el que se respira teatro. El lugar es sano, hermoso, con mucha historia. Ir al Festival de Almagro es como un ritual y una oportunidad para los actores.

A.R.S.: Para hilar, uno de sus compañeros de promoción Jimmy Castro compartió escenario con usted en La Ola que representó en el Centro Dramático Nacional ¿Cómo fue trabajar una en una obra con un tema tan particular basado en hechos reales del que además se hizo una película?

C.R.: Fue muy especial. Efectvamente, trabajé con Jimmy y ambos nos presentamos para las pruebas de la JCNTC juntos e hicimos juntos los dos primeros proyectos. La Ola trata un tema duro que, como dice se basa en hechos reales: un experimento que se llevó a cabo en Estados Unidos y tuvimos la oportunidad de conocer a un alumno que lo vivió en primera persona. Además hablamos por Skype con el profesor que lo realizó y el director del montaje, Marc Montserrat Drukker, viajó allí, al propio colegio y la escenografía reproducía muy fielmente el lugar real. Había mucha documentación e Ignacio García May hizo una dramaturgia donde se reflejaban a personas que vivieron el experimento el cual destacó porque a los responsables se les fue de las manos. Desde fuera se suele pensar algo que los propios alumnos se plantean al inicio de la obra : ¿Cómo dejaron los alemanes que esto sucediese?, pero cuando avanzaba la obra mi personaje, por ejemplo, que se llamaba Wendy, entraba muy bien en la Tercera Ola pero a mí se me ponían los pelos de punta y se me removía algo en el interior cuando se gritaban varias consignas.

A.R.S.: La obra tiene una parte caótica ¿estaba todo medido?

C.R.: Sí, totalmente medido. Era una partitura que se tocaba perfectamente en todas las funciones. Marc es un director muy preciso. Sabe lo que quiere. Era una obra muy coreográfica en el sentido del nivel de precisión, ya que había muchos movimientos, saludos. La obra comenzaba con el típico caos de una clase de instituto para luego pasar a la precisión dictatorial y la inteligencia. Todos hacíamos los movimientos a la vez y eso estaba muy calculado y esa precisión se llegaba a disfrutar. Era muy heavy vivirlo desde dentro.

Un momento de «La Ola». Foto: @davidruano_fotografia

A.R.S.: Una obra que no se puede calificar de heavy pero sí transgresora fue Cerda, en la que usted sustituía a Inma Cuevas ¿Qué supuso para usted este montaje tan particular en el buen sentido?

C.R.: Fue una obra divertidísima. Para mí hacerla fue un regalo que me dio la vida porque yo estaba haciendo Nápoles Millonaria, la obra de final de carrera de mi escuela que es el Laboratorio Wlliam Layton y fui a verla a La Casa de la Portera. Me enamoré de la obra. Le escribí a su director, Juan Mairena y le dije: “Me ha encantado, si algún día escribes Burra llámame”. A los pocos meses me llamó y me dijo: “No te llamo para hacer Burra pero sí Cerda”. Curiosamente yo estaba en ese momento en Los Angeles haciendo la obra de final de carrera que he mencionado y regresé para hacer Cerda y el casting de La Ola, donde precisamente hice un monólogo de Cerda, ya que en la primera prueba te pedían un monólogo cómico y otro dramático, y ya en la segunda fase hacías escenas de la propia obra. Aún le sigo diciendo a Juan Mairena que volvamos a hacerla, ya que ahora la gente quiere reírse con todo lo que está pasando con el coronavirus. Nos reíamos constantemente además de sentir las energías de La Casa de la Portera.

A.R.S.: Por lo que cuenta a usted no le importa hacer obras que rompan tabúes y sean transgresoras…

C.R.: A mí me encanta hacer obras transgresoras. No tengo problemas en hablar de ningún tema y poner a la gente colorada. El humor es la clave para tratar temas que generalmente a la gente no les gusta comentarlos. Normalmente ocurre que esas personas se ríen y cuando salen se dan cuenta de lo que se han reído. Para mí eso es señal de que lo estamos haciendo bien. Con esta obra era muy claro porque a veces venían personas muy conservadoras, se reían y luego caían en la cuenta y yo les decía a veces: “Pues esto es la vida”

 A.R.S.: ¿Qué importancia tiene para usted el vestuario?

C.R.: Lo considero muy importante pero, sobre todo, los zapatos. Siempre digo que me los den cuanto antes ya que la manera de andar del personaje es esencial. Si el zapato es totalmente nuevo, o si está algo usado me es de mucha ayuda. El vestuario de La Ola me encantó porque lo recuerdo como la primera vez que tuve un gran vestuario, y además me hizo sentir en el ambiente del colegio de Estados Unidos en el que transcurre la historia. También el vestuario de Cerda me ayudó mucho e ir vestida de monja me encantó. En las obras clásicas me gustan mucho las enaguas, y cuando te las pones una vez ya te haces una idea de qué es llevarlas para próximas ocasiones. Pero admito que cuando me ponen unos vaqueros de Zara, como fue el caso de La dama boba, yo alucino. En Pedro de Urdemalas, donde interpretaba a una reina, llevaba un traje de plumas que empezaba desde el cuello y terminaba en una larga cola que pesaba bastante pero me dio todo para el personaje. Y trabajo mucho con los olores.

A.R.S.: Usted ha participado en uno de los grandes taquillazos de la temporada pasada, Lo dejo cuando quiera, un éxito que considero que cogió por sorpresa a todos, por la magnitud de la recaudación…

C.R.: Yo tengo dos escenas en esa película pero pedí leer el guión entero y me reí mucho pero cuando la vi fue desternillante. Es una película muy divertida y yo me lo pasé genial en el rodaje, porque el ambiente ya era de comedia. Yo creo que, cuando ruedas una comedia pasártelo bien es fundamental y ayuda mucho a que el trabajo salga adelante.

A.R.S: Usted participó en varios capítulos de la serie El secreto de Puente Viejo ¿Cómo fue la experiencia, con una trama humorística, además?

C.R.: Era lo primero que hice en televisión y recibí la propuesta con mucha alegría y recuerdo que acababa el día agotada ya que se rodaba de una forma muy seguida. Debía de concentrarme mucho para asimilar todo muy rápido. Lo considero un máster. Agradecí mucho que la trama fuese cómica porque es más distendida a la hora de trabajar. Fue entrar por la puerta grande y se desprendía mucha adrenalina porque había que resolver al instante.

A.R.S.: A usted le está dando muchas alegrías el cortometraje Radiografía en la que actúa, escribe el guión y codirige…

C.R.: Sí. Estoy muy contenta. Me nominaron en el NotodoFilmFest a la mejor dirección y la mejor actrizy hemos estado en el Festival de Comedia de Tarazona. Este cortometraje lo hice en una época en la que estaba sin trabajo y yo no puedo permanecer parada. Me encanta escribir y mi gran amiga Marina Campos me animó a ponerme a ello y al mes ya lo estábamos rodando. Lo considero mi “primer bebé”.

A.R.S.: ¿De dónde surge su decisión de estar tanto delante como detrás de las cámaras?

C.R.: Mi instinto para escribir y dirigir nace de mi necesidad de actuar. Escribo porque me gusta y lo hago pensando en la gente con quien quiero trabajar, pero esas dos facetas las hago porque quiero interpretar un personaje.

A.R.S.: Entonces no descarta seguir dirigiendo y escribiendo por lo que dice…

C.R.: Para nada. De hecho, mientras estudiaba en el Laboratorio William Layton, ya hice una obra titulada Pena, penita pena, para Microteatro por dinero y fue considerada una de las mejores obras de la temporada para abrir la siguiente. Como el Microteatro se hacía mucho y no me llamaba nadie decidí escribir yo una obra. Es la necesidad de querer estar donde quiero y, si nadie me lleva, me llevo yo misma.

A.R.S.: Para acabar ¿me describiría su manera de vestir tanto en su vida diaria como en eventos?

C.R.: Suelo llevar riñoneras, convers y lazos en el pelo. Va siempre conmigo y cuando voy a un evento y tengo que arreglarme lo paso un poco mal, de hecho he estado en el Festival de Málaga como he dicho antes y yo estaba un mes pensando qué iba a ponerme. Suelo dejarme aconsejar, pero me gusta ir sencilla, nada recargada, sin tacones enormes, ni vestidos que marquen mucho la silueta. Me gustan los colores neutros y evito los estampados.

La actriz en el Festival de Málaga. Vestido: @arantxa_canadas de @tullerouge

Pablo Béjar: «Ha sido un privilegio formar parte de la cuarta promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico»

La vida da muchas vueltas y se puede comenzar a desarrollar un trabajo apasionante sin saber a dónde te llevará. Es el caso del actor sevillano Pablo Béjar. Con una ilusión tremenda por el mundo de la interpretación dio sus primeros pasos dando vida a Leonardo de Bodas de sangre en la Sala Cero de su ciudad natal. Ese montaje le llevó a Cuba y posteriormente dio el salto a Madrid completando allí su formación y representando obras diversas para instituciones como el Centro Dramático Nacional. Hace cuatro años entró en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico dándole la oportunidad de pisar las tablas del Teatro de la Comedia y ahí comenzó un rápido despegue profesional que le ha llevado a representar obras por toda España e incluso en Latinoamérica. Amante de la palabra se desenvuelve de igual manera tanto en el verso del Siglo de Oro como en obras con un fuerte compromiso social. La Cultura está de Moda le ha entrevistado para recorrer su camino profesional y conocer sus inquietudes como apasionado de la escena y del audiovisual. Pasen y lean.

El actor sevillano Pablo Béjar. Foto: @mantrana

Alejandro Reche Selas: Usted no ha parado trabajar, primero en teatro, y luego en televisión en estos últimos años ¿qué estaba haciendo cuando se canceló todo por el estado de alarma?

Pablo Béjar: Aún no habíamos empezado los ensayos pero estaba todo listo para comenzar a montar El vergonzoso en palacio de Tirso de Molina que iba a formar parte de esta temporada de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) dirigido por Natalia Menéndez. Se iba a estrenar en mayo pero debido al COVID19 se ha decidido programar para la temporada que viene en la que también estaré en el primer espectáculo que dirigirá Lluís Homar en su nueva etapa como director de la CNTC.

A.R.S.: Ahondando en El vergonzoso en palacio se da la circunstancia de que la CNTC ya montó este título en 1989 y ha hecho otros montajes de obras de su autor, Tirso de Molina, como La venganza de Tamar, Don Gil de las calzas verdes, o El burlador de Sevilla, que es la obra con la que muchos asocian a este escritor del Siglo de Oro. Todo lo que le digo hace que el montaje en el que usted está involucrado sea para una nueva generación que lo descubra…

P.B.: Sí. Es curioso porque el montaje que dirigió Adolfo Marsillach al que se refiere se estrenó el año en el que yo nací, con lo cual no deja de hacerme pensar en cómo la vida rima. Particularmente es un texto que me encanta, así como el viaje del personaje al que yo interpreto, Mireno. Es de las grandes obras de Tirso de Molina pero sí es cierto que la gente lo asocia a El burlador de Sevilla por el mito de Don Juan. Pero yo recuerdo haber estudiado El vergonzoso en palacio en la escuela. Para mí el que no se haya representado mucho es un aliciente para afrontarlo con más ganas y que el público lo vea. Estoy lleno de ilusión.

A.R.S.: Otro aliciente supongo que será que le dirija Natalia Menéndez, una mujer que destila teatro por todos los poros de su piel…

P.B.: Totalmente. Viene de una familia vinculada al teatro y es una mujer muy comprometida con lo que hace. Además me gusta que haga montajes muy diferentes.

A.R.S.: Usted lleva una carrera meteórica desde que entró en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico ¿qué balance general hace de esos inicios que han tenido continuidad después?

P.B.: Para mí ha sido un privilegio formar parte de la cuarta promoción de esa iniciativa. Ha sido un espacio de reflexión, formación, retos, uno va haciendo carrera conforme pasan los años y te vas forjando poco a poco. Es un proyecto que despierta entusiasmo. Es una forma de hacer cantera y de preparar a las nuevas generaciones en la visión de los clásicos. Considero fundamental la entrega y la pasión, de entre otros grandes profesionales, del maestro Vicente Fuentes, del que he aprendido el amor por los versos y la importancia de la palabra. Además he apreciado el respeto por la palabra de todos los autores y que todo lo que ocurre está en el texto. Hay muchos códigos y matices en el texto que se van sacando conforme se repiten las lecturas. Luego está por supuesto la propuesta o lectura de la obra que haga el autor de la versión y el director. Respeto mucho el texto, que es la base de las propuestas, de ahí que pueda modernizarse, porque los versos son modernos de por sí e incluso los estudiantes de instituto han visto cercanos a ellos a personajes de esta época de nuestra literatura dramática. Por último destaco la manera en que se trabaja la manera de decir el verso para que llegue limpiamente al espectador. Se hace un gran trabajo para que la emoción surja en la palabra sin que cueste trabajo y que llegue al alma.

A.R.S.: Esa etapa comienza con La villana de Getafe de Lope de Vega pero al año siguiente le dan el personaje de Frondoso en Fuente Ovejuna ¿qué sintió al recibir esta noticia?

P.B.: La verdad es que no me lo esperaba. Todo fue gracias a la CNTC y al director del montaje, Javier Hernández-Simón, que confiaron en mí para encarnar a ese personaje. Supuso para mí una gran ilusión, ya que soy un amante de los clásicos. Concretamente este montaje destacó por ser un muy coral desde el inicio, trabajando con cada actor, y compañeros que tenían menos texto cobraban mucho valor porque no hay personaje pequeño sino actores que los hacen grandes. Se creó un espectáculo muy personal, cuya versión fue de Alberto Conejero, muy reivindicativo, hablando sobre el pueblo pero no de la manera en que se está acostumbrado a ver. Se suele representar como un pueblo heroico pero se leyó la obra percatándonos de que el pueblo mira para atrás cuando comienzan los abusos hasta que la víctima es la hija del alcalde. En nuestra versión además se montó una plaza del pueblo hermosísima.

Pablo Béjar y Paula Iwasaki en el centro de la imagen en «Fuente Ovejuna»

A.R.S.: Además contaron todos con la sabiduría de Jacobo Dicenta dando vida al Comendador…

P.B.: Sí. En la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico siempre hemos contado con actores veteranos para personajes que, sobre el papel, eran de más edad. En La villana de Getafe contamos con Pepa Pedroche y con Sergio Otegui y en este caso, como dice, con Jacobo Dicenta. Con compañeros con tal experiencia lo primero que haces es beber de toda su sabiduría. Además de los tres recuerdo con mucho cariño las aventuras y las anécdotas que vivimos con las giras de los espectáculos que han hecho. Los tres además conectaban conmigo en el amor a los grandes maestros.

A.R.S.: Tras estos dos montajes, se reduce el grupo de la promoción en vez de entrar una nueva y usted permanece protagonizando tres montajes más ¿no?

P.B.: Así es. Fue un proceso que formó parte del proyecto denominado Jóvenes y Clásicos. Era una forma de continuar tras los dos años de la JCNTC y seguir trabajando mientras se formaba la siguiente promoción. Se le debe agradecer a Helena Pimenta que auspiciase esta iniciativa donde los montajes se representaban en la sala de arriba del Teatro de la Comedia, la Sala Tirso de Molina. Es un espacio que me resulta muy íntimo ya que cobra un encanto especial. Al ir diciendo versos de Lope de Vega o Calderón de la Barca con el público prácticamente al lado es como casi susurrárselos. Es una experiencia estupenda.

A.R.S.: El primer montaje fue La dama boba de Lope de Vega…

P.B.: Efectivamente. En esta ocasión Alfredo Sanzol hizo la versión y dirigió el montaje. Aquí interpreté a Laurencio y Paula Iwasaki encarnaba a Finea. Teníamos escenas como la del pañuelo que eran una preciosidad.

Béjar e Iwasaki en la escena del pañuelo de «La dama boba». Foto:@marcosgpunto

A.R.S.: No cabe duda de que los clásicos siguen teniendo vigencia e inspiran otras obras como, siguiendo con La dama boba, es el caso de Washington Square de Henry James que se adaptó al teatro y luego al cine con el título de La Heredera, donde una mujer que no es agraciada es pretendida por un joven por el dinero que tiene ¿Considera correcta esta conexión?

P.B.: Sí, porque mi personaje, Laurencio, es pobre y un mujeriego e intenta primero enamorar a Nise, encontrándose en academias literarias, un lugar común en la época para conocer gente y componían versos. Laurencio luego ve que la hermana de Nise, Finea, tiene una dote mucho más alta y, por lo tanto, con ella podría vivir mejor. Uno de los aspectos interesantes del montaje es que Finea, a través del amor, desarrolla el entendimiento y la hace sabia, ahondando en la idea de que el amor modifica, lo que la conecta con la teoría neoplatónica del amor. Luego durante el proceso se pacta la visión. En el caso de mi personaje se plantea si realmente Laurencio siente algo por Finea o el motivo es el dinero.

Los clásicos lo son por algo. Tanto Calderón de la Barca como Lope de Vega o Tirso de Molina contaban la realidad social de su época con mucha inteligencia porque no podían jugársela. En los grandes textos hay moralejas y filosofía. Al poner estos textos en pie se demuestra que los clásicos gustan y son actuales, fíjese también en las de William Shakespeare o la mencionada Fuente Ovejuna que habla de un pueblo oprimido. Además tienen el atractivo de la belleza del verso.

A.R.S.: Siguiendo con el recorrido, lo siguiente que protagoniza es Los empeños de una casa, de Sor Juana Inés de la Cruz, por lo que es un texto escrito por una mujer, religiosa y que vivía al otro lado del Atlántico. Serían muchos alicientes para hacerla ¿no?

P.B.: Sor Juana Inés de la Cruz es una escritora maravillosa. Los sonetos que escribió son desgarradores, hablando del amor de una manera que te deja impresionado, me sorprendió muchísimo. Los empeños de una casa está llena de enredos y el personaje que me dieron, Don Pedro, era el que, cuando la leí, me apetecía hacer curiosamente. Da mucho juego por su relación con Castaño, el criado del rival de mi personaje, que además se viste de mujer, concretamente aquella a la que amo y me engaña. Es una locura. Además la estupenda versión de Antonio Álamo que dirigieron Pepa Gamboa y Yayo Cáceres tiene muchas sorpresas y recuerdo la estupenda reacción del público. Se da la circunstancia de que esta obra la montó también la Royal Shakespeare Company y salió un artículo hablando de la autora, de ese montaje y del nuestro. Eso da una idea de la fuerza y de la potencia que tiene Sor Juana Inés de la Cruz. Tenemos todos un gran recuerdo de este montaje por las risas que nos producía constantemente, por los enredos, que son muy divertidos. Además se empatiza con los personajes y se ven todas las situaciones por las que van pasando.

A.R.S.: Por lo que estamos hablando ¿se puede afirmar que las mujeres tienen mucho peso en las tramas? Porque hasta en eso se adelantaron en aquella época…

P.B.: Totalmente cierto. Si se miran objetivamente las obras del Siglo de Oro, hay más personajes masculinos pero las mujeres tienen mucha potencia y muchas de las obras giran en torno a personajes femeninos.

A.R.S.: El Banquete es el tercer montaje que hace y es uno de los más singulares que se han hecho tanto a nivel de dramaturgia como de puesta en escena ¿qué sintió al leerlo?

P.B.: Para mí El Banquete, que dirigieron Helena Pimenta y Catherine Marnas, es una alabanza a la imaginación, a contar historias, en el que el público se sentaba con nosotros en un banquete y bebíamos vino juntos mientras pasábamos por los grandes personajes del teatro europeo. Fue una experiencia estupenda. Siempre digo que es el caramelo final. No ha habido mejor manera de cerrar mi ciclo en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. En el caso de El Banquete estaba con dos compañeros más de mi promoción, Jimmy Castro y Aleix Melé junto a tres actores con una impresionante trayectoria: Lola Baldrich, Manuela Velasco y Gonzalo de Castro. Era una propuesta muy interesante porque interactuábamos con el público pero no era teatro participativo. Todo era muy respetuoso con el público. Lo que sí hacíamos era ir con candeleros a llevar a la gente a su asiento, éramos acomodadores, brindábamos y luego comenzaba la magia. Ha sido de las mejores experiencias que he vivido como actor.

Béjar interpretando Hamlet en «El Banquete»

A.R.S.: Curiosamente estos tres montajes de los que hemos hablado los representa en la misma edición del Festival de Almagro de 2018 ¿qué supuso estar allí tanto tiempo?

P.B.: Pues otro regalo que me ha dado esta profesión. Representar obras clásicas en Almagro supone darle mucho más sentido a todo. Estás en un pueblo y te viene a la mente todo lo que has oído de los carros, los trovadores y los juglares. Todo eso se hace realidad de repente allí. Se vive de una manera especial: el campo, la noche, las bicicletas y la gastronomía de la zona, que es maravillosa. También es muy agradable ver a otros compañeros en otro contexto diferente conviviendo. Las tres obras se representaron, por el formato que tenían, en el Patio de Fúcares porque es muy cercano e íntimo con el público.

Béjar con sus compañeros de «El Banquete» en el Festival de Almagro. Foto: @pablobjrc

A.R.S.: Pasemos ahora a sus trabajos en Escritos en la escena del Centro Dramático Nacional, de nuevo tres, que comenzó con Haz clic aquí y que continuó con #Malditos16 ¿qué destacaría de este montaje, con una temática importante para la concienciación de la sociedad?

P.B.: La verdad es que he coincidido con maravillosos grupos de profesionales trabajando y el de #Malditos16 es uno de ellos. Se trabajaba sin tener la sensación de estar trabajando y, cuando eso ocurre, es muy gratificante. La unión entre Quino Falero y Nando López fue estupenda porque ya habían trabajado antes juntos. Al tratar y escribir sobre un tema tan delicado como es el suicidio adolescente se necesita además a unos actores entregados y que hablen desde el corazón desde el principio. El compromiso social en este caso es aún mayor. Tuvimos una gran formación sobre los temas que trata la obra con un proceso muy gratificante. Yo pienso que para funciones como de la que estoy hablando es importante que los directores den amor. Cuando eso ocurre saca mucho más del actor. Esta obra es un buen ejemplo de un teatro social y reivindicativo que es necesario que exista junto con obras de evasión, por supuesto, pero el compromiso social del teatro no puede dejar de existir y por ello es un arte muy vocacional.

Béjar en una escena de «#Malditos16». Foto: @marcogpunto

A.R.S.: Siguiendo con Metálica es una obra que desmonta un poco la visión de las películas de ciencia ficción tipo Blade Runner ¿no?

P.B.: Bueno, depende. Este es un proyecto escrito y dirigido por Iñigo Guardamino. Es una obra que habla de la deshumanización y la carencia social. Tiene una enorme carga de humor negro y también habla de cómo se humaniza a las máquinas y tratamos a las personas como objetos de usar y tirar. Es una realidad muy cruda. Un ejemplo lo tenemos en la actualidad con todo lo que ha conllevado el COVID19. De repente todo se ha mecanizado y todas las conversaciones han sido a través de una pantalla de ordenador y es algo que espanta mucho en el fondo, que muchas veces vamos a un futuro determinados por las circunstancias. Aparte de la sustitución de personas por máquinas que hagan el trabajo también se abarca el tema sexual, porque de repente se han incorporado a la sexualidad objetos que han sustituido el contacto con la piel de otra persona o el sentir los latidos de un corazón. Todo eso te hace plantearte hacia dónde vamos. Tiene escenas fuertes el montaje tanto que el último día un espectador salió durante la representación y luego vimos que había venido una ambulancia porque se había mareado de la impresión.

Béjar con sus compañeros de «Metálica»

A.R.S.: Ya que estamos hablando de obras con temas actuales es inevitable hablar de su periplo con Jauría, donde sustituyó a Raúl Prieto y le llevó a Latinoamérica…

P.B.: Sí, yo fui espectador de la obra en el Teatro Pavón de Madrid y María Hervás me dejó impresionado. Es de mis actrices favoritas. Tiene un talento mayúsculo, vive todo con mucha potencia y se entrega mucho. Fue curioso mi sustitución porque Raúl Prieto, mientras yo hacía El Banquete él hacía en la sala grande El burlador de Sevilla, por lo que no nos podíamos ver actuar el uno al otro. Es un actor al que admiro mucho. Un día recibí una llamada de Miguel del Arco, que para mí fue como un acontecimiento porque soy muy fan de él. Quise siempre trabajar con él y me llegó la oportunidad y además haciendo el papel de Raúl. Jauría es un texto en el hay que guiarse por la partitura por el respeto con el que está escrita. Lo que hacemos con textos como éste es contar la realidad de nuestro tiempo porque no hay olvidar que el caso que trata Jauría ha hecho, desgraciadamente, Historia, pero ha sido impresionante la respuesta del público, con una atención máxima. Lo vivía como actor de una manera muy intensa y luego en los coloquios nos emocionábamos con la complicidad de los espectadores, expresando sus sensaciones al ver la función incluso con personas exponiendo casos particulares, dando testimonios.

Béjar con sus compañeros representando «Jauría» en Montevideo. Foto: @sebaangok

Fue un reto personal y profesional para mí y conecté muy bien con los compañeros de escena y los técnicos. Estrené mi participación en la obra en verano en el Auditorio Nacional Sodre Nelly Goitiño de Montevideo para el Festival FIDAE. La reacción del público fue impresionante. Después fuimos al Teatro Melico Salazar de Costa Rica y volvimos a España haciendo gira hasta diciembre pasando por el Teatro Arriaga de Bilbao, el Teatro Gayarre de Pamplona o el Teatro Principal de Mallorca, entre muchos otros.

A.R.S.: Durante su intensa actividad teatral también ha tenido la oportunidad de trabajar en series, de época precisamente, como La catedral del mar, Las chicas del cable o Brigada Costa del Sol, porque la década de los 70 ya es época ¿Cómo fue su trabajo en los rodajes, en un medio diferente como es la televisión?

P.B.: Yo intento prepararme de igual modo un personaje ya sea en teatro o en televisión: al contenido, al mundo emocional y a la construcción del personaje le doy el mismo valor tanto en un sitio como en otro. Lo que sí cambia es el espacio y el código yo debo cambiar el mío también. Es un trabajo muy intuitivo precisamente porque son dos medios muy distintos. En el audiovisual están las cámaras y tienes que tener una técnica específica, saber dónde te tienes que colocar, la existencia de las marcas. A medida que vas rodando más te vas desenvolviendo mejor. Todo tiene su técnica porque en el teatro tienes que saber en qué foco te estás poniendo y el cuerpo se maneja de otra manera. En cada espacio hay una técnica pero para hacerla arte no ha de notarse, aunque lógicamente debes tenerla interiorizada. Cuando una cámara te hace un primer plano el contenido emocional en la mirada hay que saber transmitirlo y en un plano general se actúa de otra manera. Es un lenguaje muy técnico, además de tu propia preparación. La técnica no es nada fría, tiene que tener potencia y alma para que todo fluya.

A.R.S.: En Brigada Costa del Sol si no conté mal, había cinco directores con una larga trayectoria televisiva. Eso supongo que ayuda a la hora de trabajar…

P.B.: Efectivamente, son personas con una trayectoria fenomenal y yo estoy muy contento con los que he trabajado. Me he sentido muy a gusto. Aman mucho la profesión estaban muy a favor del proyecto y muy involucrados con la historia que estaban contando. Mi personaje, El Chino, está criado en los barrios de la Carihuela. Tiene un componente salvaje pero también un corazón enorme. Es un romántico de la calle que se va convirtiendo poco a poco en traficante que le llevará a conocer a personas muy especiales en su vida, como es la relación de confidencia con el personaje que interpreta Hugo Silva. Dar vida a El Chino me ha hecho muy feliz porque está lleno de luz y me percaté de los regalos que este oficio te da. He conocido a compañeros maravillosos como por ejemplo, Marco Cáceres, con el que tenía una relación como de hermano en la serie, con una gran complicidad. Teníamos el personaje tan interiorizado que no nos los podíamos sacar. Hay un nivel de honestidad en lo que se cuenta y eso se ve. Había una conexión muy bonita con mi compañero, contándose en la serie una historia de amistad muy concreta, que va marcada por la época, en este caso los años setenta del siglo pasado.

Béjar como El Chino en «Brigada Costa del Sol» Foto: @fernandoemefilms

A.R.S.: Para finalizar me gustaría que me definiera su estilo de vestir tanto en su vida diaria como cuando va a eventos

P.B.: En mi vida diaria me dejo guiar por la intuición a la hora de escoger lo que me pongo, dependiendo de donde vaya también. Me pongo finalmente aquello con lo que me siento cómodo, suelo ir de forma casual generalmente, de vez en cuando voy de sport pero no suelo repetir mucho ese estilo. Lo llevo generalmente para cuando me voy a estar en forma. Me gusta mucho la marca Levis, sobre todo los vaqueros y las camisas de cuadros. Para eventos depende del mismo. Suelo usar poco los trajes de chaqueta. Prefiero ir elegante con otro tipo de estilo, porque la chaqueta es estupenda y está siempre ahí, pero de repente ves algún a compañero hacer unas combinaciones muy originales, como una chaqueta con pañuelo en vez de corbata por ejemplo y me gusta mucho combinar. Me gusta dar mi toque personal.