Es un gusto ver a conocer a las nuevas generaciones de actores que se apasionan por los proyectos en los que se involucran y tienen muchas ganas e inquietudes, confirmando que el ser actor es totalmente vocacional. Esto le ocurre a Angel Palacios. Nacido en Madrid en 1996 se formó como actor en Asturias siendo en Oviedo donde tomó contacto con el género lírico y el año pasado vino a Sevilla donde el destino ha querido que se quede y que forme parte de Teatro Clásico de Sevilla al ser el elegido para encarnar al protagonista masculino del último montaje de la compañía: Romeo y Julieta de William Shakespeare, estrenado el año pasado en el Teatro Lope de Vega de la capital hispalense y con la que sigue de gira con reposición en Sevilla incluida el mes pasado. La Cultura está de Moda ha entrevistado Angel Palacios para que nos hable de sus experiencias en este montaje, en el Teatro de la Maestranza y en el Teatro Campoamor de Oviedo, así como sus trabajos en una obra de Juan Mayorga y otros bajo la dirección de Miguel del Arco y Paco Azorín. Pasen y lean las palabras de este gran actor con veinticuatro años recién cumplidos.
Alejandro Reche Selas: ¿Qué está suponiendo para usted llevar más de un año dando vida al protagonista masculino de Romeo y Julieta?
Angel Palacios: Esta obra de William Shakespeare es un clásico de la literatura universal. Interpretar a Romeo me ha aportado mucho, no sólo como actor sino también como persona. He encontrado muchas sensaciones y emociones que con mi corta edad no había experimentado. Es un precioso constante proceso de descubrimiento. Sí que es verdad que, desde que comenzamos los ensayos y estrenamos hasta la gira que hemos estado haciendo, en cada función se van hallando matices, detalles y gestos en los compañeros que te van llenando y proporcionándote muchas cosas. La pandemia nos ha tenido un poco a la deriva pero finalmente nos han ido saliendo bolos, y es de agradecer el esfuerzo de los teatros y del público para que las funciones se realicen, como cambiar los horarios, a las doce de la mañana o a las cuatro de la tarde, por ejemplo.
A.R.S.: ¿Qué ha supuesto para usted formar parte de la familia de Teatro Clásico de Sevilla?
A.P.: Es un privilegio. Tiene grandes profesionales tanto en escena como detrás. Hice el casting y he conocido a grandes compañeros y amigos. Cuando recibí la noticia de que iba a estar en Romeo y Julieta me entró un poco de vértigo. Es mi primer personaje dentro de una compañía profesional grande y tengo a grandes compañeros como Manuel Monteagudo, Rebeca Torres, Antonio Campos, Amparo Marín y José Luis Bustillo, además de actores que se incorporaron conmigo y con Lara Grados: Santi Rivera y Luis Alberto Domínguez. Todos hicimos piña muy rápido y eso facilita que todo fluya rápido y a favor, por lo que el ambiente de trabajo es muy cómodo. Alfonso Zurro como dramaturgo y director es una maravilla. Sabe guiar muy bien a los actores, tiene paciencia con los que estamos empezando y tiene una visión muy clara del montaje y de cada una de las escenas. Eso lo recibe de forma positiva y efectiva el público. Me gusta mucho la versión que ha hecho, tocando un tema muy actual y que es muy recomendable para quien no conozca esta obra o tenga el concepto de teatro clásico aburrido.
A.R.S.: Precisamente con Romeo y Julieta se tiene el mito de ser una historia de amor, incluso hay personas que han expresado el deseo de vivirla, cuando es una tragedia que ocurre en muy pocos días. Con esta versión queréis desmitificar un poco esta obra ¿no?
A.P.: Sí. De hecho Alfonso Zurro se quiso centrar en un tema que ya lo menciona Shakespeare en el texto que escribió. Es una historia de odio, no de amor. Romeo y Julieta forman la pareja que vive una historia de amor, pero el peso de la obra lo conforma todo lo que se cuece por detrás.
A.R.S.: ¿Recuerda alguna indicación específica por parte de Alfonso Zurro para afrontar el personaje?
A.P.: Alfonso el primer día nos dijo que la historia se iba a ambientar en Carmona y con respecto al personaje quería que en escena se viera reflejado un amor puro e inocente que surge entre dos jóvenes, que en esta versión tienen veinte y veintidós años, aunque en la obra original tengan catorce y dieciséis. Ellos no son conscientes de lo que ocurre a su alrededor, por lo que luego se verán devastados por esa ola de odio que se va formando, de ahí el trágico desenlace. Alfonso quería que Romeo fuese un chico extrovertido, tirado para delante, aventurero, y yo siempre había visto al personaje más melancólico, por lo que me costó al principio trabajar las facetas que me pedían. Mi personaje, además, es consciente de que su destino no llegará a buen puerto, lo cual se acaba viendo, aparte de la velocidad con la que van ocurriendo los acontecimientos: en tres días se produce una intensidad emocional tremenda. Romeo y Julieta están centrados en el enamoramiento que ha surgido entre ambos, nada más.
A.R.S.: En la vida, además del amor, es muy importante la amistad y es muy interesante cómo se muestra la amistad entre Romeo, Mercucio y Benvolio, con bromás pícaras entre los tres incluidas…
A.P.: Me emociono cuando lo menciona. Ha sido precioso. Esas escenas han sido un regalo. Trabajar con Luis Alberto Domínguez, al que ya conocía, y con Santi Rivera, es una gozada e ir conformando ese amor puro, como de hermanos. Por un amigo llegas a matar, como le ocurre a Romeo, porque los conoce desde que son pequeños y la confianza y complicidad entre los tres es absoluta. Se nota que están compenetrados y que lo que quieren es pasárselo bien, sin nigún tipo de maldad. Son también ajenos a lo que va ocurriendo a su alrededor. De ahí por ejemplo que la escena entre Romeo y Benvolio cuando ya todo ha estallado con ese abrazo que se dan sea muy emotiva, porque la amistad continúa pero se han impuesto las circunstancias y la situación no pueden controlarla.
A.R.S.: Entonces ¿piensa que con esta versión la historia que escribió Shakespeare puede estar más clara? Porque es una constante en los montajes de Teatro Clásico de Sevilla…
A.P.: Sí. La dramaturgia de Alfonso Zurro la hace muy accesible y empatiza con el público joven, ya que se actualiza de una manera que la hace una historia muy vigente, más incluso con la pandemia, y se ve que el odio sigue ahí.
A.R.S.: Una de las señas de la compañía es que todo, la interpretación y los aspectos técnicos están totalmente al servicio de la dramaturgia y conforman un pack donde no hay elementos fuera de lugar…
A.P.: Exacto. Todo va encajando como un rompecabezas y el resultado final es muy potente. La drmaturgia se respeta absolutamente y eso se ve en todos los montajes, en Luces de bohemia o en Hamlet que me pareció maravilloso. Son obras con un sello propio que hacen que el público identifique lo que ve como un montaje de Teatro Clásico de Sevilla.
A.R.S.: ¿Qué puede decir de la respuesta del público?
A.P.: La acogida desde el estreno ha sido muy buena. Cuando estuvimos diez días en el Teatro Lope de Vega de Sevilla el año pasado se agotaron las entradas y en los últimos días se vendieron hasta los asientos de visibilidad reducida en la parte de arriba. Me gustó mucho que viniese mucha gente joven porque es el público del futuro.
A.R.S.: Además es una obra que en España, con respecto otras obras de William Shakespeare, no se ha representado mucho…
A.P.: Es una obra complicada de llevar a escena principalmente porque cuando se ha representado en compañías profesionales se han escogido a actores de más edad por la envergadura del propio texto y también está el factor de que son nueve actores en escena y mover a ese número de actores más los técnicos cuesta mucho.
A.R.S.: Hay un aspecto de su profesión que quiero tratarla con usted refiriendo la escena de una película. En Sin vergüenza de Joaquín Oristrell, que se desarrolla en una escuela de interpretación, Verónica Forqué era la profesora que valoraba las escenas de final de carrera y una de ellas era la de la alondra y el ruiseñor de Romeo y Julieta. En la película el actor que hacía de Romeo, mientras se viste, dice el texto sin mirar a Julieta y la profesora le indica que mire a su compañera ¿considera que mirar a sus compañeros es esencial para interpretar bien al personaje?
A.P.: Totalmente y, sobre todo, mirar de una manera pura y sincera. Pienso que una de las cosas que más nos cuesta a los actores es quitar cosas y «desnudarnos». La fuerza y la poesía ya está en el texto de Shakespeare, no hay que meterle más artificios. Mirando a Julieta o a Mercucio es lo que se necesita, nada más. En esa escena el actor debe mirar a Julieta, no a la directora como ocurre en la película, porque además esa escena es el amanecer de la primera noche que pasan juntos pero también es la última y en ese momento Romeo está en una situación complicada porque debe irse para que no le pillen porque si no podrían matarle pero a la vez tiene a Julieta y no quiere dejarla. Reafirmo la idea de que la mirada es un elemento esencial que nos lo da todo, mirar al compañero y estar pendiente de lo que el otro te dé. En la mirada se encuentra el noventa por ciento de las sensaciones.
A.R.S.: Su vinculación con Sevilla no se ciñe sólo a este montaje de Romeo y Julieta ya que en esta ciudad tiene una importante etapa de formación y laboral…
A.P.: Así es. Yo vine a Sevilla el año pasado para hacer la formación del Laboratorio de Investigación Teatral en TNT-Atalaya. Comenzó en enero y duró cinco meses. Mi idea era irme para Madrid y buscarme la vida y justo antes de marcharme me llamaron del Teatro de la Maestranza para hacer un casting de bailarín y me cogieron. Fue en la ópera Andrea Chénier con Ainhoa Arteta. Precisamente esta ópera es la segunda vez que la hago ya que también la hice en la Ópera de Oviedo.
A.R.S.: Precisamente en esa ópera usted y un compañero tenían un look muy diferente al del resto de los integrantes del elenco…
A.P.: Sí, porque formábamos un cuerpo de ballet que era una especie de alegoría sobre los elementos de la naturaleza, una especie de fauno, con un componente místico. Ibamos en calzoncillos y cubiertos de arcilla blanca. Así te metías de lleno en el personaje y como no era la primera vez que salía semidesnudo en escena no me supuso nada la apariencia que tenía.
A.R.S.: Esto reafirma la idea de que la figuración en una ópera no puede descuidarse porque si falla algo se nota mucho…
A.P.: Por supuesto. Y en ese caso concreto la danza iba al ritmo del cantante y de la orquesta y cualquier fallo se hubiese notado de manera evidente.
A.R.S.: Ya que lo hemos tocado, el terreno operístico no es desconocido para usted y forma una parte importante de su vida ¿no?
A.P.: Sí. Ha estado muy presente desde que empecé. En el Teatro Campoamor de Oviedo vi muchos títulos y me apasionó, incluso el tema del canto y decidí probar suerte en el Coro de la Zarzuela, me cogieron y estuve un año como actor y cantante.
A.R.S.: Su experiencia en el Teatro de la Maestranza se extiende a otro título: Samson y Dalila…
A.P.: Sí, la hice justo después de terminar Romeo y Julieta en el Teatro Lope de Vega. La dirigía Paco Azorín, al que ya conocía porque ya había trabajado con él en el Teatro Campoamor ya que se estrenó allí una ópera de Fuente Ovejuna en la que él era el escenógrafo y Miguel del Arco la dirigía. De hecho también era la segunda vez que trabajaba con él porque estuve en Cómo está Madriz. Samson y Dalila, (que fue, además, la primera que hice en Oviedo, dirigido por Paco Carreres), fue una grata experiencia porque trabajamos con colectivos, concretamente con personas con síndrome de Down y con visibilidad reducida. Fue una gozada porque puso en escena a más de ciento cincuenta personas para representar al pueblo de Israel y tenía mucha fuerza con el aliciente de estar con personas que pisaban por primera vez un escenario, además de la música de esa ópera. Hay una escena que se llamaba La Bacanal con una música alucinante.
Paco Azorín suele trabajar con un equipo espléndido siempre: Pedro Yagüe en la iluminación o Pedro Chamizo en las video proyecciones. Es un grupo de profesionales que pelea para que, a los integrantes de la llamada figuración, se nos considere actores aunque no tengamos texto porque a veces hay que hacer muchas acciones físicas o una pelea coreografiada por ejemplo.
A.R.S.: Ya que ha mencionado su vinculación con el Teatro Campoamor de Oviedo yo he encontrado un artículo en el que a usted se le definía como streaper en aquel teatro…
A.P.: Bueno eso fue porque hice la ópera Fausto con Curro Carreres, el director que antes le mencioné. Él hizo un montaje contemporáneo ambientado en el mundo de la moda y en una escena salía el becerro dorado en forma de gogó en una maceta grande. Yo hacía ese personaje y bailaba durante cinco o diez minutos y el público se echó las manos a la cabeza.
A.R.S.: Pero anteriormente había hecho otra producción en la que hacía desnudo integral…
A.P.: Sí, en El Duque de Alba. Esa es la ópera más dura en la que he participado, ya que estábamos todos, mientras se desarrollaba la acción del primer acto durante una hora haciendo de muertos desnudos completamente. Desde ese montaje me planteé la necesidad de aparecer desnudo en futuros proyectos.
A.R.S.: Oviedo tiene un enorme peso cultural gracias a, por ejemplo, La Regenta, que yo he leído y vi la miniserie rodada allí
A.P.: Pues precisamente yo trabajé en una empresa dedicada a hacer visitas teatralizadas y hacíamos La Regenta que describe la Vetusta de la época maravillosamente. Yo concretamente hacía del hombre que seduce a la protagonista. Acompañaba a Ana Ozores por la ciudad y a la gente le gustaba mucho. Con textos oríginales de la novela, íbamos mostrando ese Oviedo en el que se ambienta.
A.R.S.: Lo ha mencionado anteriormente y quisiera que me hablara de su trabajo con Miguel del Arco…
A.P.: Es una maravilla de persona. Tiene mucho carisma y un gran cariño a todos. Cuando hice con él Cómo está Madriz recuerdo que se sabía el nombre de todo el mundo que trabajaba con él: actores, bailarines, y técnicos. Es muy claro y conciso dirigiendo. Tras hacer esta obra y la ópera de Fuente Ovejuna en Oviedo estuve a punto de hacer un taller con él que desembocaría en el montaje Federico hacia Lorca de La Joven Compañía. Es un director necesario. Sus obras tienen una gran frescura.
A.R.S.: Usted ha hecho una obra de uno de nuestros grandes dramaturgos: Hamelin de Juan Mayorga ¿cómo fue para usted meterse en ese universo?
A.P.: La dramaturgia de esa obra es espléndida. Recuerdo cuando empezamos a leerla para ensayarla que hace un juego con los narradores y luego el tema que toca tan fuerte como es la pedofilia hace que sea una obra complicada de trabajar pero le dimos una visión muy coral, nos desdoblábamos y fue muy enriquecedor. Cuando hice Fuente Ovejuna en teatro también fue un trabajo duro porque hacía del comendador y es un personaje complicado. En el proceso te puede llegar a asustar porque te das cuenta de que esa parte mala la tiene todo el mundo pero afortunadamente la gran mayoría la controlamos.
A.R.S.: Usted es un actor muy joven. Si hablamos de sueños profesionales ¿tiene alguno en especial?
A.P.: Me gustaría hacer muchas cosas, no sólo como actor. Cada vez me interesa más el apartado técnico: el diseño de iluminación, la escenografía, la dirección de escena, la dramaturgia y como actor me encantaría hacer por ejemplo El Público de Federico García Lorca. Vi en Gijón el montaje que dirigió Álex Rigola y salí flotando, me pareció una maravilla, como Así que pasen cinco años. El esperpento de Valle-Inclán también me fascina y obras de Shakespeare como Hamlet o Macbeth. También me encantaría hacer a Segismundo de La vida es sueño de Calderón de la Barca.
A.R.S.: ¿Qué importancia tiene para usted el vestuario a la hora de componer el personaje?
A.P.: Me parece fundamental, de hecho, creo que un buen vestuario puede enriquecer mucho un personaje y si es malo puede desbaratar el trabajo que el actor ha hecho. Para mí es importantísimo tener cuanto antes el calzado para trabajar un personaje, ya que da una manera de pisar o de andar y tener un calzado cómodo me ayuda bastante. En el caso de Romeo y Julieta el vestuario era fundamental y te daba mucho apoyo. Carmen de Giles hizo una maravilla.
A.R.S.: ¿Me destacaría un vestuario que haya llevado que lo recuerde con especial cariño?
A.P.: El del comendador cuando hice en teatro Fuente Ovejuna. Llevaba un chaleco con una especie de coraza, cadenas y unas botas con plataforma. Lo fui creando yo y el personaje creció mucho cuando iba vestido ya que, además, llevaba un collar, un brazalete y una muñequera.
A.R.S.: Para finalizar ¿cómo es su manera de vestir en su vida diaria y cuando va a eventos?
A.P.: Es muy básica. Cada vez me gustan más los colores básicos sin estampados y marca no visto una en concreto. También visto mucho de sport. Para eventos uso el traje clásico, lo considero muy efectivo y me gustan mucho las pajaritas.
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