Asier Iturriaga: «Los actores hemos de ser camaleónicos y adaptarnos a cualquier medio y género»

Uno de los placeres que proporciona el teatro es el de hacernos reír y evadirnos de los problemas durante un rato. El actor Asier Iturriaga (Pamplona, 1987) lo hace desde diciembre sobre las tablas del Teatro Maravillas de Madrid con la obra Burundanga, la comedia escrita por Jordi Galcerán que lleva once temporadas en cartel y en la que comparte escenario con Eloy Arenas, Raúl Peña, Rebeca Plaza y Rebeka Brik. La Cultura está de Moda ha hablado con Iturriaga, formado en el Estudi Nancy Tuñón de Barcelona, de la obra mencionada y de su prolífica carrera tanto en los escenarios como en el audiovisual que incluye cine, series diarias, semanales y en plataformas. Pasen y lean las palabras de un gran actor nacido en el norte y enamorado del sur.

Foto: @fernandolopezfoto70

La Cultura está de Moda: Está ahora mismo representando la obra Burundanga, una obra que lleva once temporadas en la cartelera madrileña y con otro montaje en Valencia ¿cuál cree que son las claves del éxito de esta obra?

Asier Iturriaga: Burundanga la vi representada y recuerdo que estuve riéndome todo el tiempo. Considero que está muy bien escrita, dirigida e interpretada y entiendo mucho el éxito que tiene. Es como un capítulo de Friends, ya que es una comedia de situación y, sin hacer spoiler, trata un tema que estaba más de actualidad cuando se estrenó. El público recibe muy bien la propuesta y el tema que no debo desvelar está tratado con mucho respeto. Creo que debemos reírnos un poco de todo actualmente para restar importancia y no tomarnos tan en serio, es sano y nos tranquiliza.

L.C.E.D.M.: Una de las características de esta obra es contar en el reparto con Eloy Arenas, que la estrenó y sigue interpretando su personaje…

A.I.: Efectivamente. Es una pieza fundamental en la obra y se nota que él ha evolucionado con la función ya que el equipo ha cambiado mucho con el paso de los años. Yo soy el actor número treinta y cinco que ha llegado a Burundanga. Cuando me dijeron que entraba en el montaje, que se retomó en el puente de diciembre con retrasos por la situación actual, ensayamos porque Gabriel Olivares, el director, quería darle un aire fresco a algunos aspectos. Eloy Arenas lleva desde el principio y se siente en su casa. Ojalá haya otras once temporadas porque el público sigue respondiendo muy bien. Para mí, aparte de Cuatro corazones con freno y marcha atrás, era la primera comedia que hacía pura y dura. Nunca había hecho una comedia así y no sabía si se me iba a dar bien o no, sinceramente. Había hecho otros géneros y esta obra para mí ha sido un aprendizaje brutal y es un regalo ir cada día al Teatro Maravillas a pasártelo bien y ver cómo el público disfruta. Se nota que la gente tiene ganas de reír y desconectar. Es un ritual maravilloso. Salgo al escenario con una energía y un buen rollo que considero que esta obra es un regalo que me han dado Gabriel Olivares y la vida. Los textos de Jordi Galcerán, como es el caso de Burundanga o El Crédito, están muy bien escritos, con muchos gags y manteniendo al espectador todo el tiempo atento.

L.C.E.D.M.: Precisamente por lo último que ha dicho se verifica que hacer una buena comedia no es fácil…

A.I.: No lo es. Para mí la comedia es lo más difícil porque requiere mantener todo el tiempo una energía especial para que el espectador siga contigo el viaje. Me di cuenta en el estreno. Te das cuenta de los tiempos del género, esperando risas en un momento determinado. Nunca lo había vivido. Reconozco que al principio fue un poco shock pero luego es un disfrute maravilloso. Cada día encuentras cosas nuevas y es un puro juego constante, porque en la comedia surgen cosas nuevas y las puedes compartir con tu compañero y sacar provecho de ello en el escenario.

L.C.E.D.M.: Además da la posibilidad de ver a usted y a otros compañeros en otros registros, como es el caso de Raúl Peña, que mostraba una faceta más dramática últimamente en la televisión…

A.I.: Sí. Como actores hemos de ser camaleónicos y adaptarnos a cualquier medio o género. Raúl Peña está fantástico. No compartimos escenas pero coincidimos en tiempo en El secreto de Puente Viejo. También ha trabajado mucho con Gabriel Olivares y mis demás compañeros: Eloy Arenas, Rebeka Brik y Rebeca Plaza son también maravillosos. Es un gustazo estar con ellos en el escenario. Yo aprendo cada día.

Asier Iturrigaga, de pie a la izquierda, en «Burundanga». Foto: @antonio.castromadrid

L.C.E.D.M.: Cuando Amparo Larrañaga vino a Sevilla con El Nombre nos dijo que el secreto de la comedia clásica es que en muchas ocasiones el personaje está viviendo un drama pero hace reír al espectador ¿Está de acuerdo con esta frase?

A.I.: Estoy totalmente de acuerdo. Las mejores comedias son aquellas en las que el personaje sufre más. Como espectador le puedo referir la película El Apartamento. Es una comedia mítica y sus protagonistas sufren y tienen una vida complicada. Tiene un bonito trasfondo pero no puedes parar de reír. Como actor no intento buscar la gracia. Me parece un error. El espectador lo nota porque es muy listo y las ve venir y si se hacen las cosas de manera previsible el espectador no entra. Cuando se vive una situación se confía en un texto y en una dirección. Ahí es cuando la comedia funciona, requiriendo otro tipo de energía, pero hay que vivirla de verdad totalmente.

L.C.E.D.M.: Precisamente con el director de Burundanga, Gabriel Olivares, ha trabajado en diferentes montajes y distintos géneros…

A.I.: Es mi director fetiche. He tenido la suerte de que él haya confiado en mí para proyectos muy diferentes y le estaré siempre agradecido por ello. Él tiene una compañía, cuya columna vertebral es el entrenamiento en Suzuki y Viewpoints. Tiene una sala en Carabanchel, TeatroLAB, un espacio abierto para que cualquier artista o creador pueda entrenar allí. En la compañía entran distintos actores dependiendo del montaje. Yo he trabajado con él, anteriormente a Burundanga, en Cuatro corazones con freno y marcha atrás, Proyecto Edipo, Gross Indecency y en Tragedia Española.

L.C.E.D.M.: Precisamente en Cuatro corazones con freno y marcha atrás se introduce en el divertido mundo de Enrique Jardiel Poncela, uno de nuestros dramaturgos de referencia por su humor…

A.I.: Ese fue el primer montaje que hice con Gabriel Olivares. La representamos en la terraza del Teatro Galileo. Tenía un aire muy fresco. Lo bueno que tiene la compañía de Gabriel es que se crea mucho equipo, por lo que no hay ni rivalidades ni egos. El método que le he mencionado lo fomenta porque son sesiones abiertas en las que aparecen elementos y él, que es muy sabio y muy listo, los selecciona y monta con ellos las funciones. Siempre que he trabajado con él he experimentado unos procesos y ensayos muy enrquecedores porque todos hemos ido a una para crear el montaje. Recuerdo que vino mucho público admirador de Jardiel Poncela, ya que es una obra muy reconocible a la que se le dio una vuelta de tuerca. Ya hacía tres personajes: en el primer acto hacía de un chico de servicio, en el segundo era un marinero y en el tercero era Margarita, por lo que hacía de una mujer, algo que pensé hacerlo de una forma muy honesta, y fue otro regalo maravilloso. Suponía meterse en la piel de una mujer cuya familia no envejece y, aunque es una comedia, tiene un fuerte trasfondo con una reflexión muy interesante. Fue muy divertido y nos lo pasamos muy bien aquel verano, con una amplia gira posterior. Es una obra que nos ha dado muchas alegrías. Es una obra con la que, incluso cuando la leí antes de montarla, me reí muchísimo.

El actor con sus compañeros en «Cuatro corazones con freno y marcha atrás»

L.C.E.D.M.: Por otro lado, Gross Indecency, supuso una aventura muy diferente al tratar los juicios en los que se vio invollucrado el escritor Oscar Wilde…

A.I.: Coincidió además en el tiempo con la de Jardiel Poncela,ya que la hicimos en verano y en septiembre se estrenaba este segundo título en el Teatro Fernán Gómez. Por la mañana la ensayábamos y por la tarde representábamos Cuatro corazones con freno y marcha atrás. Eran dos mundos muy distintos y fue un trabajo enorme por parte de todos. Gross Indecency es el mejor montaje en el que he estado. Cuando la estrenamos nos dimos cuenta de lo que teníamos entre manos. Se podía intuir algo durante los ensayos pero el día del estreno todos nos miramos llorando. Es una función que está por encima de todos nosotros y debíamos estar al servicio de ella. El texto de Moisés Kaufman no tiene nada de ficción. La dramaturgia la componen cartas entre los personajes, las declaraciones de los juicios, la taquigrafía de éstos. Con todo hizo algo que me hizo preguntarme cómo se pondría en pie porque tenía un toque muy documental. Gabriel usó para la escenografía unas cajas que ya usó en un montaje anterior, Our Town de Thornton Wilder. Con ellas creamos todos los espacios: la sala del juicio, el salón de té o la cárcel. Seguimos representándola y ahora hago un personaje diferente al que interpreté en el estreno. Doy vida a Bosie, el amante de Oscar Wilde, que es el villano de la obra ya que, por él, Wilde se embarca en un juicio contra su padre, el Marqués de Queensberry. La historia es apasionante y gran parte del público sale muy conmovido porque mucha gente no conocía este proceso judicial y cómo acabó el escritor. Tuvo un final muy malo.

El actor en «Gross Indecency»

L.C.E.D.M.: Es una obra con un tema que no pierde vigencia porque habla de la intolerancia de una sociedad hipócrita…

A.I.: Claro, la sociedad victoriana era así. En el proceso de ensayos investigamos mucho esa época, viendo fotos casi borrosas y me impactó una en concreto, ya que es la época de Jack El Destripador con mucha prostitución en las calles de Londres. Vi una foto de una niña de catorce años embarazada prostituyéndose. Ejemplifica mucho cómo era ese período histórico. También decían que la reina masticaba opio, una droga muy accesible entonces. Había una doble moral y Oscar Wilde era un dandy transgresor que vivía en su burbuja y en cuanto se intuyó que podía ser sodomita la Inglaterra que tanto le defendió por su calidad como escritor le dio la espalda y fueron a por él. Fue un juicio moral en el que Wilde fue la cabeza de turco en un proceso de lavado de imagen.

L.C.E.D.M.: Esa rectitud social mostraba su hipocresía en que muchas veces la vida privada de los que acusaban tendría que revisarse…

A.I.: Claro. Incluso en la obra se dice que el día en el que salió la orden de arrestro contra Oscar Wilde, durante la noche, muchos hombres, gran parte de ellos aristócratas, cogieron un barco para huir a Francia. Para preparar la obra visionamos la película Wilde con Stephen Fry y Jude Law para ver, a nivel cronológico, dónde se ubica la acción de la función.

L.C.E.D.M.: Tras cinco obras dirigidas por Gabriel Olivares ¿qué destacaría de él como director?

A.I.: Es un director que te da mucha libertad para que surjan cosas y tiene mucha intuición para lo que funciona y lo que no. Con él las obras están en constante cambio porque algo que funcionaba puede que a los dos meses ya no lo haga y él está muy abierto a transformarlo. Está muy en el presente, con Gabriel me entiendo muy bien, TeatroLAB es nuestra casa y siempre está abierto para lo que necesitemos.

L.C.E.D.M.: En su trayectoria teatral hay una obra con un trasfondo filosófico, Los Nadies, con la que llegó a girar incluso por el extranjero…

A.I.: Sí. Fue una obra escrita y dirigida por la actriz y directora argentina Carolina Calema. Se basó en el poema homónimo de Eduardo Galeano. Creó un montaje con un texto reflexivo y filosófico. A la hora de llevarlo a escena dio mucho protagonismo al movimiento de dos seres que se encuentran en una especie de lugar apocalíptico donde no queda nada. Fuimos a un festival en Chile e incluso a Bremen. Hicimos mucha gira y, además, me dio la oportunidad como actor de probar cosas a nivel corporal que no había comprobado antes. No tengo un método concreto pero me ayudó mucho a entender el lenguaje del cuerpo, ya que era una obra con más movimiento que texto. Yo incidía más en la palabra y en la emoción y sumarle a estos elementos el cuerpo fue un descubrimiento para mí. Fue un montaje curioso y no apto para todos los públicos pero la gente que entraba en la propuesta se quedaba para plantearte reflexiones que les había surgido al acabar la función.

Asier Iturriaga en «Los Nadies»

L.C.E.D.M.: Pasando al terreno audiovisual vamos a comenzar con la serie diaria donde le descubrimos, Amar es para siempre

A.I.: Fue mi primer trabajo en televisión y en la temporada en la que estuve había un gran reparto. Lo recuerdo con mucho cariño y me impactó mucho, el primer día de rodaje, ir a tres cámaras con el ritmo de una serie diaria donde no hay mucho tiempo y debes estar muy despierto y entrenado. A mi personaje, Bruno Herreros, le tengo mucho cariño. Tuve trama en El Asturiano, cuyos actores son una institución ya que son los que siguen siempre. Se tiró luego más hacia la comedia con escenas con Manu Baqueiro, que era mi suegro, y nos lo pasamos muy bien en El Asturiano, donde mi personaje empezó a trabajar. Entré inicialmente para dos bloques de guiones y esuve finalmente entre cuatro y cinco meses. Fue mi inicio en la televisión y tuve la suerte y el privilegio de trabajar con Jaime Blanch, coicidiendo con él en varias secuencias. Es un señor para llevárselo a casa. Entre secuencias hablábamos y contaba multitud de anécdotas, es muy divertido, respetuoso, y a mí me ayudó mucho. Me cogió de la mano y me animó. Es muy fino para la comedia y tiene mucha clase. Es un señor entrañable y muy sabio, además de un pozo de anécdotas sobre teatro, cine y televisión. Cuando me ponía a echar la vista atrás recordé que salía en El día de la Bestia. Con el paso de los años sólo puedo decir que tuve mucha suerte de trabajar con él. Ojalá volvamos a coincidir de nuevo. Es un referente y un ejemplo a seguir como actor, compañero, en todo. Yo era por entonces muy joven y lo que me encantaba era estar con él y escucharle. Siempre es un gustazo coincidir con actores veteranos.

Jaime Blanch y Asier Iturriaga en «Amar es para siempre»

L.C.E.D.M.: También estuvo en El secreto de Puente Viejo, como apuntó antes, donde la mayor parte de las escenas las tenía con Rebeca Sala, a la cual vimos en HIT después y no la reconocimos…

A.I.: Es una actriz maravillosa, muy camaleónica. Hila muy fino y yo alucinaba con la rapidez con la que le entraba la emoción. Cuando decían «acción» ya tenía los ojos vidriosos. Mi personaje era Anacleto y cuando me llegó la noticia me alegré mucho de que me viesen para hacer un personaje así: rarito, excéntrico y encantador. Era un señorito que estaba trabajando en un periódico por circuntancias de la vida pero sin ser periodista de vocación. La trama fue muy interesante porque hablaba de cómo en esa época se aprovechaban de las mujeres periodistas, que no estaban bien vistas o de los pseudónimos, porque él firmaba los artículos. Me lo pasé muy bien dando vida a ese personaje. La serie tenía un tono más dramático pero mi trama rozaba lo cómico.

El actor en la piel de Anaclato, su personaje en «El secreto de Puente Viejo»

L.C.E.D.M.: Por lo que estamos hablando la trama también era reivindicativa porque el personaje de Rebeca Sala le plantaba cara…

A.I.: Sí, también. Recuerdo una secuencia en la que ambos nos enfadábamos que fue muy dura pero era un personaje muy divertido porque no tenía filtro, decía lo que se le pasaba por la cabeza, se sentía con total impunidad y le daba igual todo, sin pensar si lo que decía iba sentar mal o no.

L.C.E.D.M.: Y los espectadores creemos que se identificaban con la postura de Chico García de mandarlo a paseo…

A.I.: Claro, yo lo defenderé siempre pero Anacleto era un señor insoportable, colándose en la casa continuamente con frases redichas y amaneramientos, así que esa actitud no era para menos.

L.C.E.D.M.: Ha hecho series diarias y semanales ¿qué diferencias nota en ambos formatos a la hora de trabajar?

A.I.: Yo definiría las series diarias como deportes de riesgo. Te ponen en forma muy rápido porque en un día hay que rodar un número de secuencias por lo que hay que ser muy resolutivo. En El secreto de Puente Viejo teníamos un coach, Jorge Elorza, que nos ayudaba mucho, además de los directores. Había un equipo muy hecho, con mucho tiempo trabajando. Fue casi en las mismas condiciones que en Amar es para siempre pero considero que la pude disfrutar más porque ya tenía un mayor recorrido profesional.

L.C.E.D.M.: Nuestra anterior entrevistada, Silvia Acosta, está trabajando en la serie Dos Vidas con Ana Vázquez, que dirigió muchos episodios de El secreto de Puente Viejo ¿Llegó a atrabajar usted con ella?

A.I.: Sí. Es una directora que es todo amor. Si proponías algo y le gustaba te lo compraba. Es partidaria de ir sumando y tiene una energía que te tranquiliza mucho y va muy a favor del trabajo. Me encantaría volver a trabajar con ella.

L.C.E.D.M.: En El secreto de Puente Viejo trabajó mucho tiempo Carlos Serrano, con quien usted coincide en la serie Presunto culpable, un thriller donde había que descubrir a un asesino, su personaje tenía un secreto relacionado precisamente con el personaje del actor mencionado y con unos paisajes naturales espectaculares, que eran un personaje más…

A.I.: Absolutamente. Para mí Presunto culpable supuso una alegría enorme con actores fantásticos como Susi Sánchez, Elvira Mínguez, Tomás del Estal, Carlos Serrano etc…Me gustó que apostasen también por caras nuevas. Siempre les estaré muy agradecido a las directoras de casting Yolanda Serrano y Eva Leira, ya que, tras esta serie, me dieron la posibilidad de participar en El secreto de Puente Viejo. Fue un año muy bueno a nivel laboral, donde compaginaba lo mencionado con teatro. Presunto culpable se rodaba en Mundaka, un pueblo costero de Vizcaya. Mi hermana vive en Bilbao y he estado allí pero esa zona no la conocía. Yo hacía de Guillermo, el ayudante del laboratorio de Jon, el personaje de Miguel Angel Muñoz, y tuve la fortuna de rodar en unos laboratorios reales ubicados en Urdaibai, que es Reserva de la Biosfera, un lugar espectacular y muy verde. Tengo la imagen grabada de ir con el coche de producción al set de rodaje y pensaba que lo habían montado en una nave. Fuimos por carretera hacia una isla con un delta rodeado de mar y me dijeron que había ahí unos laboratorios donde analizan los fondos marinos y el agua del mar. Al entrar pensé que no debía hacer nada porque todo estaba ya y me ayudó a ubicarme pensando inmediatamente que ahí trabajaba mi personaje. Estábamos todos en Mundaka y se creó una gran familia. Miguel Angel Muñoz fue un capitán perfecto porque es muy aficionado a los juegos, se llevó una maleta llena de ellos y la primera o la segunda noche que estuve allí jugamos todos a Los Lobos. Era como estar en un campamento.

Asier Iturriaga, Miguel Angel Muñoz y Jordi Planas en el rodaje de «Presunto culpable»

El paisaje era espectacular y mi personaje jugaba con esa doblez de ser amante del personaje de Carlos Serrano, aunque éste estaba casado y tenía una niña. Recuerdo que esa escena fue la primera que rodamos juntos, que desvelaba un dato importante y le tengo mucho recuerdo a esa secuencia, ya que no era fácil al no haber tenido mucho tiempo Carlos y yo de crear el vínculo entre los personajes, aunque nos conocíamos, y el director del capítulo, Menna Fité, que tiene una sensibilidad extraordinaria, nos sentó a ambos y creamos entre todos esa escena. Carlos Serrano es un actorazo y muy buen compañero.

Iturriaga con Carlos Serrano en «Presunto culpable»

L.C.E.D.M.: Al ser, como hemos dicho, un thriller con muchos sospechosos ¿se sabía desde el principio qué personaje era el responsable o podía ser cualquiera?

A.I.: Podía ser cualquiera. Además, nadie lo supo prácticamente hasta el final, y quien lo fue se lo reservó un poco. No digo el nombre por si alguien no la ha visto. Todos especulábamos y le admito que me hubiese encantado ser yo, porque la historia estaba planteada para que todos tuviéramos motivos para matar al personaje de Alejandra Onieva, ya que estaba metida en todas las tramas y todos tenían algo que ocultar, fue como un cluedo. No me esperé quién fue e incluso, hasta que el cadáver no aparece, yo llegué a pensar que estaba viva. Pienso que los creadores no nos dijeron nada para que, nosotros como actores, no jugásemos con esa información. Le cuento como anécdota que cuando se emitió un capítulo en Twitter empezaron a decir que el culpable era yo por un par de escenas de mi personaje. Eso me pareció muy divertido.

L.C.E.D.M.: Para finalizar el apartado televisivo ¿qué me dice si le menciono a Najwa Nimri?

A.I.: Madre mía…Ella es Zulema. Es una actriz y cantante con su sello, muy empoderada. Me parece magnética. Es una mujer muy especial y tuve la suerte de coincidir con ella, aunque fuese poco, en Vis a vis: El Oasis, pero la escena que tengo con ella rodada con la Steady fue un momento mágico. Era una boda con mucha figuración y rodamos en una casa en la sierra de Madrid. El momento en el que ella nos encañonaba y nos juntábamos los tres dio como resultado ese gran plano. Eramos una especie de trío de la muerte, con ella sufriendo, yo encajando que ella se quería ir, Zulema con su historia particular. De repente, todos se fueron y eso se rodó a altas horas de la madrugada con la incorporación posterior de los mariachis al fondo para que quedasen de referencia. Creo que es de los momentos más impresionantes que he vivido en televisión. Acabé mareado de la energía que se desprendía porque Najwa Nimri se transformaba en Zulema y era espectacular. Luego contrasta con el hecho de que Najwa es muy divertida, tiene un gran sentido del humor. Es única. Yo ese trabajo lo hice tranquilo y observé a muchos grandes actores trabajar. Fue una master class.

L.C.E.D.M.: Y para hablar de cine nos trasladamos a Sevilla donde vuelve a coincidir con Silvia Acosta, tras varias experiencias en teatro, en el film Una vez más

A.I.: Silvia Acosta es una gran amiga, hemos vivido mucho juntos y la película fue como el colofón. Yo llegué a esta película por unos amigos con los que había trabajado previamente, Fran Pérez y Julio León. Son de Sevilla e hice con ellos una obra de teatro muy bonita en Madrid que se llamaba La noche de las flores en una galería de arte ya que la obra estaba relacionada con la obra expuesta allí. Pasado el tiempo me dijeron que estaban haciendo el proceso de casting de una película que se iba a rodar en Sevilla y vieron un personaje en el que yo podía encajar. Dije que sí y pregunté si lo hacía con alguna actriz. Cuando me dijeron que era Silvia Acosta me ilusioné mucho y la llamé. Fue un casting precioso, les encantó la prueba y a ella le dieron el papel protagonista. Me alegré mucho por ella. El protagonista lo hizo Jacinto Bobo pero entré y me colé en el equipo. Al ver la película sentí un orgullo de hermano al comprobar lo que Silvia había hecho con su personaje.

Rodar en Sevilla ha sido de las experiencias más felices y cómodas que he tenido. Conocía a muchos miembros del equipo, a otros no, y noté un ambiente de familia y amor por sacar la película adelante. Todo estaba capitaneado por Guilllermo Rojas, que es un encanto de persona. En realidad rodé dos días para la reunión de los amigos pero fue precioso. Estábamos en una terraza con vistas a La Giralda y a toda Sevilla. Es una ciudad a la que he ido varias veces. Tengo un vínculo especial con la ciudad y con Andalucía en general. Soy del norte, y me tira mucho, pero el sur también. Cuando estoy en Sevilla siento que podría vivir allí y cuando paseo por sus calles me siento muy bien. Los sevillanos tienen un humor muy particular y yo entro mucho en ese código que me encanta.

L.C.E.D.M.: ¿Qué importancia le da usted al vestuario en la composición de un personaje? ¿Qué vestuario destacaría de los que ha llevado en su carrera?

A.I.: Para mí el vestuario es otra capa más del personaje. Es fundamental. No tiene nada que ver el ponerse unas zapatillas a unas botas, que te dan una sensación de pisar más fuerte. Un buen vestuario es un gran complemento para el personaje. Y de los vestuarios que me hayan gustado bastante destacaría el de Anacleto en El secreto de Puente Viejo porque me veía muy arreglado dando una sensación de pulcritud. En teatro recuerdo dos: El de Los Nadies que lo hizo Alessio Meloni. La escenografía era un linóleo negro. La prenda era deconstruida, formada por partes de diferentes prendas: una parte de una camisa cosida con un tapete, con otra tela, era como un puzzle. Ayudaba a transmitir la idea de «Soy todo y no soy Nada». Y en Proyecto Edipo se recreaba una España futurista y Felype de Lima diseñó una estética a lo Blade Runner, con una capuchas blancas y unos lásers.

Asier Iturriaga con el vestuario de Felype de Lima en «Proyecto Edipo»

L.C.E.D.M.: Para terminar ¿cómo es su estilo vistiendo en su vida diaria y cuando va a eventos?

A.I.: En mi día a día me gusta ir cómodo. Me gusta verme bien y suelo llevar pantalones pitillo o vaqueros, un poco casual pero intento ir arreglado. Ahora visto mejor que antes. Le he dado más importancia a la vestimenta porque el cómo te ven es muy importante y creo que la imagen hay que cuidarla un poco. No me considero que sea algo que me obsesione. Para ir a los eventos depende del que sea. Para una entrega de premios, por ejemplo, voy con traje, que me encanta, no tanto el clásico sino con un toque más moderno. Pienso que me atrevería a probar a ponerme otras cosas, como un diseño de Palomo Spain, pero hay que ser consciente del dress code de cada momento.